¿Boruto y Sarada?

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La pelinegra estaba nerviosa en la sala ¿qué iba a hacer?

Miró a sus hijos quienes bajaban las escaleras, se le iluminaron sus ojos al ver a su madre, corrieron a abrazarla y ella los llevó a la cocina.

-¿Qué pasa? - preguntaron ambos

-Creo que papá ya hablo con ustedes ¿no? - ellos asintieron - mirén es una situación muy delicada, quizá no lo entiendan, pero no me llamen mamá frente a ellos ¿si?

Los pares de ojos azulados la mirarón sin comprender, pero asintieron.

-Bien - les sonrió y los abrazó. Al escuchar pisadas bajar se separó de ellos y esperó en la sala de nuevo.

-¡Sarada! - dijo su esposo al verla, necesitaba verla en ese momento y por arte de magía aparecía, ahora se podía sentir un poco calmado.

La aludida se dió cuenta de que se acercaba directamente a ella, quizá para abrazarla o besarla como siempre que llegaba, había olvidado que todos los demás estaban detrás de el mirando. En especial los gennin.

Conectó sus ojos obscuros con los de su esposo y como si se hablasen telepáticamente el se detuvo y comprendió lo que le decía con la mirada.

-¿A qué se debe tu visita?

Se arrepintió al decir esas palabras y su mujer...su mujer quería estrangularlo.

Debía ser serio y no dar indicios de que esten en una relación, pero tampoco debió dejar en claro que no.

Ambos sabían que aunque fuese pequeña había una pequeña química en esos gennin, por eso simplemente no debía  dejar en claro nada.

¡Idiota! Su idiota...

Suspiró - necesito hablar cotigo.

-Bien...- ahora le daba miedo hablar y decir alguna babosada - Yo igual, tengo que mostrarte algo - comenzó su camino hacía las escaleras y lo siguió.

A penas llegó a la planta de arriba se dirigieron a su habitación y el clic del pasador de la puerta sonó.

- ¡Eres un idiota! - exclamó dando vueltas en la habitación -¿Por qué estan...?

-Preguntale a Chou - se sentó en la cama - no me quedó otra opción.

Sarada miró que de repente su rostro cambió, supuso el porque, le sonrió con ternura y se acercó a el.

Levantó su rostro y el la miró, ella rozó con suavidad la frente de su amada en un cálido beso.

-Estoy contigo.

Azul y negro chocaron.

Boruto paso su mano por detrás de la nuca de su esposa para poder juntar sus labios, era muy poco el tiempo que se veían, pero eso no importaba.

Cuando se veían no hacía falta palabras, su propia presencía era más que suficiente, y cuando podían darse el lujo de transformar su amor en placer era único.

Ese delicado roce lo satisfacía por completo.

Ambos querían seguir, pero sabían que no era el momento adecuado.

-¿Qué haremos? - preguntó el rubio y ella se recostó en la cama, lo único que quería era ducharse, cenar con sus adorados hijos y dormir acurrucada en el pecho de su marido.

Pero todos sus planes se fueron a la basura.

El miró deseoso como sus pechos subían y bajaban con su respiración, esas piernas largas que sin ninguna pena estaban sobre su regazo, se moría por acariciarlas.

-Pasaré la noche con mi madre así aprovecho explicarle...

-No.

Ella enfocó su mirada en el...¿había dicho no?

-¿Por qué? - le preguntó curiosa mientras se sentaba.

-¿Acaso piensas dejarme solo? - hizó un mohín lo cual la enterneció - no quiero dormir solo, no hoy.

Ella suspiró e hizó unas posiciones de manos y un clon apareció.

El rubió no entendía por lo que buscó respuesta en su mirada.

-¿Me dejarás con un clon?

-No - ella sería incapaz, lo amaba y jamás haría tal cosa como dejarle un clon el se merecía lo...

-Ah - exclamo - entonces por fin decidiste aceptar mi propuesta - la miró con una sonrisa pícara y ella recordó esa estúpida propuesta.

¡Plas!

Su manó se asotó en su mejilla - ¡Eres un pervertido!

-No tenías que golpearme - se quejó histérico tocando su mejilla hinchada - ¡eres una mujer salvaje dattebasa!

-¡Callate BorutoBaka!

Mientras que en la sala claramente se escuchaban sus gritos lo cual hizo reir un poco a las adultas.

Después de unos minutos bajaron.

-Mañana temprano iré entonces - dijo Boruto y ella asintió.

-Nos vemos - se despidió de los demás presentes y salió. El clon desapareció a penas cruzó la puerta.

Los gemelos estaban en la habitación de ellos, ya sabían que su madre estaba ahí. Para su suerte ya habían cenado.

-Hay comida en la cocina - los miró - pueden servirse.

Se tomó la molestía de cocinar igual para ellos, pero tampoco les seviría.
Lo menos que quería era estar cerca de ellos.

Las únicas mujeres adultas decidieron encargarse, todo aún les sorprendía, el único que podía actuar normal era naruto y no le extrañaba en absoluto.

El rubió subió a su habitación y se percató de que no estaba, entró a la habitación de enfrente y ahí estaba arropando a sus hijos.

-Buenas noches - les besó la frente a cada uno y luego salió.  Ambos mirarón la otra habitación, sería mejor no despertar a la pequeña fiera que yacía en su cuna.

Volvieron a la habitació  antes de que los gennin suban.

Ella se dió su exquisita ducha que tanto anhelo, salió con una toalla envuelta en su cuerpo y miró de reojo a su esposo quién acomodaba unos papeles, aprovechó su distracción para buscar su ropa, pero no la encontraba.

Sucía no estaba, a penas antier había lavado.

-Boruto - lo llamó y este solo hizo un sonido con los labios para que continuara -¿Dónde esta mi ropa?

El rubio palideció por un momento y rió nervioso - las chicas necesitaban ropa.

Ella bostezó y abrió un cajón de a lado, de ahí sacó una camiseta blanca, era unas de las muchas de su esposo de las cuales se había adueñado.

Por alguna razón las camisas de el eran más cómodas y debido a su altura y musculatura, le quedaba como un vestido que dejaba ver un poco la tela de sus bragas.

Se cepilló sus cabellos y se dejó caer en el suave colchón.

-Abrazame - se le escapó de sus labios a Sarada al sentir que el otro extremo del colchón se hundía.

El como buen  shinobi y esposo aceptó las ordenes de su hokage.

Ambos recostados de lado. Su mano estaba señida a la cintura de su amada y el olor a su Champú le llenaba las fosas nasales.

Ella por su parte acurrucó su pecho en el de el y sus manos apretaban con delicadeza la camiseta que le cubría el pecho cayendó en los brazos de morfeó con el recuerdo de la deliciosa fragancia varonil de su esposo.

Lo amaba tanto como a ella...

➳Salvando nuestro futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora