Agosto, 1994
Es el primer maldito día de clases. Abro los ojos y tengo pereza de levantarme de la cama e ir a la preparatoria, pero si no lo hago, mi mamá me molestará todo el día, así que prefiero levantarme. Tal vez pueda fingir que voy a la escuela y salir por ahí. No. Eso no sería divertido. No estando sola. Necesito ir a la preparatoria y ver que estúpido o estúpida se me acerca para que la próxima vez, tenga compañía para salir. Esta vez seré más precavida. Me expulsaron de la escuela anterior, y ahora no iba a permitir que volviera a pasar. Odio la escuela, el sistema y la autoridad. Sé que la anarquía es una estupidez. Algo así como una ridícula fantasía en la que creen los también ridículos que dicen estar en contra del gobierno. El no-gobierno es también una forma de gobierno. En un mundo sin reglas, habría una: todo está permitido. Lo sé. Yo también soy una de esas ridículas, pero al menos estoy consciente de lo que soy. Me levanto y ya estoy lista. Me duermo con ropa, así que no me preocupo por lo que vestiré el dia de hoy. Además no me voy a bañar. Lo hago dos veces a la semana y hoy no me toca. Tampoco tengo mucha ropa, bueno sí, un poco. Pero es ropa que me compra mi mamá y me hace sentir incómoda con esas etiquetas rozandome por todo mi cuerpo. No entiendo por qué las chicas de mi edad se obsesionan con esas estupideces. Así que sólo uso dos o tres cambios de ropa que me compré con mi maldito salario en un puesto callejero underground. Abro uno de los cajones de mi buró que está a lado de mi cama y tomó una liga para sujetarme el cabello. Ni siquiera me veo en el espejo. En realidad no me preocupa cómo me vea. No me considero romántica pero si un chico se ha de fijar en mí, me gustaría que lo hiciera por mi forma de ser y de ver el mundo y no por mi físico. Ayer por la noche decidí que hoy llevaría mi pantalón de mezclilla negro y ajustado. Está desgarrado de las piernas y decorado con piquitos a los costados que yo misma le puse. También llevaré mi playera roja de cuello redondo y con estampados psicodélicos. Cualquiera diría que es una playera de hombre pero es algo que me da igual. Me gustó y punto, por eso la compré. Termino de alistarme poniéndome mis botas de tacón de punta y que me llegan hasta debajo de la rodilla. Me gusta meter mi pantalón dentro de mis botas. Lo sé. Las botas sí están a la moda y son mi debilidad ¡No puedo ser perfecta!. Por último tomo mi chaqueta negra y salgo de mi habitación. Enseguida cierro con llave porque si no lo hago, mi mamá se mete a mi habitación y lava mi ropa sin mi consentimiento, y ya le he dicho que no me gusta que lave mi ropa después de haberla usado sólo un día y que yo lo haría cuando lo considere necesario. Seré lo que seré pero me preocupo por el medio ambiente. Gracias a mis hábitos, ahorro muchísima agua. Muchos pensarán que en realidad soy muy perezosa, y tienen toda la razón, pero si con mi pereza puedo contribuir al medio ambiente, ¿Qué más da?
Bajo las escaleras y mi mamá ya está esperandome en la cocina. Como todas las mañanas, ha preparado el desayuno y espera que comamos juntas, yo lo hago no porque me interese su compañía, sino porque así no moriré de hambre en el colegio. Todo está servido ya en la mesa, así que tomo asiento en la silla y comienzo a comer sin decirle nada. Esta vez hay hot cakes acompañados de miel y fresas y un licuado de chocolate. Ambas comemos en un silencio casi sepulcral. No se escucha más allá del sonido de los cubiertos que rozan la vajilla. Mi madre me mira fijamente y percibo que desea hablar conmigo. No sé qué es lo que quiera decirme y al parecer ella tampoco, porque prefirió tomar otro bocado que hablarme. Supongo que piensa que no tiene ningún tema de conversación conmigo, algo que es cierto. A veces pienso como si fuéramos de dos mundos diferentes.
No es que sea una mala hija, o tal vez sí, no lo sé. Siempre he sido respetuosa con mi madre, nunca le he alzado la voz ni le he dicho cosas hirientes. La trato de obedecer en algunas cosas pero siempre he defendido mi autonomía. A veces pienso que mi indiferencia le hace también daño, y en el fondo lo lamento, pero sinceramente siento que ella no me entiende.
Listo. He terminado de desayunar. Los hot cakes estuvieron deliciosos, pero no digo nada. Tomo mis cosas y me despido.
-Ya me voy al colegio.
Ella asiente sin decirme nada.
Tomo mi bicicleta, salgo de casa y siento la brisa fría de la mañana, ya que todavía no ha amanecido por completo. Apenas son las 6:30 am. Voy bien de tiempo porque entro a las siete. Me gustaría viajar escuchando música a través de mi walkman, pero eso no sería responsable. Podría ocasionar algún accidente. Ya una vez provoqué uno. Hace diez años, cuando tenía seis de edad, me salvé de morir en un accidente automovilístico. No recuerdo con claridad el accidente, pero lo que nunca olvidaré es que aquella noche fue la última vez que vi a papá.
He llegado al colegio a tiempo. Entro al aula y tomó asiento en una de las butacas del fondo. Ya hay algunos chicos y chicas que me observan con curiosidad. Como es de esperarse, entre ellos también se miran. Nadie se conoce entre sí. Todos somos unos completos extraños porque es el primer maldito día de clases y somos de nuevo ingreso.
El primer día del colegio fue bastante aburrido. No me interesó hablar con nadie de mi salón. Siempre son los mismos grupitos: las chicas a la moda y populares, los chicos guapos y deportistas, los estudiantes tímidos y estudiosos, los "normales", etc. Desgraciadamente no hay ningún otro punk con el que pueda identificarme.
Cuando salgo del colegio, veo que dos tipos están molestando a un chico. Si hay algo que no tolero, es el abuso de poder.
-¡Déjenlo tranquilo! -les grito mientras me acerco.
-¡Wow tranquila preciosa! así nos llevamos, ¿no es cierto? - me responde un chico alto y fornido mientras le sujeta el cuello con fuerza al otro. El tipo es bastante guapo, tiene piel bronceada y ojos miel. Es del tipo de muchachos con los que les gusta salir a la mayoría de las chicas de mi edad. A mi me da repulsión su actitud tan soberbia.
-Sólo sueltalo -repito firmemente mientras le sostengo la mirada.
-Como quieras -dice mientras lo suelta-. No deberías molestarte con él, es un perdedor. ¿Por qué no salimos por algo de tomar eh?
-¿Por qué no mejor te pierdes?
Su amigo se comienza a burlar.
-Vámonos -le sugiere entre risas.
Ambos se marchan por fin.
Me doy media vuelta. No tengo nada más qué decir. El chico había estado mirando al suelo porque estaba sometido, por lo que no le había visto el rostro, pero no me interesa en lo absoluto saber quién era. Había intervenido por mis propias creencias, no por él.
-¡Hey gracias! -me alcanza y me toma de los brazos.
Doy media vuelta y lo veo. Tiene en su mirada algo que por algún motivo me recuerda a la mía, tal vez sea ese sentimiento de soledad que compartimos. Aquella soledad que vi en su mirada me conmovió, y me despertó un interés casi instantáneo por él.
-No deberías permitir que te molesten así -le comento con seriedad.
-Lo sé. Es que... No quiero pelear, ¿sabes? Te sonará raro, pero sé que si lo hiciera, ellos saldrían más lastimados que yo, así que prefiero soportar sus tonterías.-Entiendo. Soy Samantha.
-Michael -responde mientras sonríe. Su sonrisa me contagia, de repente no me siento tan sola en su compañía.
-Escucha, no tengo ganas de llegar a casa todavía. ¿Quieres que vayamos al parque?
-Sí, me gustaría pero...
En ese momento se estacionó un auto negro con las luces intermitentes encendidas.
-Me está esperando mi madre. ¿Otro día?
-Seguro.
-Genial. Nos vemos -se despide, luego se echa a correr y se mete al auto.
Subo a mi bicicleta y me voy a casa. En el camino me quedo pensando en Michael. En su cabello quebrado y rubio oscuro, en su sonrisa encantadora y en aquellos ojos solitarios y azules. Llego a casa y subo a mi habitación. Mi mamá no está en casa, pero está a lado, en el local donde vende comida casera. En un rato más tendré que ir a ayudarle un poco con el negocio, pero antes necesito poner en orden mis pensamientos y relajarme. Me tumbo en mi cama y escucho a los sex pistols a través de mi walkman. Después de un rato, voy a ayudarle a mi mamá con el negocio y como con ella. Más tarde hago mis tareas de la escuela. No me gusta hacerlo, pero supongo que si no lo hago no seré atractiva para Michael. Es el primer día que lo conozco y ya me ha afectado mi comportamiento. Me desconozco, yo no soy así. Un sentimiento podría hacer a un lado la soledad que a veces me ahoga. No me considero romántica, pero el recuerdo de la soledad que hay en su mirada me hace sentir nostálgica y me conmueve. Deseo quitarle esa mirada solitaria y que él haga lo mismo con la mía. Quizá no esté siendo sincera conmigo misma. Tal vez, muy en el fondo, sí sea romántica y crea en el amor.
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El Amor A Través Del Tiempo.
General FictionUn joven se enamora perdidamente de una chica que parece ser fría y distante. Un grupo de amigos dejan huella en un bosque en el que acamparon. Una anciana recuerda el día de su boda cuando su nieta se va a casar. Un trágico accidente vehicular le c...