➳Salvando nuestro futuro.

Herida

El agua caliente se resbalaba entre sus cabellos rubios mientras que el vapor empañaba el cristal que dividía la ducha.

Piso descalzo el suelo dejando pequeños chorros en sus pisadas, se miró al espejo. Se había duchado de nuevo, simplemente por estrés y frustración.

Era demasiado difícil tener a su padre en su propia casa. Le tuvo que explicar a sus gemelos que era una situación de adultos muy crusial y que no debían hablar con ellos.

Era algo cruel, ya que hubiese deseado que conozcan a su abuelo, pero no de esta forma.

Para su suerte heredaron el caracter de su madre y entendieron la situación.

Se colocó una toalla en la cintura mientras se ponía la ropa que tenía hace un momento.

El aparato que estaba en una comoda cerca de la cama llamó su atención, podrujó un llanto de otra habitación y salió de prisa.

La novena Hokage entró con sigilo en su hogar, siempre llegaba a las siete y se había retrasado una hora. Cuando entró a la sala estaba por gritar: ya llegué.

Pero se quedó muda.

Todos estaban ahí en la sala ¿¡qué demonios!? Quedó boquiabierta.

-¿Sarada? - dijo el séptimo, no tardó en agarrarle confianza.

-Hola - sonrió nerviosa, agradecía que sus gemelos no hayan bajado, no se podían enterar de qué ella y Boruto eran un matrimonio y tenían hijos.

No frente a ellos mismos.

《Maldición》

- Necesitamos hablar con Boruto ¿sabes su habitación? - preguntó Naruto

-Ah yo...- no sabía que decir - la del fondo del pasillo - respondió con simpleza -¿Igual hablaras con el?

-Si...será luego - fingió que tenía que contestar una llamada. Y el séptimo subió y por curiosidad los gennin lo acompañaron.

El boruto menor aún se encontraba en un trance, no sabía como reaccionar a toda esta situación.

Frunció el ceño al sentir que choco con algo, le iba a reclamar a Shikadai por haberse detenido en frente de el.

Pero...quedo inmóvil al ver la escena.

El problema en sí, no era ver a su yo adultos, lo que sorprendía a todos era ver a una niña en sus brazos.

Aparentaba unos dos años quizá.

Sus cabellos rubios eran atados por dos pequeñas coletas. Tenía un mameluco blanco con una faldita de tablones rojos claro.

Ella tenía su cara oculta en su cuello y se aferraba con su diminuta fuerza a la camiseta de su ¿¡padre¡?

El adulto los miró y les indicó con el dedo indice una señal de silencio y cruzó ante la mirada de los presentes. Abrió la habitación de a lado y todos presenciaron como dejo a la pequeña en la cuna y la arropó con extrema delicadeza.

Al salir de la habitación, cerró la puerta con cuidado y los miró.

-¿Necesitan algo?

Habló con seriedad, aunque en su interior se derrumbaba y gemía de dolor.

Un dolor desgarrador que tenía que ocultar.

Tenía que ser frio y serio con ese rubio de tres marcas en las mejillas...¿tenía que serlo?

Claro que sí.

¿por qué?

Si no lo hacía se derrumbaría en ese mismo instante frente a todos y lo abrazaría con todas sus fuerzas...

Debía ser así para que el se apartará y no le tuviese confianza para hablarle.

Porque si lo hacía, le abriría de nuevo esa herida en el corazón que su esposa logró sicatrizar durante años....