Capítulo 3: Placer

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Con el pulso acelerado, Alex la tomó bruscamente del trasero, obligándola a soltar su miembro y, en cambio, enredar sus piernas al rededor de la cintura del chico. A ciegas, Alex la llevó nuevamente a la gran cama y juntos cayeron sobre ella. Sin perder el tiempo comenzó a besar ese apetitoso cuello, mordiendo algunas veces la carne, hasta que llegó al inicio de sus senos. Un gemido abandonó la boca de la chica justo cuando consiguió liberar uno de sus senos del babydoll y comenzó a lamer y chupar el pezón.

—Oh por Dios...— Alex rió ante el suspiro.

—No es exactamente Dios quien está haciendo esto posible, nena— ella iba a contestar con algún comentario sarcástico, pero Alex atacó su otro seno. Sí, definitivamente esta chica tenía la piel más suave y apetitosa que nunca había probado.

—Tu y tu boca, más abajo— susurró perdida en el placer.

Alex no pudo evitar reír fascinado, era tan excitante verla tan exitada— Pensé que el cumpleañero era yo— sin embargo, comenzó a repartir besos a lo largo de su vientre y continuó su camino hasta llegar al interior de sus muslos.

Mordió, besó y lamió. Una y otra vez, hasta casi orillarla a un orgasmo. El placer era tan intenso.

—Tu boca— exclamó en un jadeo ahogado.

—¿Qué quieres con mi boca, lindura?— maldito y mil veces maldito, se estaba burlando de su necesidad. Pero no tenía tiempo de pensar en su dignidad justo ahora, más tarde se lo cobraría.

—Lámeme— ordenó. Con un brillo en los ojos Alex retiró sus diminutas bragas, acercó su boca y, con su lengua, lamió el interior de su muslo derecho. Cerca, jodidamente cerca.

—Voy a castrarte si no me das un orgasmo con esa maldita lengua— uf, mandona, como lo ponía esta mujer.

—Sus deseos son órdenes— y con una sonrisa ladeada por fin acercó sus labios a su vagina. Sabía muy bien, hacía tanto que no realizaba sexo oral.

Ella no podía hacer otra cosa más que gemir. Nunca había sido del tipo de chica que amaba ser ruidosa durante el sexo. Pero la lengua de ese hombre se lo estaba poniendo difícil. Lo hacía bien, tan bien.

—¡Joder!— un grito lleno de placer abandonó sus labios cuando el morocho mordió levemente su clítoris.

—Aun no, bebé. A penas estamos en los pre eliminares— ella no quería que desperdiciara el tiempo hablando, lo que quería era un orgasmo. Con sus manos lo obligó a volver al trabajo, sintiendo como una risa resonaba en sus labios mayores.

Alex comenzó a penetrarla con la lengua a la vez que estimulaba su clítoris con sus dedos. En un momento sintió como su cuerpo se tensaba, estaba a punto. Sin perder el tiempo, comenzó a lamer más rápido y más profundo, la penetró con dos de sus dedos, logrando así obtener más gemidos de su parte. Era la gloria escucharla gemir. Tan erótico. Cuando sintió que estaba a punto de terminar la penetró una ultima vez, pero en lugar de sacar los dedos los encorvó un poco hacia arriba encontrando su punto G en el momento correcto. Con admiración, observó como el cuerpo de la chica convulsionaba en oleadas de placer. Lanzó un grito ahogado y sus ojos se cerraron. Su espalda se encorvó y su cabeza se hizo tan atrás que casi se une en el colchón. Los dedos de sus pies se enroscaron y con sus manos apretaba fuertemente las sábanas. Era una jodida Diosa del erotismo. Ante tal imagen su pene se puso aun más erecto, sinceramente no entendía como aun no había reventado. Cuando observó que comenzaba a relajarse volvió a agachar la cabeza y con su lengua limpió los rastros de su maravilloso orgasmo. Tenía que admitirlo, se sentía orgulloso de poder haber provocado algo tan impresionante como aquello. Su ego había subido unos cuantos puntos.

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