Hola amados lectores :D Bien, en primer lugar quería agradecerles mucho por leer, por sus votos y comentarios tan positivos :') Me fui de viaje durante un fin de semana, entro a Wattpad al volver a casa y me encuentro con 83 notificaciones. En serio muchas gracias, me alegra que les guste. En "Multimedia" les dejo una canción que escuché todo el tiempo en la redacción de este capítulo, ya que es como un resumen de gran parte de este, además de la imagen de unas hermosas puntas de ballet :') Espero que les guste, no olviden votar y dejar su opinión en los comentarios, es algo muy importante para mi. Disfruten del capítulo.
—Señorita Zvetlana, yo soy Sophianna Rose— dije, confundida mirando atentamente a la instructora, que no dejaba de revisar su lista de reparto.
—Qué tonta, no vi esta línea de aquí...
—¿Pasa algo, señorita Zvetlana?— preguntó Audrey con las manos detrás de su espalda jugando con sus inquietos dedos.
—Así es, Audrey. Hubo un error de tipeo y...
No era posible. Zvetlana pronunció otras palabras, pero no pude escuchar sino el final de la oración.
—Sophianna será Aurora.
Podía sentir los latidos de mi corazón y mis oídos palpitar al compás de este. Todas las personas presentes en el salón voltearon su mirada hacia mi, muy sorprendidos. Audrey tenía la boca abierta y temblorosa, mirando al suelo. Dirigí mi mirada hacia ella, y después de haber estado helada durante un rato, pude caminar hacia ella que había salido corriendo del salón hacia el baño.
Todos tenían su mirada clavada en mi, pero, a pesar de mi felicidad, no podía evitar pensar en cómo se sentiría Audrey. Al llegar hasta el baño, encontré a la chica sentada en una esquina del lugar, con su espalda apoyada en la pared y rodeando sus rodillas con sus brazos. Oía unos ligeros sollozos, y me arrodillé frente a ella poniendo una mano en su hombro.
—Audrey, ¿estás bien?
Ella dejó de llorar inmediatamente, se secó sus lágrimas tratando de que no me diera cuenta y levantó la mirada.
—No hay problema, Sophianna. Tú mereces ser Aurora— dijo ella mientras levantaba su mirada y la clavaba en la mía.
—Gracias— le dije con una sonrisa mientras extendía sus brazos hacia mí, y yo me alejé para poder abrazarla.
—¿Estamos bien, verdad?
—Por supuesto que sí— respondí mientras sonreía. Al sentir que sus brazos me soltaban, me puse de pie rápidamente y tendí mi mano hacia ella para ayudarla a ponerse de pie. Una vez hecho esto, ambas salimos del baño y Zvetlana estaba mirándonos atentamente.
—¿Está todo bien?— preguntó desde su silla contra una pared del salón.
—Así es— dijimos Audrey y yo al mismo tiempo.
—Me alegra que sea así— Nuestra instructora se puso de pie, y después de que Audrey me sonriera, se alejó sentándose junto a los demás. Zvetlana se acercó al centro del salón y nos dijo a todos que fueramos a la barra. Caminé hasta ella y quedé detrás de Alexander.
Qué sorpresa.
Calentamos durante un rato, luego comenzamos los ensayos con una pequeña parte del prólogo donde yo tenía que bailar detrás de todos, completamente desesperada.
Una vez terminada la clase fui al baño donde comencé a cambiarme. Tomé mi teléfono en la cabina del vestier y comencé a mensajear a mi padre durante un rato. El tiempo se pasó demasiado rápido y había olvidado que estaba aún en el estudio. Me quité mis zapatillas para tomar mis sandalias y salir del baño, donde me encontré de sorpresa a Alexander, parado frente a la puerta del salón de baile totalmente solo, con las luces apagadas.
—Buenas noches, Alex— dije poniendo los ojos en blanco mientras caminaba hacia la puerta.
—Muñeca, espera...
—Adiós— dije, pero no pude seguir caminando ya que sentí sus fuertes brazos rodear mi cintura.
—Quiero hacerte mía nuevamente— susurró en mi oído para luego morder el lóbulo de mi oreja.
—Alexander, suéltame.
—¿Por qué?— dejó un beso húmedo en mi cuello, lo que hizo que un escalofrío recorriera toda mi columna vertebral.
—Alexander, maldita sea, que me sueltes.
Al parecer no tenía ninguna intención de soltarme, así que lancé mi talón trasero directo a su entrepierna.
—Maldita sea— se quejó mientras me soltaba, y yo me daba la vuelta para mirarlo a los ojos. Aún estaba dramáticamente cerca. —Me gusta que te pongas ruda. Inmediatamente tomó mi rostro con sus dos manos y unió nuestros labios, presionando los suyos contra los míos. Ahogué un grito y traté de alejarme, pero al no poder hacerlo, le di una fuerte bofetada.
—Idiota— dije enojada mientras me daba la vuelta y caminaba hacia la puerta.
Sentí que su mano rodeaba mi muñeca y me di la vuelta levantando mis cejas.
—¿Qué rayos quieres, Alexander?
—Lo siento, lo hice otra vez— dijo, rascando la parte trasera de su cuello.
—¿Qué?
—Me dejé llevar por mis hormonas.
—Bien por ti— sonreí sarcásticamente y me di la vuelta, pero él me detuvo nuevamente.
—Sophianna, soy ninfómano.