11) Intoxicadas: Diana y Chariot

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25 de diciembre de 2007
Narrador omnisciente

El salón de la mansión Cavendish estaba lleno de las familias pertenecientes a la nobleza y a la burguesía que tenían una estrecha amistad con la familia de brujas, que hablaban entre sí de temas triviales y disfrutando la fiesta que Bernadette había organizado. Un pequeño Andrew estaba molestando a una joven Diana, quien estaba sentada en una silla moviendo sus piernas en el aire ya que no alcanzaba el suelo.

"Y dime Diana, ¿cómo es eso de ser, supuestamente, la descendiente de una bruja muy importante y reconocida pero no ser capaz de hace magia?"- Decía en un tono burlesco y con una sonrisa arrogante. Se ajustó la pajarita azul que llevaba y metió las manos en los bolsillos de su pantalón negro. La pequeña no le respondió, es más, le ignoró en su totalidad y eso molestó al chico.

"Oye, no hace falta que seas borde... Si no vales ni para hacer magia no es mi culpa."- Sus palabras dolían tanto como echar limón a una herida abierta. Con lágrimas en sus ojos, Diana se bajó de la silla y se puso delante suya, siendo ligeramente más baja que él.

"Si vas a seguir diciendo estupideces, mejor cállate."- Susurró mirando al suelo, saliendo corriendo hacia donde estaba su madre. Andrew se cruzó de brazos en el sitió, subió su cabeza y la miró con arrogancia. No era secreto alguno, se llevaban como el gato y el ratón y nadie podría cambiar eso por mucho que lo intentaran.

Antes de que Diana llegara junto a su madre, Bernadette ya se había arrodillado un poco para abrazar a su hija. El parecido entre las dos era abrumador, tanto que la pequeña parecía una copia en miniatura de la Cavendish mayor. "Diana, cielo, ignórale... Los niños pequeños suelen ser así. Eres muy inteligente y vales más de lo que te podrías imaginar, te quiero."- Susurró dándole un golpecito en la nariz, haciendo que la pequeña se pusiera a reír para después contestar 'yo también te quiero mamá.'

Pasaron dos horas y la fiesta seguía en pie. Bernadette estaba más pálida que de costumbre y apenas había probado bocado en la cena, cosa que preocupó a la servidumbre y a su hija. En un momento dado, Bernadette cayó al suelo, con su mano en el lado izquierdo de su pecho con algo de fuerza, el ceño fruncido y los ojos cerrados.

"¡Mamá! ¿Qué pasa?"- La pequeña Diana se arrodilló delante de su madre, mirándola con miedo y preocupación. No comprendía lo que estaba pasando, pero sabía que odiaba ver a su madre sufriendo de esa manera.

"Diana..."- Bernadette abrió los ojos y puso una de sus manos en la mejilla derecha de su hija.

"Te quiero."- Susurró, lágrimas saliendo de sus ojos pero con una sonrisa en el rostro. Pocos instantes después, la luz de Bernadette Cavendish se extinguió, y cerró sus ojos por última vez y de manera definitiva.

La pequeña Diana lloró a la vez que la servidumbre trataba de llevársela lejos de ahí para que los médicos pudieran evaluar la situación aunque supieran que en el hipotético caso de que siguiera viva, sería cuestión de tiempo que volviera suceder lo mismo.

17 de marzo de 2008

Chariot estaba saliendo de una de las clases con el uniforme manchado de unas sustancias parecidas al barro, pero que seguramente no lo eran y la pelirroja lo sabía. Acababa de terminar su detención con Luckic y lo único que quería era irse a su habitación, quitarse el uniforme, ducharse, ponerse algo cómodo e irse con su novia.

"¿Uh? Pero bueno, bueno, bueno... Mirad lo que tenemos aquí... Nada más ni nada menos que Chariot Du Nord."- Helena se acercaba a ella poco a poco seguida por su grupo de amigas. Tenía una sonrisa amplia en la cara, la cual se parecía la del gato de Cheshire. La pelirroja se alejó un poco. "¿Dónde has dejado tu guardaespaldas? No te creía tan valiente como para ir a algún lugar sin ella."- Dijo y todas las demás se rieron.

Confía en mí (Diakko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora