Capítulo 4 "Perth"

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Faltaba un poco más de una semana para su cumpleaños y decidió tomar unos días libres para viajar a casa de sus padres, sabía que su hermano estaba en el país, así que buscó el primer vuelo y le mandó un mensaje a su madre.
Estaba terminando de enviar unos documentos cuando los gritos de Claire lo hicieron correr hasta su habitación.

—¡Sal inmediatamente de ahí!—

Ava estaba metida en su maleta y apenas le cabía la cabeza y una pata.

—Sabes que puedo llevarte conmigo, pero los aviones no son exactamente tu lugar favorito— mientras pensaba en la última vez que viajaron a Perth.

Claire se negó a acompañarlo porque acababa de salir de un resfriado y se sentía cansada, con mucho esfuerzo lo convenció de que iba a estar mejor en casa y Evan se despidió asegurándoles que regresaría pronto.

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Harper y Blake también estaban en Perth y se sentía aliviado al ver a su hermana pequeña sonreír, el colapso de un mes atrás había sido causado por el estrés del hospital. Buena noticia para Blake, que se había salvado de morir.
Harper lo recibió con un abrazo, se veía radiante, aunque parecía distinta. No era un nuevo corte de pelo, ni tampoco el color, pero prefería no decir nada y evitar meter la pata, más tarde de seguro ella no se aguantaría y le contaría todo.

—Liam está en la piscina— le dijo adivinando sus pensamientos.

Fue hasta su antigua habitación dejó sus cosas y se cambió rápidamente para ir en dirección a la piscina. Estaba a punto de salir cuando la voz de Kevin lo alcanzó:

—Si yo fuera tu no cruzaría esa puerta—

Se detuvo en seco esperando una explicación, hasta que las voces chillonas provenientes de la piscina le hicieron comprender. Le debía una a su padre, lo miró con agradecimiento y se dio la vuelta sigilosamente esperando que nadie lo descubriese.

Amaba a su familia, pero su activa y exagerada vida social lo incomodaba. Era  obvio que la llegada de los tres había motivado una fiesta, pero ser acosado por mujeres toda la tarde no era parte de sus planes. Su aspecto no era un asunto que le importara, pero en ciertas ocasiones lo sentía como una carga. Se escabulló por una ventana y caminó hasta la playa con una tabla en su mano. Kevin lo alcanzó unos minutos después con Liam que parecía fastidiado de lo que sea que había en la casa.

—Te ves como un vagabundo con ese pelo largo— dijo Liam en un tono juguetón.

—Por lo menos no parezco estudiante de medicina con ese color pálido que traes— le respondió sacando una enorme carcajada su padre.

Esa fue una de las razones por las que no se dedicó a la medicina. No era del tipo de persona que puede estar mucho tiempo encerrado y alejado de la playa. Liam era médico igual que su padre y su hermana, estaba haciendo su especialidad en California y estuvo quejándose por mucho rato de los problemas de las olas del Océano Pacífico, afortunadamente se calló y pudieron disfrutar de las olas de esa playa que tanto amaba.

—No tienes que volver si no quieres— expresó Evan tratando de descifrar los asuntos de su hermano cuando lo vió una vez más sumido en pensamientos turbulentos.

En Australia había buenas universidades y algo le decía que esas quejas no tenían nada que ver con el mar. Varias olas después los tres se sentían totalmente libres de preocupaciones y sólo el hambre los hizo regresar. Se escabullieron y disfrutaron de unas enormes hamburguesas en el mesón de la cocina. Martha los atrapó a la hora del resumen de los eventos deportivos mientras comentaban acaloradamente el rugby.

—Llevo toda la tarde dando excusas por su ausencia— dijo con un tono intenso mirándolos fijamente especialmente a Evan.

—Es obvio que pasar la tarde en las olas era mucho mejor plan que un grupo de solteras rondándolos como aves de rapiña— le respondió Harper con una mueca divertida. Martha miró con frustración a Kevin, no se suponía que quería que los muchachos sentarán cabeza. Ella había invitado muchas amistades con jovencitas de buena familia y no entendía porque su marido les había ayudado a escapar.

—En media hora comienza la cena en el jardín y aunque ya se tragaron medio Burger King los quiero en la mesa bien vestidos y siendo amables con los invitados— espetó Martha echándoles una mirada de esas que sólo las mamás tienen.

La diversión se les había esfumado, pero al menos habían podido disfrutar de varias horas de tranquilidad. Media hora después ninguno se atrevió a contrariarla y se acercaron a la mesa tal como ella había indicado. Liam conversaba animadamente con el mayor de los Walton y Evan intentaba escuchar el parloteo incesante de la Señora Pemberton. Había decidido que era mejor escuchar a una anciana obsesionada con sus pavos reales que arriesgarse a caer en las manos de una de las locas que había invitado su madre.
Kevin estaba demasiado ocupado con su teléfono, había regresado hace unos días con el viejo Owen, que afortunadamente se estaba recuperando de su estadía en el hospital en Atlanta. Les había hecho pasar un buen susto.

Martha llamó a todos a la mesa y Evan se ubicó estratégicamente entre Liam y Harper, para infortunio de su hermano menor que quedó expuesto a una de las siniestras mellizas Kent. La rubia parecía desmayar con la idea de que Liam fuera médico, viviera en Malibú y tuviera esos pectorales que la tenían babeando incluso a pesar de la ropa. La indiferencia de Liam la hizo tomar medidas extremas y fingió un ataque de asma para asegurarse que el doctor de sus sueños le pusiera las manos encima. Harper decidió intervenir, acababa de terminar su residencia en enfermedades broncopulmomares y era la más indicada. La cara de la falsa barbie no tenía precio.

La menor de los Brady se reía con los ojos y Kevin decidió zanjar el asunto ofreciendo llamar un ambulancia, la palabra ambulancia hizo saltar a la rubia como un resorte y se recuperó con la misma rapidez con la que se había enfermado. El resto de la cena fue más tranquilo para Liam aunque todavía se veía algo alterado por el show al que había sido obligado a participar. Martha estaba distraída con sus amigas del club y Evan vio su oportunidad de escapar.

En su habitación, se sacó la camisa para estar más cómodo y se estiró relajado. Se sentía como un niño haciendo travesuras, de seguro Martha iba a molestarse, pero tenía como plan de contingencia, un desayuno en la cama y las flores favoritas de su madre. Ella no podría resistirse a sus encantos e iba a perdonarlo inmediatamente.

Estaba disfrutando del silencio y la paz hasta que la irritante voz de Alexa lo sacó de sus pensamientos felices y la espalda se le tensionó.

—¿No te enseñaron a no molestar en casas ajenas?—

Sabía que había soñado a un gruñido y que no estaba siento especialmente amable, pero no le importaba. Alexa era hija de una de las amigas de sus padres, había crecido rodeada de los privilegios reservados para los ricos y la conocía desde la escuela. Tenía un hambre insaciable por la atención y gozaba siendo cruel con los demás. Era atractiva para la mayoría, pero para él, sólo un ícono de mujer insufrible. En cualquier situación su carisma y belleza le garantizaba el mundo a sus pies, pero le obsesiona el único hombre que era inmune a sus encantos: el.

—¿Un año sin vernos y esta es tu bienvenida?—soltó ronroneando y apoyando su vulgar vestimenta contra la pared. Vulgar no por el precio de las prendas, si no por el ofrecimiento implícito que había detrás de sus movimientos.

—Las bienvenidas son para quienes estamos felices de ver y eso no aplica para ti, así que sal de mi habitación y no olvides cerrar la puerta—

Evan en su versión más joven, la rechazaba de forma educada, pero ella había agotado toda su paciencia. Caminó hasta la puerta para sacarla cuando el timbre de la casa sonó, ignorando el berrinche de Alexa se dirigió a abrir la puerta.

Difícil de creerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora