En algún lugar del mundo, varios meses atrás.Mia se sentía tan adolorida que le pidió a su hermano que se detuvieran para intentar recuperarse. La cirugía ya tenía algunas semanas y aunque no tenía permiso de hacer esfuerzos, estaban caminando porque no tenían dinero para un taxi. La visita al médico había sido demasiado agotadora como para llorar, porque incluso para sufrir hay que tener algo de energía y no le quedaba nada. Se enroscó en su cama apenas llegaron a casa y dejó que el sueño se la llevara.
Dormir siempre había sido su actividad favorita, la liberaba de las preocupaciones y sufrimientos, pero hasta el sueño se había tornado en un mezquino en los últimos años, ya no podía dormirse con la facilidad de antes y era evidente que no le proporcionaba el mismo descanso. Abrió los ojos y la oscuridad de la ventana le indicó que ya había anochecido, no se sentía con ánimo de levantarse a pesar de que le sonaban las tripas. El hermoso rostro de su madre se asomó en la puerta de su habitación y sólo eso fue suficiente para sentirse mejor.
—Cómo estuvo la visita al doctor?— le preguntó Adriana mientras depositaba un tierno beso en su frente.
—Dice que estoy recuperándome de acuerdo a lo esperado, pero que aún no puedo hacer muchos esfuerzos—
—Me dio estos medicamentos para el dolor y dijo que este aceite es lo mejor para borrar la cicatriz— haciendo una mueca y levantando un pequeño papel.
Unos minutos después Adri volvió con una bandeja de alimentos y Mia se los comió con el corazón contento escuchando lo sucedido en el trabajo de su madre. Era cierto que su vida había estado llena de momentos tristes, pero se había sobrepuesto de cada una de las dificultades. Había aprendido a disfrutar de las cosas sencillas de la vida y sabía perfectamente Quién guiaba sus pasos. La paz de su corazón le permitía siempre portar una hermosa sonrisa. Sólo unos meses más y volvería a sentirse completamente sana.
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El aeropuerto ese día en especial era una completa locura, febrero era casi tan frío como diciembre y estaba en uno de los países más prósperos del mundo, había sido testigo de primera mano de un estilo de vida que ella no concebía posible y eso significaba que ningún tipo de clima detenía las actividades.
Parecía como si todo el estado hubiese planeado escapar del invierno y eso explicaba tanto alboroto.Su situación no era tan aventajada como la de ellos, tenía como destino el país más austral de Sudamérica después de haber pasado un mes y algo con su adorada hermana que había conseguido una beca de estudios, un año lejos de casa la tenía demasiado triste y Mia supo que tenía que viajar. Había estado ahorrando para pagar la deuda de la universidad, pero su hermana estaba la necesitaba y era la prioridad.
En un par de días cumpliría treinta y cuatro y si era franca consigo misma se sentía decepcionada de cómo se habían tornado algunas cosas en su vida. Le dolía no haber podido terminar la universidad, especialmente ahora que su padre estaba enfermo. Tenía un vuelo lleno de escalas porque estaba de oferta, pero así se demorara en llegar una semana a su casa se sentía agradecida de haber pasado tiempo con su hermana. Mia sabía por experiencia lo difícil que era estar sola en un país extraño, alejada de la familia y las costumbres, pero estaba segura que Saby iba a sobreponerse. No sabía con certeza que haría una vez que regresara a su ciudad, pero la prioridad había sido ayudar a su hermana y ya vería que hacer cuando estuviera de vuelta.
Luego de cuatro horas de viaje, tenía que tomar otro avión en Atlanta y le esperaban al menos 9 horas más. Eran las 4 am y lo mejor que podía hacer era recostarse e intentar descansar. Después de varias horas de descanso la sobresaltó la voz de un hombre pidiendo ayuda, su inglés no era perfecto, pero no había que ser un experto para reconocer la palabra "help"
Revisó su teléfono y eran las seis y media y todavía no circulaba mucha gente, a pesar de eso le costó identificar de dónde venía la voz angustiada, los pasillos estaban llenos de carros con maletas y personas recostadas, revisó frenéticamente entre las sillas del aeropuerto hasta que encontró a un hombre mayor tirado en el piso.
Corrió hasta su lado, se veía confundido y reconoció los signos de un accidente cerebro vascular. Llamó de inmediato a emergencias y aunque en el pasado había recibido formación en el área de la salud, no era mucho lo que podía hacer. La ambulancia llegó rápidamente, tomaron las que parecían sus pertenencias y lo vio alejarse rodeado de personas. Las cosas pasaron tan rápido que aún sentía la adrenalina corriendo por su cuerpo. Esperaba que ese hombre pudiese recuperarse, pero sabía que jamás se enteraría como iba a terminar la historia. Se sentó para intentar volver a la calma, la agobiaba un mar se sentimientos. Por mucho tiempo se había sentido como fracasada por no haber completado sus estudios, pero sabía perfectamente que había hecho todo lo posible.Un bolso de mano a su costado derecho le llamó la atención. Decidió abrirlo para descartar sus sospechas, pero lamentablemente un pasaporte australiano con la cara del hombre que se había llevado la ambulancia las confirmaron. Era su bolso de mano y contenía una billetera con un montón de dinero y otros asuntos personales. Corrió hasta el mesón de su aerolínea y consiguió cambiar su vuelo para el día siguiente. El personal del aeropuerto le dio información sobre el hospital más cercano y corrió por un taxi, que salió tan costoso que tendría que regresar caminando. Afortunadamente tenía las horas para hacerlo, no podía permitirse otro gasto como ese, pero entendía que ese hombre tendría grandes problemas sin su dinero y documentos.
Una vez en el hospital, preguntó por Owen Brown, según lo que vio en el pasaporte, le indicaron hacia donde tenía que dirigirse y se sentó en la acogedora sala de espera. El hospital público era muy distinto de los hospitales que había conocido en su vida, pero se sacudió esos pensamientos porque no quería recordar cosas tristes.
Estaba en medio de la cirugía y sólo le quedaba esperar. Revisó su bolso para tratar de encontrar información de la familia de Owen, encontró un celular y revisó el historial de llamadas. Mr. Brady era el contacto más frecuente y los demás nombres no parecían familiares.Mr. Brady era la mejor opción.
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Difícil de creer
SpiritualEvan se consideraba a sí mismo como un hombre no demasiado complicado. Estaba disfrutando de una etapa fantástica en su vida y no tenía motivos para sentirse infeliz: una carrera, padres, hermanos y amigos. Todo funcionando a la perfección. Y jus...