La guerra contra Hades finalizó. Athena y sus caballeros han vencido y gracias a ello el Gran Eclipse fué detenido. Sin embargo, aún cuando los jóvenes caballeros de bronce volvieron sanos y salvos a la Tierra, Saori no volvió con ellos. Nadie sabe su paradero y Hyoga, al ver que no había necesidad de seguir peleando, decide separarse de sus compañeros. Según él, quizá haya llegado la hora de seguir su propio camino.
Ha pasado un tiempo y en Oriente, Mino y los niños del Orfanato preparan una fiesta para celebrar el regreso de caballero de Pegaso.
Seiya, pensativo, se pasea por la playa sin rumbo alguno. Saber que por fin podrá quedarse junto a Mino y los niños levanta su ánimo aunque por alguna razón, no parece ser suficiente.
Muy en el fondo, anhela su antigua vida como santo de Athena y vivir como un humano normal no lo convence por completo. Aquellos pensamientos llegan a oídos de Shun quien casualmente, también paseaba por la playa sin compañia.
—¡Shun! —exclama Seiya al notar su presencia. El santo de andrómeda sonríe e invita a su amigo a pasear por la playa juntos alegando que es mejor disfrutar un atardecer con un viejo amigo.
—Debo confesarte que a mí me pasa lo mismo Seiya —Shun admite algo que por inseguridad, no se atrevía a hacer.
—En verdad extraño aquellos días en los que combatíamos. En el fondo quisiera que nunca se hubieran terminado —concuerda Seiya mirando la arena que se extiende a sus pies. El sonido que transmite la playa, el canto de los pájaros y aves es algo que lo relaja de una forma inexplicable.
—Como caballero de andrómeda odiaba combatir, pero ahora extraño eso más que nunca al igual que mi hermano —Shun se acerca a la orilla de la playa y se propone a admirar el paisaje. El cielo a adquirido un tono anaranjado debido a los rayos del sol y para él, es algo asombroso y casi mágico. Han sido pocas las veces en que él pudo disfrutar libremente de una vista tan hermosa.
Durante su entrenamiento en la Isla de Andrómeda, aquel sitio donde las temperaturas eran extremas y nada agradables, no tuvo aquella oportunidad; ni siquiera cuando volvió a Oriente.
—A propósito de él, Shun, ¿dónde se encuentra Ikki? —Seiya se pone a lado de Shun y también observa la puesta de sol—. Después de que nos separamos no he sabido nada de él
—Yo tampoco. —declara Androméda y Seiya espera una aclaración—. Después de que nos separamos Ikki estuvo conmigo un tiempo, pero después desaparecio sin decirme a dónde iba.
Ambos se sientan en la arena a disfrutar los últimos rayos del sol. Observan pequeñas olas extenderse a lo lejos y mientras el reflejo del sol cae sobre el agua Shun recuerda momentos emotivos de su vida y decide compartirlos con su amigo.
—Sabes, aún recuerdo las batallas que sostuvimos entre nosotros, cuando te conocí a ti, a Shiryu y a a Hyoga —Seiya sonríe cuando esas memorias invaden su mente—. ¿Recuerdas, Seiya?
—Claro, aún recuerdo la batalla que sostuve contra Shiryu en el torneo galáctico, fué de vida o muerte.
—Yo jámas perderé, Shiryu —replica Pegaso cuando él y el caballero dragón se despojan de sus armaduras.
—Seiya, mi deber es anunciarle a mi maestro que he vencido y que obtuve la armadura de oro. ¡Sólo eso importa! —Shiryu se prepara para atacar mientras permanece a la defensiva.
—Hermana..., no puedo perder la vida hasta poder encontrarte. Para ello debo derrotar a Shiryu y seguir adelante. ¡No me voy a dar por vencido! ¡Enciende mi cosmos!
—Este es tu fin, Seiya. ¡Dragón Naciente!
—Puedo verlo. Shiryu ha bajado la guardia. Es mi oportunidad. ¡Meteoros de Pegaso!
ESTÁS LEYENDO
Saint Seiya Do Cvidanja
FanfictionUn enorme cosmos despierta en el Santuario. Athena está desaparecida desde la batalla contra Hades y los jovenes caballeros deciden tomar su propio camino. Sin embargo, estar lejos no significa estar separados. Una nueva prueba desafía a sus corazo...