Capítulo 2.

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Aunque estaba muy oscuro porque las luces estaban apagadas y eran las ocho de la noche, pude ver todo con claridad gracias a las luces de afuera que entraban por la ventana.

Peter soltó un gemido y puso las manos en el trasero de Alexander, y de repente abrió los ojos y me vio. Se separó inmediatamente del pelinegro, y se puso de pie junto a él, rascándose la nuca.

—¿Qué pasa?— preguntó Alex, dándose la vuelta lentamente. Levantó las cejas al verme y carraspeó un par de veces. —Ah, ya veo...

Peter siguió rascando su nuca unos segundos más antes de hablar.

—Lo siento, no puedo— dijo, antes de alejarse caminando lentamente. 

—Peter, por favor...— suplicó Alexander.

El chico rubio tomó su camiseta, que estaba tirada en el suelo, se la puso rápidamente, y salió de la sala caminando sin decir nada más.

—Por Dios...— suspiró Alex, mirando la puerta por la cual había salido Peter, para después volver su mirada a mí. —Muñeca, ¿te importaría darme un poco de privacidad?

—Alex, en serio lo siento, yo no quería...

—¿Acaso estás siguiéndome?— preguntó con una sonrisa divertida.

—No, claro que no, es sólo que...

—Es broma, no te preocupes— rió suavemente, y pasó una mano por su cabello. —¿Estás ocupada esta noche?

Puse los ojos en blanco, y me di la vuelta.

—Adiós, Alex, hablaremos luego. 

—Hermosa, por favor... Ven a mi casa, ¿sí? Mis padres no están, y me siento muy muy solo. Podríamos ver una película o algo... 

Sonreí al escuchar su propuesta, y sentí como el rubor subía a mis mejillas con aquel cumplido. Me di la vuelta, y lo miré a los ojos.

—Claro, vamos.

Él sonrió, y se agachó para recoger su camisa. Una vez que se la puso, se acercó a mi, y rodeó mis hombros con su brazo izquierdo. 

—Así que bailas desde hace dos años...

—Así es. Ha sido mi sueño desde que tenía seis años. 

—Eso es muy lindo. Espero tener el honor de bailar contigo algún día. 

—Qué gracioso, Matthews. 

Él rió suavemente, y respondió.

—Lo digo en serio, bailas muy bien. 

Ambos salimos de la sala, y llegamos hasta las escaleras, las cuales bajamos lentamente.

—Pues... gracias.

Él sonrió y cuando bajamos totalmente las gradas, abrió la puerta, y salió del estudio después de mi. Un taxi pasó frente a nosotros, y él extendió su mano libre hacia éste. El vehículo se detuvo, y abrió la puerta para que entrara primero. Le agradecí, y una vez adentro, él subió al taxi y le indicó al conductor su dirección. 

Durante el corto trayecto, que duró aproximadamente cinco minutos hablamos sobre la nueva profesora, y las nuevas coreografías que había puesto en nuestro plan de estudios para la presentación final. 

Una vez que le pagó al conductor, abrí la puerta y bajé del auto, y una vez que él hizo lo mismo, caminamos hacia la puerta de su casa. Él sacó una llave plateada de su bolsillo, y abrió la puerta.

—Bienvenida— dijo, haciéndose a un lado para dejarme pasar.

Entré a la casa, y él cerró la puerta una vez adentro, y se acercó a la pared para encender la luz. Observé todo atentamente y levanté las cejas: un par de sofás forrados en cuero blanco con cojines de terciopelo púrpura, una mesa de centro negra, con un jarrón blanco y una decena de rosas rojas allí, debajo de una gran lámpara de araña. Al fondo se podía ver una gran chimenea, detrás de un grupo de sillas blancas.

—Tienes una linda casa.

—Gracias— respondió él, y antes de que me diera cuenta, tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos, y comenzó a correr hacia las escaleras en forma de caracol.

Sentí un cosquilleo en el estómago escaleras arriba debido al contacto de nuestras manos, y subí riendo junto a él. Una vez arriba, me condujo hasta una habitación, y supuse que era la suya. Abrió la puerta y entró rápidamente, encendió la luz y me indicó que entrara. Tenía una cama muy ancha, paredes blancas, un televisor plasma en una de las paredes, un par de cuadros abstractos coloridos y un par de poofs rojos. Al parecer le gustaban mucho los colores. 

Cerró la puerta, y se sentó en el borde de la cama, dando un par de palmadas a su lado, indicándome que me sentara junto a él. Obedecí, y me senté allí, mirándolo atentamente. Él dejó escapar un poco de aire ruidosamente por su nariz, sonrió de lado, y puso una mano sobre mi rodilla. Miré su mano, levemente sorprendida, y levanté una ceja, para volver mi mirada a sus ojos nuevamente. 

—Me encantas, Sophianna. 

Comenzó a subir su mano lentamente hasta mi muslo, acariciándolo suavemente con la palma de ésta.

—Alexander...— repliqué, mirándolo. —No me siento lista...

—Shh... 

Se acercó lentamente a mi, y con su mano libre comenzó a jugar con mi cabello. 

—Alex, en serio...

Antes de que pudiera decir algo más, sentí sus labios presionados sobre los míos. 

Espero que les guste :) No olviden dejar su opinión, muchas gracias por leer :D 

The Ballet Guy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora