Sexta Carta

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Un corazón roto

Llegué al lugar con 25 minutos de anticipación, quería verme bien, quería sorprenderla. Quería ser importante para ella.

Llevaba puesto un vaquero negro con zapatos deportivos rojos y una camisa blanca de manga corta, muy bien planchada.

Me había peinado con tanto decoro, que si un estilista me hubiese visto. Se hubiera preguntado el nombre del salón donde me habían hecho el peinado. Me había rociado la loción que mi madre me había regalado en mi cumpleaños. Quería que ella recordara mi aroma cuando tuviera que marcharme. El sol era fute, aun a pesar de ser las 4. Pero en Castellón el sol no sabía de horas y simplemente le importaba reinar. Sudaba a grandes gotas y me refugié en diferentes lugares. Primero debajo de la sombra de un árbol con una copa muy espesa y alta. Pero pensé que, si ella llegaba, yo no sería lo primeo que vería cuando pusiera un pie en el parque Así que me paré debajo de un pequeño pino, haciéndome tan pequeño como pude para que su sombra me protegiera del sol. Pero mi cabeza permanecía descubierta. Era un calor infernal. Me picaban los brazos y sentía las gotas de sudor deslizarse por mi espalda. Pasados 20 minutos, busqué una florecilla silvestre en los jardines del parque y encontré una margarita, quería recibir a patricia con un pequeño detalle. Pasaron 5 minutos y se completó la hora, pero ella todavía no estaba allí. Era normal que se tomara un par de minutos para llegar.

Las manecillas del reloj caminaban sin detenerse, marcaron las cuatro con cinco, las cuatro con diez. Las cuatro con veinte y posteriormente las cuatro con treinta. Le escribir un mensaje a las cuatro treinta y uno peo no me respondió. Le escribí otro mensaje a las cuatro treinta y cinco, pero tampoco recibí una respuesta. Le llamé a las cuatro cuarenta, pero tampoco respondió mi llamada. Para las cinco de la tarde le había mandado ya ocho mensajes y le había dejado cinco llamadas.

Era obvio que Patricia no me respondería sin importar lo que estuviese haciendo. ME dolía el corazón, la idea de que Patricia ya no me quisiese me mataba lentamente. Pero a las cinco con treinta y siete, recibí su tan esperado mensaje. "No pude llegar, tuve que ocuparme de otro asunto. Lo siento. Entonces, le escribí que me dijera donde estaba. Que yo llegaría a donde ella estuviese y que no se preocupara, que yo entendía que algo le hubiera surgido. Pero eso era dar por hecho que Iris me perdonaría tomarme más tiempo de descanso del que me había autorizado. Y ya tenía 5 mensajes suyos, pidiéndome que me comunicara con ella porque me había excedido 15 minutos de mi tiempo de descanso.

ME llamó cinco minutos después.

- ¿Dónde rayos estás? - Me preguntó.

-Patricia no llegó. - Le dije

-Oh. - Contestó.

-No te vayas, llego enseguida. - Se tardó 10 minutos en llegar.

El taller estaba del otro lado de la ciudad, pero se las había arreglado para llegar en tan solo diez minutos. Debió haber manejado como el mismo diablo, pero lo importante era que allí estaba. - ¿Qué ha pasado? - Me preguntó al verme.

-Me dijo que le había surgido algo más. - Pero me tomó la mano con la que sostenía aquella florecilla y me la quitó para ponérsela en el bolsillo frontal de la chaqueta de mezclilla que llevaba puesta,

Sonrió y me pidió que me subiera a la moto. No dijimos una sola palabra durante el camino y manejó tan rápido como pudo. Se detuvo dos cuadras antes de la mansión Amati y no me dijo absolutamente nada al bajarnos. Se metió a una tienda de conveniencia y yo me apresuré para encontrar a patricia.

Al llegar a la entrada me encontré con un par de muchachos de la guardia. Me preguntaron cómo estaba y luego me dejaron pasar. El lugar estaba un tanto vacío, pero me dirigí a la cabaña para saber si alguien conocía el paradero de Patricia. Sin embargo, los muchachos que se encontraba allí me mandaron de regreso, indicándome que patricia no estaba por el lugar y que era mejor que me marchara. Pero en mi desesperación, decidí entrar a la mansión Amati y buscar entre sus habitaciones. No obstante, antes de cruzar el recibidor logré escuchar un cotilleo en la parte trasera de la casa. Caminé hacia la puerta trasera y antes de poder tocar la perilla. Me abordó Isaac, uno de los muchachos de mi rango que había conocido en la cabaña. Era blanco de mi estatura y tenía un cabello rubio muy brillante.

Ámame Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora