"Tiempo después de la lucha contra Lord Shen, Los Maestros del kung fu y Po, el Guerrero Dragón, se ven enfrentados a la evolución de la oscuridad por el destructivo descubrimiento de la pólvora. Pero, un inevitable evento, da el punta pie inicial...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Según lo secretamente planeado durante el atardecer anterior, Po, junto a Shan, se dirigieron al palacio de La Suprema Armonía, en la Ciudad Prohibida.
Allí, espera Lee acompañando al Emperador. Al verlo, Shan se adelanta y se inclina vientre al piso delante del pequeño, como dicta el protocolo real.
~ Lo saludo, Emperador Qiang...
Apenas se puso de pie, es sorprendido, pues, este se le arrojó encima para darle un abrazo.
~ ¡Viniste, Maestro Shan!
~ Me alegra verlo a salvo, Emperador—responde cariñosamente a su gesto, había cosas que no cambiaban de la noche a la mañana.
~ ¡Ven conmigo! ¡Ayúdame a terminar mi cometa! ¡Tú las haces muy bonitas!... ¡Con permiso, señor Swan!
~ ¡Adelante, Emperador!—se inclina Lee.
Qiang jala a Shan de la manga al interior del palacio, a los patios. Éste ve a su hijo Po, indicándole que no queda otra opción que entregarse a la voluntad del cachorro, no podía negarse, ni quería hacerlo, le extrañaba y lo quería muchísimo.
~ Está bien, pero debo regresar con su General apenas termine su cometa—advirtió sin dejar de sonar paternal.
~ "De tal palo tal astilla" ¡Menudo desastre! ¡En fin!—Lee, como siempre, deja escapar su sarcasmo cada vez que tiene la oportunidad—¿General, Xiao Po? Sígame.
Pese a su posición en el Imperio, y hablándole de manera sínicamente respetuosa. Lee caminó delante de él para guiarlo a un lugar en especial, aunque, parecía que quería dejarlo atrás. Po, no siendo ningún tonto, se dio cuenta y preguntó sin estar irritado:
~ Y... ¿cómo estás, Lee?
~ Dejé que mi lady se marchara a una guerra, ¿cómo crees que me siento?
~ Tampoco quise que se fuera... Sé a qué te refieres... Es un asco...
~ Supongo que ninguno de los dos pudo impedírselo, ¿no?—Miró Lee sobre su ala—¡Míranos! ¡Somos penosamente patéticos creyendo que con nuestra preocupación íbamos a detenerla! Pero a ella no la detiene nadie cuando se propone algo... Esta vez, ha ido demasiado lejos.
Su voz se fue apagando, le es muy difícil sobrellevarlo y Po se compadece de él, pues, sabe que Lee la ha acompañado casi toda su vida, como un mentor y un leal amigo. Debía sentir, pensó Po, que nunca más volvería a verla. Ya no puede enojarse con él, por más antipático que sea. Incluso, ahora comprende el porqué de su actitud, sentía celos de que alguien más compartiera los secretos de su señora.
Al entrar en una lujosa sala, Po, cambió el tema. Hay varios armarios cromados a lo largo de los muros: