Tokio

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Soltó un quejido al darse cuenta de que era hora de levantarse. Sentía que apenas había dormido. Estiró su mano para alcanzar su celular, pero no lograba encontrarlo, se estiró un poco más pero lo que logró fue caer. Pero duermo a menos de 10 centímetros del suelo... Quitó las sábanas que lo cubrían para tomar asiento.

Esa no era su habitación. Él no tenía un escritorio tan genial, ni montones de lápices, ni un librero repleto de libros, mucho menos tenía ese talento para dibujar los paisajes que estaban en las paredes, además ¿con qué pagaría un aire acondicionado? ¿Y ese uniforme que lucía tan caro?

—¿Dónde...? —abrió los ojos como platos mientras llevaba una mano a su garganta. Esa no era su voz.

Bajó la mirada. Carajo. Tampoco era su cuerpo. Pasó su manos por toda su extensión tratando de encontrar algo familiar, pero nada. Soltó un grito antes de levantarse. ¿Dónde hay un espejo cuando lo necesitas?

De alguna manera encontró el baño y ahí encontró lo que necesitaba. Mierda, ese no era su rostro. El cabello de aquella persona era oscuro, tenía lunares en sus mejillas y su cuello, además de que había una gasa en su mejilla izquierda. Al tocarla, sintió un relámpago de dolor.

—Dylan, ¿ya te levantaste? —se sobresaltó al escuchar una voz decir eso.

Fue a buscar quién estaba hablando. Se encontró con un hombre en lo que parecía ser un pequeño comedor, en la mesa tenía una tableta electrónica, un celular y un café.

—Te tocaba hacer el desayuno, ¿no? —dijo —¿Te quedaste dormido?

Thomas no sabía que responder, así que dijo lo más coherente que se le ocurrió.

—Lo siento.

Pero aquel hombre lucía confundido por esa respuesta.

—Voy a salir —dijo mientras recogía sus cosas —. Termínate la sopa. No faltes a la escuela, aunque llegues tarde. Te veré por la noche.

—Que tengas buen día —susurró.

En cuanto aquel hombre salió, se dió cuenta de que había algo de desastre en el departamento. Esto era tan raro, el sueño más raro que ha tenido. De pronto escuchó el sonido de su celular, era un mensaje.

—¿Quién es Jacob? —preguntó confundido mirando la pantalla del aparato.

Pese a todo, decidió seguir la corriente del sueño. Desayunó algo, se cambió y se preparó mentalmente para salir. Esto es demasiado real...

Sentía sus mejillas arder en todo momento, abrió la puerta para irse aunque no avanzó mucho porque frente a él, se veía una vista espectacular. Montones de edificios muy altos, la luz del sol se reflejaba en sus cristales; alcanzaba a ver vías de tren, además de mucha gente. Definitivamente tenía que ser un sueño.

A cada paso que daba, se estaba dando una idea de dónde estaba, y llegó a una conclusión: estoy en Tokio.

Fue toda una odisea lograr llegar a la escuela, pero aún sería una odisea más grande encontrar su salón. La escuela era malditamente enorme y no conocía a nadie. Se asomaba con temor en cada salón esperando que alguien lo reconociera a él, aunque no se hubiera esperado que un brazo pasara por sus hombros.

—Con que llegando a mediodía, ¿eh? —dijo divertido aquel chico. Solo pudo balbucear en respuesta —Además ignoraste mi mensaje.

—¿Eh? ¿Jacob?

—¿Ya no te acuerdas de mí? —bromeó —Vamos, Ki Hong nos espera.

No sabía a quién se refería, pero no tenía más opción que seguirlo y seguir con la rutina. Subieron hasta el piso más alto, donde había una cancha de baloncesto y de hecho había gente jugando. Se encontraron con otro chico quien parecía también parecía extrañado por su comportamiento.

—¿Cómo que te perdiste camino a la escuela? —preguntó Ki Hong.

Asintió apenado.

—Es que... a los chicos de Tokio les gusta le diversión, ¿no?

—Suenas muy raro —dijo Jacob.

Todo era tan extraño. De hecho siguió quedando en vergüenza porque olvidó su almuerzo, aunque sus amigos fueron muy amables en compartirle. Por otro lado, cuando lo invitaron a un café, no pudo evitar aceptar de inmediato, incluso sentía que le brillaban los ojos.

Fue una de las experiencias más fantásticas del mundo, los postres eran riquísimos, aunque muy caros a su parecer. Pero era un sueño. ¿Qué podía perder? Los chicos que lo acompañaban no dejaban de parecer confundidos.

Sin embargo el sueño se convirtió en pesadilla cuando su celular le avisó que iba tarde al trabajo. Tuvo que preguntar a Jacob y Ki Hong dónde trabajaba, lo cual no hizo más que sorprenderlos. Que vergüenza.

Era un maldito mesero de un restaurante elegante. Un trabajo muy demandante, no lograba recordar ni siquiera cómo se escribían algunos de los platillos, no sabía cuál mesa era cada una, a veces se equivocaba de mesa y entregaba otro platillo. Solo quería que la pesadilla acabara.

Sin embargo, las cosas lograron empeorar.

—¡Hey! Mesero —llamó un cliente, así que no tuvo más opción que acudir al llamado.

El sujeto le mostró que en su comida había un palillo, el cual quería usar como excusa, estaba exagerado diciendo que pudo morir atragantado. Intentó decirle que no hay palillos en el restaurante, pero eso hizo enfurecer al cliente. Por suerte, una chica llegó para ayudarlo.

Más tarde, cuando ya sólo quedaba limpiar el lugar para volver a casa. Era el momento ideal para agradecer.

—Eh... Señorita Kaya —dijo acercándose, la chica era guapa: cabello oscuro y piel clara que hacían lucir más sus bellos ojos azules —, gracias por la ayuda.

—No hay de qué —le sonrío —, ese tipo nos puso una trampa.

Estaba por replicar cuando alguien habló.

—¡Kaya! Tú falda —advirtió otra chica.

Kaya descubrió que su falda había sido rasgada y sabía que era obra de aquel sujeto. Por suerte, él sabía algunas técnicas de coser y pudo dejar remendada la prenda con un lindo bordado.

Esa noche logró algo que todos los demás meseros hubieran deseado: ir a la estación de tren con Kaya.

Suspiró acostándose en la cama una vez en casa. Había sido el sueño más raro de su vida, pero lo que más le extrañaba es que era tan real. El celular de la persona contenía tanta información personal que no lo creía, incluso descubrió que tenía un diario y con las fotos de su galería, dedujo que tenía un amor no correspondido con Kaya, además de que envidió un poco la vida en Tokio al ver fotografías del chico teniendo diversión con sus amigos y comiendo comida que a la vista era deliciosa.

No estaría mal infórmale que hubo un progreso. Comenzó a escribir en el diario contando lo que había pasado con Kaya, después fue hora de acostarse y el día terminó.

Your name (Dylmas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora