Río neón.

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Unos días antes de lo sucedido en "La soledad de su mirada".

Mi nombre es Michael. Soy un joven de dieciséis de edad que tiene una madre posesiva y un padre distante. Al ser hijo único, me aburro mucho en casa. Me gustaría salir con mis amigos si es que tuviera alguno. En realidad soy muy introvertido y solitario. Pareciera increíble que me sienta sólo si mi madre está todo el tiempo que puede conmigo. Lo está, a decir verdad, pero al mismo tiempo no lo está. Lo digo así porque siento que esta ahí sólo para vigilarme que no haga nada incorrecto y no porque realmente quiera estar conmigo. Casi no hablamos. Todas las tardes me revisa mis libretas de la escuela para verificar que todo está en orden, y me pone a hacer las tareas en el escritorio mientras ella lee cualquier libro. No digo que aquello esté mal. Sé que debo cumplir con mis obligaciones, pero nunca me pregunta cosas como que tal estuvo mi día, o si hice algún amigo, o si me divertí. Todo es obligaciones con ella. Mi padre, por otro lado, nunca está en casa. Su orgullo es que se mata trabajando para que no nos falte nada. Gracias a él vivimos muy bien, pero desearía tener menos cosas y acercarme más a él. Es un hombre frío que no sabe como amar. Ni a mi mamá sabe hacerla feliz, o al menos esa es mi percepción. Necesito algo que me haga sentir realmente vivo, algo que me ayude a escaparme de mi realidad por un momento al menos, algo que me haga sentir libre. Esta noche será diferente a todas las que he vivido. Me escaparé de casa y saldré a algún lugar nocturno para divertirme. Yo no soy así, por eso mismo debo hacerlo. La sola idea de hacer algo incorrecto por una vez en mi vida me excita.

Todo está preparado, mi madre ya me ha enviado a mi habitación a las ocho con treinta de la noche para dormir. Supongo las burlas que me harían los chicos de la escuela si supieran que me acuesto a esa hora desde que tengo memoria. Pero siempre he obedecido a mis padres y ya estoy harto de sentirme prisionero, viviendo la vida que quieren ellos y no la que yo deseo. Al menos mi madre predica con el ejemplo, pues nunca se acuesta más tarde que las nueve. Mi padre llega más o menos a esas horas de la oficina y se va antes del amanecer. Por eso entre semana no lo veo. Mi madre no permite que cuando llegue abra la puerta de mi habitación para no perturbar mi sueño, aunque supongo que si lo permitiera, mi padre no entraría a mi habitación sólo para verme dormir. Eso sería una pérdida de tiempo para él y un sueño para mi.

En fin, cuando escucho que mi padre llega y sube a la habitación para descansar, sé que el momento ha llegado. Cuando concebí la idea de salir una noche y planeé mi escape, lo primero que se me vino a la mente era escapar por la ventana de mi habitación, como lo había visto en las películas. Luego recordé que le tengo mucho miedo a las alturas y con lo torpe que soy, hasta muerto habría terminado. Así que decidí algo menos arriesgado pero que se me hizo más emocionante. Salir por la entrada principal con tanta naturalidad, que cualquiera que me viera supusiera que hacía aquello todas las noches.

Así que abrí la puerta de mi habitación lo más sigilosamente posible. Salí casi levitando como si fuera un fantasma y volví a cerrar. Si mis padres vieran la puerta abierta, sabrían de inmediato que algo no andaría bien. Bajo las escaleras y llego al acceso principal. Estoy tan cerca que casi grito de la emoción. Cuando salgo de casa y siento el viento en mi cara, sonrío. No recuerdo la última vez que lo había hecho. Veo la ciudad cubierta por un manto estrellado y todo me parece nuevo. Incluso se me atravesó el pensamiento de que ya había experimentado suficiente adrenalina por una noche, y que quizá ya debería volver a la cama. ¡Qué ridículo! ¿No?

Afortunadamente descarté ese pensamiento y me animé a continuar con mi plan. Caminé hacia una avenida principal y vi más movimiento de lo que pensaba.
-La ciudad nunca duerme -pensé maravillado.
Tomé un taxi y le dije que me llevara a algún lugar nocturno que estuviera de moda entre los jóvenes y que no estuviera tan lejos. El taxista se rió, y no quise preguntar si lo hizo conmigo o de mi. Se limitó a responder que sabía exactamente el lugar indicado. Así fue como me llevó a un lugar que se llamaba "El río neón". Cuando le pagué al taxista y salí del vehículo vi un grupo de jóvenes que estaban formados para entrar. La luz neón de las luces del lugar se reflejaban en el pavimento de la calle y me hacía desear ya estar dentro. Sin embargo, noté a la distancia que solicitaban identificación para validar que fuera mayor de edad. Por desgracia no tenía, pues no tenía la edad suficiente para entrar. ¿Cómo es que no había pensado en ello? Me sentí como un estú... No. No debo ni siquiera pensar en malas palabras, pero sí me sentí como un tonto. Estaba dispuesto a regresar a casa cuando un hombre se me acercó. Era delgado y de piel pálida y me miraba fijamente con aquellos ojos oscuros que tenía. 

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2018 ⏰

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