Escena #5

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La luz del sol naciente se filtró entre las persianas de mi cortina y bañó la habitación con su calidez.
Realicé un par de contorsiones con mi cuerpo para estirar los músculos aún adormecidos.
El reloj marcaba tan solo las siete de la mañana.
Puse mis dedos sobre el aparato de audición y mi corazón comenzó a revolotear dentro de mi pecho y una sensación de inseguridad golpeó dentro de mi cabeza.
"Y si todo hubiera sido un sueño, y si en realidad todo había salido mal y la operación fue un desastre que tan solo ahora comenzaría a dejarse ver".

Rodé la ruedita que subía el volumen con una lentitud torturadora y poco a poco mis oídos fueron llenos de los sonidos de la mañana, de las pequeñas aves, del timbre de las bicicletas que viajaban repartiendo leche y pan para el desayuno y de las diferentes alarmas que a lo lejos anunciaban la llegada de un nuevo día.
De repente, una melodía suave y elegante llegó a mis oídos para opacar todo sonido a mi alrededor.
La perseguí por toda la casa, busqué con desesperación un rincón donde, nada más pudiera oírse. Corrí por el pasillo, bajé las escaleras y me metí al antiguo estudio de papá. Me acerque a la ventana y la abrí de golpe.
Ahora aquel sonido que me había atraído hacia aquel lugar se escuchaba fuerte y claro.

Mordí mi labio inferior en un intento por contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos.
No podía creer lo que por fin escuchaban mis oídos...
¡Era música!
Alguien estaba tocando un piano.

Tu SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora