Capitulo 5

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-¡Rudolf! ¿Es por eso que esta aquí mi madre? ¡Mierda, podrías haberme dicho antes! Es una vil tontería, no pueden encerrarle por decir que ve a un tipo de negro- comencé a gritarle a Rudolf, tire un par de cosas a manotazos, gruñía y decía una que otra palabrota pero él sólo se mantenía sentado y tranquilo, actuaba como si no me hubiese dicho nada que yo no  supiera.

-Laila, tu bien sabes que si esta encerrada en este lugar es por su agresividad y demás- su voz era tranquila y eso fue lo que me molesto más.

-¡Tu sabes que son estupideces! ¡Rudolf!- chille, él me abrazó y yo casi no me doy cuenta de las lágrimas que inundaban mis mejillas- me puedo quedar, Rudolf, yo se que puedo. ¡mierda! Sólo debes firmar unos estúpidos papeles de adopción- él también lloraba.

-No, tus tíos ya han reclamado tu custodia y George no me dejaría alojarte aquí de cualquier modo- me soltó de su abrazo- ya deberías irte a dormir, o a hacer las maletas- yo asentí, no quería hacer las cosas más difícil y sería mejor que me fuera ahora- ¿Laila?- dijo justo cuando estaba girando la perilla de su habitación, me di la vuelta para verle- yo no creo que tu madre este loca, ella me dijo que no te acercaras al hombre de negro, pero que necesitarías toda la ayuda posible del chico de igual color- tal vez él no pensara que mi madre estaba loca pero yo si ¿cómo demonios se suponía que distinguiría a alguien por un maldito color?- Oh, que tengas buen viaje linda y ya no llores tanto, tu mama sanara pronto y volverás a la ciudad para pasar las tardes aquí en el hospital- frunció el ceño "Rudolf y sus cambios de humor" el me sonrió y se despidió con un gesto de la mano "debe ser la vejez" pensé, salí de la habitación y cerré la puerta tras de mi, subí al ascensor y espere paciente a que me llevara a mi habitación sólo para después hacer las maletas que prácticamente estaban echas porque acababa de volver al hospital por la recaída de mi madre, después pensé en la historia de Rudolf, en las pocas esperanzas que aún guardaba de ver a su esposa, tal vez yo también pudiera mantener una pizca de esperanza dentro de mi y soñar con el día en que mi madre fuera libre y normal. Soñar un mundo sin hombres de negro.

A la mañana siguiente me desperté con los gritos de George.

-¡Se irá, Rudolf! ¡Deja ya de protestar!- George parecía bastante molesto.

-Pero George, si tu me dejarás ella podría quedarse- le contesto Rudolf, me pareció ridículo escuchar a dos adultos discutir como si fueran padre he hijo.

-podría, pero no lo haré y más vale que te apartes, Rudolf, ya sabes que no me gustaría tener que pedirte que te marcharás a vivir a otra parte- en ese momento maldije a Rudolf por no tener familia para largarse de ahí de una vez por todas y así dejar callado al estúpido de George -Rudolf...- me supongo que Rudolf se apartó de la puerta por que lo siguiente que vi fue a George con el ceño fruncido- vístete y no hagas las cosas más difíciles, por favor, Laila- yo asentí y espere a ver a Rudolf detrás de George sonriendo o quizá llorando, pero no estaba allí. Salí, subí al auto de mis tíos y Rudolf jamás apareció, me dejo sola.

-ponte cómoda, cariño- la empalagosa voz de mi tía inundo mis oídos- será un viaje un poco largo.- y eso era todo, me iría de allí con la certeza de que mi madre me estaba dejando marchar y que Rudolf ni siquiera intentó pelear por mi, me iría para vivir una miserable vida normal en una casa normal, sin gritos ni locas historias de hombres vestidos de negro, ni hombres con batas blancas.

Mi tía tenía razón, ya llevábamos muchas horas de viaje y algo me decía que aún faltaban más, así que decidí dormirme y esta vez soñé justo lo contrario a la última noche, ahora iba directo hacia un hombre, un hombre con un traje negro y fieros ojos azules, un azul que brillaba intensamente con la misma luz que los míos.

azul neónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora