Capítulo XI

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—Hijo... —hablo Catalina a Robin quien se encontraba en su antigua habitación, antes de mudarse con Marian.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó mirando al blanco techo.

Catalina no sabía que estaba ocurriendo, desde que pusieron un pie en la casa su pequeño hombre estaba con un semblante serio. Pero ella dudaba que fuera por extrañar el hospital. Incluso durante el trayecto en el automóvil fue llenado con un incomodo silencio.

—Vamos a comer, esta tu plato servido. —respondió abriendo aún más la puerta.

—No tengo hambre, estoy bien. —se limitó a responder, nunca había sido grosero con su madre y sabía lo mal que se estaba comportando.

—Es caldo de verduras y arroz, vamos... —intentó la mujer mayor como última opción pues sabia perfectamente que esa era su comida favorita juntó a su padre.

Robin suspiro y se tocó el puente de la nariz, no quería llorar frente a su madre. La amaba y por supuesto tampoco quería verla mal por él, pero extrañaba a su padre tanto como extrañaba a Marian y ahora estaban muertos junto a su bebé. Estaba mal, todo estaba mal. No podía encontrar culpables para anexar a la lista más, sin embargo aquél papel en su memoria lo encabezaba la traumatologa Regina Mills.

—¿Hijo? —preguntó Catalina sacándolo de sus pensamientos. —¿Te sientes bien? —interrogó por segunda vez acercándose pero sorpresivamente el rubio se puso de pie.

—Vamos a comer ese caldo de verduras. —fue todo lo que respondió poniéndose de pie con cuidado, su movilidad había regresado pero aún necesitaba adaptarse y sabia que la comida de su madre funcionaría.

Catalina salió primero dirigiéndose a la cocina con su hijo detrás de ella pero al llegar a la mesa se dio cuenta que la dejo de seguir cuando pasaron por aquél estante lleno de fotos familiares donde estaban enmarcadas y se podía distinguir a su padre en el campo de tiró, su hermana Ruby con su caña de pescar junto a Robin, ambos siempre habían sido bastante unidos. Les gustaba practicar pesca aunque Esperanza Lucas, su abuela, no estuviera de acuerdo con eso pues según ella siempre podrían aparecer cocodrilos en los ríos algo que hizo reír a Robin con sólo recordar.

También estaban sus pequeños sobrinos, había olvidado por completo lo que era cuidar a esos gemelos siempre con sus travesuras junto a Dorothy. Extrañaba hacer bromas con ellos, Fabián y Daniel eran los gemelos más llenos de energía. Sabía que hubieran sido un trió llenó de vida corriendo por la casa Locksley junto a Mía, pero su princesa que ahora estaba en el cielo jugando con querubines, la extrañaría aunque sólo había visto poco de ella a través de ultrasonidos.

Las foto era un vivo recuerdo del valor de deporte infundido en la familia mostrando el favorito de sus sobrinos el cual era basquetbol que también practicaban con la señorita Gale, su cuñada y madre de ambos jovencitos.

Eran buenos momentos, extrañaba aquellas comidas familiares con su hermana, sobrinos y aquélla relación que sabia, su padre, hubiera desarrollado con Marian, pero ahora también estaba seguro de que, en donde quiera que estén, ese mejor lugar podría ser dignó de lo que alguna vez trabajaron en la tierra.

—¿Mecanismos oxidados por pensamientos? —preguntó su madre poniendo su mano en el hombro.

—Los extraño, es todo. —dijo con pesar, sabía que la abuelita Lucas se encontraba en Maine con su hermana trabajando duro en un pequeño local de comida rápida llamado Granny's y sabia él perfectamente que no tenían mucho tiempo libre, por desgracia siempre habían logrado verse en malos momentos como el funeral de su padre.

—Vendrán en navidad y podremos hacer cualquier actividad, ya te encontrarás mejor, ¿Lo sabes no es así?

—Si, madre, lo sé...

Dependo de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora