Callarme con un beso

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                                                                                                  5/6/2014

Recuerdo un día que soñé que me besabas. 

Bueno, ha sido más de uno, pero el primero fue el más mágico. En cuanto me desperté, escribí sobre ello.

A pesar de ser un sueño corto (iba como a cámara rápida), me dio para escribir bastante. Claro, que me desperté llorando porque no había sido real y no lo iba a ser, pero ese sueño mereció las lágrimas. Tú lo merecías todo, siempre ha sido así. 

Eras, aun sin tenerte, lo mejor que me había pasado. Porque, al fin y al cabo, no se conoce a alguien que te cambia la vida todos los días.

"Anoche soñé con esos labios tuyos pegados a los míos. ¿A qué fruta fresca sabrán realmente? Algún día lo descubriré. 

Mi monocromático sueño, en blanco y negro, observando atentamente la esencia de las cosas, lo profundas que se ven con tan solo dos colores, sin distraciones chillonas, solamente tú y yo.

A pesar de tan poco color, los luceros de tus ojos nos iluminaban dulces como la miel y tan profundos como esa noche, al igual que el silencio que abarcaba el medio del océano que divisábamos desde el punto en el que estábamos. 

Simplemente ambos nerviosos de la mano, intercambiando miradas, tu sonrisa nuestro sol y tus labios las nubes enmarcándolo, como si fuese el protagonista principal de la imagen (y, realmente, lo era. No hay nada más bonito que tu sonrisa).

Nuestras risas rompieron el silencio. No eran por nada, no por incomodidad, únicamente era por el momento tan esperado para ambos, tantas ilusiones hasta ese momento, tantas cosas que esperábamos y que al fin eran posibles, que, al fin, después de a saber cuánto tiempo, se cumplían. Nuestras manos se entrelazan y dejamos de estar sentados, para tumbarnos. Me acurruco junto a ti, de lado, con mis manos en tu pecho y tú, como si quisieras protegerme de cualquier cosa, rodeas mis hombros con tu brazo. Sonrío nerviosa; sonrío por ti. 

Tras unos minutos (u horas quizás, contigo pierdo totalmente la noción del tiempo) en esa postura, me coges con ambas manos de la cintura y me colocas encima tuya, cosa que no importa, ya que estamos solos, en donde sea que estemos. 

Comienzas a acariciarme el pelo; yo floto sobre una nube y comienzo a dormirme.

Con muchísima delicadeza, giras mi cabeza y la acunas entre tus manos, poco a poco, lentamente, sintiéndolo de verdad y con mucho nerviosismo, consigues decir lo que querías:

-Te quiero, ¿vale? Te quiero y nunca dejaré que sufras, nunca dejaré que te vayas de mi lado, porque eres lo mejor que me ha pasado, y lo sabes, quiero decírtelo por el resto de nuestras vidas. Quiero que seas mi chica por siempre, ¿vale, pequeña?- continúas acariciándome el pelo y yo, derretida por tus palabras, sonrío como una tonta.

No sé que contestar, simplemente te miro a los ojos y consigo susurrar algo, que no creo que entiendas:

-Yo también te quiero... 

En contra de lo que yo pensaba, me escuchas, y me avergüenzo, a la vez que me alegro, porque ahora sabes realmente lo que siento, sabes perfectamente lo que quiero y creo que, con la mirada que te dirijo, ya lo has adivinado. Espero no equivocarme. 

Nos miramos a los ojos unos segundos y, tras ellos, comenzamos a intercalar las miradas entre los ojos y los labios del otro. Durante varios segundos me pierdo en tus labios, dibujo su forma mentalmente, y, aunque los tengo delante, pienso en ellos, pienso en ellos más que nunca y me gustaría que adivinaras que es lo que quiero. 

Finalmente, me acaricias la cara y yo, muerta de amor, sin poder reaccionar más, te miro a los ojos y compruebo que tu mirada va en dirección a mi boca y que, cuanto más nos acercamos, menos veo, y que tú ya tienes los ojos cerrados. Nuestros labios se rozan por un segundo y, decididamente, acunas mi cara en tus manos y la acercas a tu rostro, para que nuestros labios se junten totalmente, para que podamos besarnos sin miedo. Y yo, inexperta, te sigo el rollo. No sé que hacer, solo disfruto del momento que deseo sea eterno.

Pero, por desgracia, acaba. 

Un beso. Mi primer beso. Mi primer beso era completamente tuyo.

Al separarnos te lo comento, nerviosa, y no sé qué hacer porque es algo que nunca recuperaré. Me siento y sigo hablando a la velocidad de la luz. Me agarras de la cintura, sentados ambos, y rápidamente te acercas a mí, a callarme con un dulce y esta vez prácticamente eterno beso. Hasta que no necesitamos respirar, el ritmo de nuestros labios no cesa. Y eso me gusta. 

Nunca pensé que besar fuese así, nunca pensé que podrías callarme con un beso, nunca pensé que podrías besarme. 

Pero me ha gustado. Me ha gustado mucho...

Y entonces desperté. Con lágrimas en los ojos. La almohada totalmente húmeda, pero no me importaba porque eras tú el que, de algún modo, me había dado mi primer beso y no quería que otro me lo diese, ni en sueños ni en la realidad. 

Solo anhelo tus labios, tu mirada dirigida hacia mí, tus mano rodeándome y tus piernas caminando al compás de las mías en la misma dirección. 

Ojalá, simplemente puedo decir ojalá. 

He descubierto la esencia de las cosas, he descubierto que, cuantos menos colores haya en una imagen, menos te centrarás en lo que no es principal, te detienes en los detalles de lo fotografiado, te centras en lo que querías fotografiar al principio, y, te das cuenta, de que realmente todo es más bonito así.

Te fijas en la profundidad de la imagen, en el significado que verdaderamente tiene. Creo que me gustaría ser como un perro, porque ellos lo ven todo así, ellos ven todo como es, en blanco y negro con el verdadero significado, y no como nosotros que vemos colorido y con el significado que queremos.  

Bueno, espero verte en blanco y negro próximamente. 

Besos."

 

Corazón empapeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora