PRÓLOGO.

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Una chica. Una hermosa chica me estaba besando. Desde que pegó sus labios con los míos, no había podido mover ni un dedo. Estaba completamente paralizado.

- ¿Joel? -preguntó, cuando se percató de que yo no había hecho ni dicho nada.

- ¿S-sí? -tartamudeé.

- ¿Podemos ir a otro lado? -preguntó, mientras me miraba segura; aunque sus mejillas estaban un poco coloradas, dándome a entender que estaba apenada.

Noooooooooooooooo.

- Claro. -tomé su muñeca con delicadeza después de unos segundos de pensar a dónde ir.

Decidí llevarla a mi dormitorio. Era una de esas veces que tienes una oportunidad; y pase lo que pase, no la puedes dejar ir.

Caminamos un rato por los grandes y verdes jardines del campus, siempre tomados de la mano a pesar de saber que a mí me sudaban bastante. Al llegar al 15 A, coloqué las llaves en la cerradura para poder entrar.

- ¿En verdad quieres esto? -escuché, sintiendo su aliento muy cerca de mí al abrir la puerta.

- ¿Quién no lo querría? -una sonrisa de alivio se posó en su cara, contagiándomela.

En verdad, ¡¿quién en su sano juicio no querría estar con ella?!

La dejé entrar primero, y pude ver por detrás su hermosa figura femenina; la parte de su espalda estaba desnuda, por el vestido. Era la espalda más hermosa que había visto.

Traía un vestido rosa pastel pegado, que resaltaba mucho sus curvas; y el cabello recogido en un moño. Se veía realmente preciosa.

¿En serio esta belleza está ahora conmigo?

Después de darle un pequeño chequeo a la habitación, se detuvo frente a mí y sentó en mi cama; nuestras miradas volvieron a cruzarse. Caminé hacia ella, y la tomé de la mano, atrayéndola un poco hacia mí para que se levantara. Cuando estuvimos frente a frente, ella tomó gracias a Dios la iniciativa y me besó. Esta vez, pude reaccionar y moví mis labios en sincronía con los suyos. Mientras el beso avanzaba, fui tomando un poco de confianza bajando mis manos hasta sus caderas. Ella rodeó mi cuello con sus brazos.

El beso también fue tomando intensidad poco a poco. Hallé la cremallera de su vestido en la parte de su espalda baja, y la bajé completamente; recorrí su espalda desnuda y realmente me impresionó su piel tan suave y cálida. Bajé las cintas de diamantina que cubrían sus hombros y el vestido cayó al suelo. Sentí que me desmayaría al verla en ropa interior. Usaba un brassier color piel con tiras de plástico y pantis del mismo color, con encaje y unas medias. La admiré completamente.

Y pensar que hacía unas horas no sabía ni besar.

Quitó mi saco y tirantes de un jalón, tiró de mi corbata hasta tenerme a un centímetro de distancia; me besó con una intensidad impresionante. Desabrochó mi camisa y admiró por unos micro segundos mis pectorales levemente marcados.

Era mi turno. Sin dejar de ver su boca, coloqué mis manos en la espalda que conocía de hacía poco desnuda, encontré los broches del brassier de plástico que traía para que no se notara con la espalda desnuda, y me deshice de ellos, sorprendiéndome. Nunca antes lo había hecho.

- E-espera. -dijo, tomando en sus manos el brassier desabrochado y cubriendo su pecho.

- ¿Hice algo mal? -pregunté, a punto de entrar en pánico.

Por favor di que no, por favor di que no.

- N-no. -se ruborizó un poco- Es sólo que nunca nadie me ha visto desnuda.

- Tampoco a mí. -al parecer, le causó gracia lo que dije. La vi tomar fuerza y dejó caer el brassier. De nuevo, la admiré completamente.

Se arrodilló ante mí mientras pasaba sus manos por todo mi torso. Cuando llegó a mi pantalón, lo desabrochó y lo bajó hasta que sólo quedé en bóxer.

Dios, ¿en serio está pasando esto?

La tomé por debajo de sus brazos y la detuve frente a mí, y la besé, la besé, la besé y de nuevo la besé.

Es impresionante cómo puedes aprender tan rápido a besar.

Dejé caer con suavidad su cuerpo en la cama y me coloqué sobre ella. Fueron varios minutos de sólo besos, hasta que sentí que había llegado la hora; encontré un preservativo en el buró de Dante y con astucia logré abrirlo. Fue un poco difícil colocármelo; porque por enésima vez, ERA MI PRIMERA VEZ DE TODO. Sentí la mano de aquella chica posarse en mi mejilla con la ternura que la caracterizaba. Ahora fue ella la que se acercó a besarme, dejándome sin respiración. Se separó y mordió su labio inferior con suavidad, poniéndome al cien. Me acerqué a ella rápidamente y mordí aquel labio tan carnoso, haciéndola gemir un poco.

Voy a estallar.

No me pude resistir más, así que entré en ella sin dejar de besarla y al sentirme, dejó de besarme para dar un grito de dolor que realmente me excitó.

Nunca olvidaré esto.








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Menos mal que existes (y no tengo que imaginarte).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora