- Perdón- murmuró y me giró para salir del restaurant, pero al girarme me percató de que alguien me está llamando.
- ¡Hanna! - su voz, era como una daga que estaba siendo clavada en lo más profundo de mi corazón.
Dolía. Y mucho.
Había confiado en él. Me había entregado más que en cuerpo y alma a él.
- ¡Hanna! - escucho que grita mientras yo salgo del local. Me agarra la muñeca.
- Perdón - es lo único que digo. Y me suelto para llegar a mi coche.
No es más que encender el auto cuando ya he acelerado.
Las lágrimas salían desconsoladas y rebeldes de mis ojos. El agarre al volante se hacía más fuerte.
¿Por qué?
¿Por qué?
Era lo único que me cuestionaba.
No le era suficiente ella como para querer a alguien más.
¿Era la verdad lo que había presenciado?
¡Dios! Estaba de rodillas con un anillo en manos, delante de una chica embarazada, ¡se alegro cuando ella le dijo que si!.El sonido de mi celular me saca de mi sufrimiento por unos minutos hasta que veo de quien es la llamada.
Jack
Jacob Sanders, el causante de mis lágrimas, apago el celular y aparco frente a mi edificio.
Cuando entró al ascensor ni la música me molesta, algo más doloroso ocupaba mis pensamientos.
Jack.
"Puedes decirme jack"
Ingenua. Eso fui y soy pero no seré. No más.
Salgo del ascensor aún con algunas lágrimas en mis ojos y abro la puerta del departamento.
Evitó mirar la cocina donde lo vi sumamente atractivo haciéndome el desayuno. Voy directo a la cama. La cama en la que me hizo suya. La cama en la que me entregue a él. Me subo a esta y me tiro las sábanas encima.
Ningún sollozo había salido de mis labios hasta este momento.
Ahí, debajo del calor de mi cama. Junto al recuerdo de lo que paso hace pocas horas. Justamente, ahí caí en picada a mi sufrimiento.Lágrimas, dolor, sollozos y penas eran lo único que me acompañaba, que acompañaba a mi corazón.
La luz tenue de la lámpara me recordaba que era la realidad no un sueño sino una pesadilla.
El sueño se apodera de mi con cada lágrima que mis ojos dejaban escapar.
Me dormí, irónico, dormir en una pesadilla.
5:33 de la mañana. Mis ojos estaban puesto en el techo. Mis pensamientos puestos en él.
Mi corazón dolía. Dolía como si me hubiesen arrebatado lo más preciado. No como le quitan un juguete nuevo a un niño, o cuando te lastimas, no. Dolía como si alguien hubiese sacado mi corazón a sangre fría y jugará con el delante de mis ojos.
Dolía.
El mundo sigue Hanna.
Trataba de darme ánimos.
Olvidé el tema y decidí bajar a buscar mi celular.
- ¿Que te ha pasado Ann? - pregunta la Señora Simons mientras recibe el periódico.
¿Para qué una señora de 80 y tantos años quiere saber de deportes? Me pregunto.
- No he dormido bien - le digo y bajo por las escaleras.
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Perdón
Short StoryTal vez lo que presenciaron mis ojos era la realidad y no lo que quería ver mi corazón, él, el príncipe azul con el que nunca soñé y por alguna razón del destino llegó a mi. El hombre con el que había planeado un futuro, el que me había convencido q...