Tres

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-Claramente no estoy asustada, tantos años quise volver y ahora... -Mercedes se interrumpió de repente.

-¿Y ahora qué? - inquirió Rosario.

La morena soltó un suspiro -Sé que no voy a encontrarme allá.

De solo pensar que debería usar vestidos y dejar a su querida Lina de lado, ya a Mercedes no le agradaba tanto volver a Buenos Aires. No conocía tanto a su padre, pero siendo como decía Dolores, no aceptaría que su hija practicara con la espada siendo que tenía que ser una dama y su deber sería ser presentable. Él era un señor, y sus hijas debían de ser señoritas. Ya no estaba en los grandes jardines o salones del instituo y de pronto, por primera vez, extrañaba España.

-¿Vos no te vas a encontrar? Papá me ignoró desde que murió mamá, y cuando fue de visita sólo quiso hablar con Dolores, y una sola vez con vos ¿Pensás que tengo todas las ansias del mundo por volver?

-No te resientas, nena, es un viejo amargado -Mercedes quiso despreocuparla -, cuando me vio la última vez hace tres años, me saludó revolviéndome los pelos de la cabeza. Pensé que me iba a abrazar y que sería tan dramático, pero solo permaneció distante... solo me observaba.

Cuando Pedro fue a visitarlas, solo pedía hablar con Dolores, y en las tres veces, solo una vez premitió que llevase a Mercedes de, en ese momento, doce años. No habló casi una palabra con ella, y solo pedía a Dolores un informe de la situación y la vida de las tres. Pero no dejó nunca que Rosario lo viese, y siempre se aseguraba de que ella no estaría en el lugar de las entrevistas con su hermana, para estar más seguro.

Rosario habíase quedado sin palabras, no sabiendo bien como sentirse. -Yo solo quiero saber por qué causa nunca quiso ver mi cara.

-Ahora le vas a poder preguntar, y enojarte si es necesario -le aconsejó -, tal vez eso lo haga recapacitar y ahora si quiera vernos como sus hijas.

-Ya no sé si eso es lo que quiero.

Tenían un cómodo camarote en el que dormían las tres, pero se despertaron a tal hora de la madrugada encontrándose con que Dolores no estaba. No volverían a dormirse, no hasta que su hermana mayor volviera. Mercedes tenía una cama en una esquina, y Dolores en la otra, dejando la del medio para Rosario entre ellas. Una tenue luz de luna entraba por un tragaluz, pero estaban a oscuras y recostadas boca arriba, con la humedad del mar a su alrededor y olor a sal. Esto le gustaba a Mercedes, no así a Rosario, que el sudor le molestaba a diaro hace como dos semanas.

-El mar es tranquilo -dijo Mercedes. Era como sentir una brisa de verano, solo que en vez del fresco, lo que se sentía era el calor, y era relajante para ella.

-Quedate a vivir en él -respondió su hermana.

-Me quedaría si pudiera.

-No podemos hacer lo que queremos, somos mujeres, y vos sos menor.

-¡No soy tan menor!

-Acabás de cumplir diecisiete, sos muy menor y una inmadura.

-Tenés un año más que yo, no quieras hacerte la señora­ -le hizo burla -, ya vas a tener tiempo cuando llegues a casa, te presenten en sociedad, conozcas a un señor de cincuenta años y rico y que papá te diga tenés que casarte con él -imitó muy mal la voz grave de su padre.

-No va a tener cincuenta, y en todo caso vos vas a pasar por lo mismo -bufó Rosario.

Mercedes sonrió a la oscuridad -Acabo de cumplir diecisiete, y además soy menor y muy inmadura.

Rosario rió -Sos insoportable, eso es lo que sos.

La menor de las hermanas Arriaga era todo un caso. Amaba a sus hermanas, y eran sus mejores amigas, pues no se llevó jamás con otras chicas del colegio por ser un poco rara e impulsiva, por no decir algo violenta. Un día oyó decir a una rubiecilla española que debería haber nacido macho por su cara idiota; a Mercedes le costó un poco entender ese insulto, ya que carecía de sentido, pero no por ello dejaba de ser un insulto y el hecho fue lo que enojó a Mercedes. La siguió hasta el baño y, siendo Mercedes más fuerte gracias a su prácticas de esgrima, tironeó bastante de sus pelos y metió su cara a uno de los retretes mojando la cara de la tonta. Era demasiado espontánea como para planear una venganza con inteligencia, y eso se lo hizo saber Dolores, que no podía hacer nada y tuvo que aceptar el castigo que le impusieron a su hermanita. Un mes sin esgrima.

La Joya en el MarWhere stories live. Discover now