Nuestro lugar.

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Octubre, 2001

El viento entró por las ventanas del auto y me agitó mi cabello negro sobre mi rostro. A mi me gusta traerlo corto de atrás y con un mechón largo de enfrente que me llegue hasta la barbilla. Era este mismo mechon el que me estaba revoloteando.

-¿Ma, puedes subir el cristal de la ventana? -le pregunté con un toque de apatía y molestia en mi voz. No quería ir al día de campo que cada mes hacían mis padres para convivir con la naturaleza. Las primeras veces iba emocionado, pues exploraba el Manser's shaw hasta adentrarme en lo profundo del bosque, pero después de ir más de ocho años al mismo lugar cada mes, era comprensible que ya no estuviera entusiasmado. Mis padres, en cambio, iban muy alegres conversando entre ellos y riendo como si fueran adolescentes. A ellos les encantaba el viaje y no parecían aburrirse. De hecho, pienso que se emocionaban cada vez más con cada día de campo que hacíamos. Eso me molestaba un poco, aunque también se me hacía algo cómico el verlos tan emocionados. Era como si ellos fueran mis hijos y yo su padre.
-¡Ma! -hablé más fuerte.
-¿Qué pasa cariño?
-

¿Puedes subir el cristal de favor?
-Por supuesto -accedió, e inmediatamente subió el cristal hasta casi cerrar la abertura por completo. -¿Así está bien?
-Sí, gracias.
Mi madre me sonrió y la vi por medio del retrovisor de su puerta.
Cuando llegamos al bosque, ayudé a mi padre a bajar las cosas del auto y cuando terminamos, mi papá se ofreció para ayudarme a construir una presa en el riachuelo que atravesaba el bosque algunos cientos de metros más adentro, como era costumbre.
-Amm, no. Hoy no tengo ganas de hacer una presa. Prefiero dar una vuelta. ¿La próxima vez, si?
-Por supuesto campeón, sólo no te alejes demasiado.
Mis padres me cuidan demasiado, supongo que es porque soy su único hijo. Aunque me gustaría que me dieran más libertad, pues ya tengo 16 años.
-Sí, claro -respondí.
Me metí bosque adentro, escuchando el tronar de las hojas bajo mis pies. Aquel sonido me gustaba mucho y sonreí porque me di cuenta que en el fondo seguía disfrutando de los días de campo. Llegué hasta el riachuelo. Contemplé un instante las formas que adoptaba la corriente de agua cristalina en su cauce, mientras arrastraba diminutas rocas. En eso estaba cuando un sonido atrapó mi atención. Parecía ser un lloriqueo o un gemido. Caminé hacia donde provenía el sonido y observé a una chica pero no fui capaz de verle su rostro porque estaba sentada, recargada sobre un árbol, sujetándose las rodillas y con la cabeza entre sus brazos mirando hacia el suelo. Me llamó la atención su largo cabello rubio que reflejaba el rojizo cobre de las hojas de los árboles en otoño.
-¿Estás bien? -le interrumpí. Pero cuando ella me volteó a ver, no supe qué decir. Sentí que la sangre se me subía al rostro y que mi lengua estaba trabada. Era muy bella, la más hermosa que jamás haya visto. Quizá la única chica que he visto así de bella sea Celine, pero ella es mi mejor amiga y no la podría ver con otros ojos.
Me miró detenidamente con aquellos ojos grises en los que me podría perder una eternidad.
-¿Estás bien? -repetí.
-Sí -respondió fríamente.
-Yo... Amm... Lamento haberte molestado.
-No te vayas -me pidió-.
Asentí con la cabeza y me acerqué un poco más.
-Soy Kristhen -se presentó.
-Aleksei -respondí mientras le daba la mano.
Ella hizo una mueca de sorpresa, frunciendo el ceño pero arqueando sus cejas.
-¡Qué formal!
Y soltó una sonrisa.
-Sí, supongo que tienes razón -respondí, mientras me llevaba las manos a los bolsillos de mi pantalón.
Ambos reímos.
-¿Te quieres sentar?
-Por supuesto.
Me senté a su lado, enfrente de nosotros corría el riachuelo y algunas aves cantaban a nuestro alrededor.
-Es muy bello, ¿no es así? -me preguntó.
-Así es.
-Este lugar me parece...
Se detuvo a pensar la palabra que mejor describía al lugar.
-¿Mágico? -me aventuré a decir.
-Sí. Exacto. Justo esa palabra iba a decir.
Ambos sonreimos. Ella sabía que me gustaba y yo sentía lo mismo de ella.
Estuvimos conversando por un buen rato. No hablamos de ningún tema importante pero nos escuchamos con mucha atención porque éramos importantes el uno para el otro. Hacíamos bromas y nos reíamos aunque no tuvieran gracia.
-Este podría ser nuestro lugar -comenté mientras le veía a los ojos, que atraían mi mirada con una fuerza inexplicable como la gravedad.
Ella se rió. Lo hacía de manera delicada y agradable.
-Creo que no somos los primeros que encontramos este lugar.
Se apartó del árbol sobre el que estábamos recargados y señaló en donde estaba su espalda. Habían trazado dos corazones sobre la corteza con una navaja o algo. En un corazón había una "K y A" y en el otro una "S y V". Además había una leyenda debajo de los corazones: amigos de por vida.
-Vaya, al menos nos ahorraron trazar el nuestro -respondí mientras señalaba la K de Kristhen y la A de Aleksei.
Ella se sonrojó.
-Ya es tarde. Debería irme.
-Espera, -le pedí mientras me ponía en pie y le detuve de su brazo- ¿te puedo volver a ver? -le pregunté.
-Amm sí, seguro -aceptó sin mucha seguridad.
Sentí como si hubiera dudado acerca de volvernos a ver, a pesar que las horas que estuvimos hablando la habíamos pasado tan bien, y no comprendí porqué.
Intercambiamos nuestros móviles y nos despedimos.
El resto del día estuvo bien. Cuando volví con mis padres mi mamá ya había preparado la carne asada y comimos juntos.
Por algún motivo no podía sacarme a Kristhen de la cabeza. Cuando viajabamos de regreso a casa, mi madre me preguntó si estaba bien, pues se había percatado que estaba actuando un poco extraño. No le di muchas explicaciones, sólo le conté que había conocido a una chica y que nos habíamos vuelto amigos.
Mis padres sonrieron. Pensaban que quería ser más que su amigo y tenían razón.
Hacia la noche le escribí un mensaje:
La luna y las estrellas saben que soñaré contigo.
Estaba acostado sobre mi cama, esperando su respuesta con el corazón acelerado. Era luna llena, así que la luz que se filtraba por mi ventana era suficiente para iluminar tenuemente mi habitación.
Su respuesta llegó:
Lo siento no tengo alma de poeta como tu. ¡Buenas noches! Pd. Me encantó tu mensaje.
Sonreí, pues pensé que su mensaje aunque no había sido romántico como el mío, era genuino y espontáneo.
Esa noche dormí muy bien y realmente soñé con ella. Que estábamos en el Manser's Shaw y caminabamos tomados de la mano. Me pregunto si ella soñó conmigo también.
Salimos algunas veces más antes de que me animara a confesar mis sentimientos. Estaba enamorado de ella, aunque no nos habíamos besado.
Fue una tarde fría de Diciembre cuando mi corazón no aguantaba más tanta represión. Le confesé que estaba enamorado de ella y si quería ser mi novia. Esa tarde habíamos ido a patinar sobre hielo, y aunque al principio no quería aceptar su invitación porque sabía que era un pésimo patinador, terminé aceptando con tal de estar en compañía de ella. La pasamos mejor de lo que pensé. Terminé adolorido de la espalda y la cadera de los golpes que me di al caer, pero disfrutaba más ver su sonrisa. Ella era muy buena patinando, se deslizaba sobre el hielo con tanta naturalidad que hasta pensé que yo era el problema al no poder patinar así. Podría ser que en realidad era peor que yo, pero al estar enamorado, no podía notarlo. Nunca lo sabré. Terminó siendo compasiva y me enseñó a deslizarme mientras nos tomábamos de la mano. Aceptó ser mi novia. Al principio volvió a dudar en dar su respuesta y sus bellos ojos grises se humedecieron con algunas de sus lágrimas. Estaba muy confundido. No sabía si molestarme, entristecerme o compadecerme.
-¿Es que acaso no sientes lo mismo por mi?
-Sí, pero...
No pudo explicarme nada. Simplemente las palabras no salían de su voz.
-¿Hay alguien más?
-¡No! ¡Claro que no! Deseo estar contigo, yo...
No dude en besarla. Si no había alguien más y ella deseaba estar conmigo, entonces no veía por qué no estar juntos. Después del beso se tranquilizó y me sonrió. Había aceptado ser mi novia. Aquellos labios rosados por los que tanto sufría por fin estaban a mi alcance.
Días después sucedió nuestra primera pelea. Supongo que era uno de esos días que sabes que tiene que llegar pero esperas que nunca lo haga. Quería pasarme la Navidad con su familia y la había invitado el año nuevo para que estuviera con la mía, o viceversa. Pero ella no quiso. Me dijo varios pretextos pero sabía que nada de lo que me había dicho era cierto. Estuvo distante el resto del año. En Enero volvimos a salir, después de que la estuve llamando por teléfono varios días. Cuando nos vimos en persona se disculpó conmigo. No me quiso decir por qué no estuvimos juntos en aquellas fechas que yo tanto apreciaba, pero reconoció que no estuvo bien. No supe qué responder, así que la besé. Era imposible permanecer molesto con ella.
En febrero salimos al cine, habíamos ido a ver "Los amantes están perdiendo". A mi me había gustado la película, aunque al final se me salieron algunas lágrimas. Para mi sorpresa Kristhen no lloró. Por un momento pensé que tenía un corazón muy fuerte o muy frío, pero cuando salimos del cine me comentó que el libro estaba mejor. Entonces comprendí que quizá no lloró en la película porque ya sabía lo que iba a pasar. Casi le pregunto si lloró mientras leía el libro, pues no quería salir con una chica que tuviera el corazón helado, pero me contuve.  También fue por esos días que comencé a notar que estaba adelgazando. Le pregunté si estaba comiendo bien o el motivo por el cual estaba pasando eso. Sin embargo, se incomodó con mi pregunta y comenzó a hablar de otra cosa, intentando cambiar de tema.
-Sabes que cuentas conmigo ¿verdad? -le dije mientras le tomaba sus manos frías y tersas.
-Lo sé -respondió con seguridad.
-¿Me prometes que estás bien?
Su mirada me habló de temores, pero su voz respondió con un frío "sí". Sabía que mentía. Podía ser que tuviera problemas con su familia, pues hasta la fecha no había conocido a sus padres. Tal vez estaba deprimida y no estaba comiendo bien. No creía que tuviera alguna enfermedad que afectara sus hábitos alimenticios, pues cuando salíamos comía sanamente, aunque uno nunca sabe ¿Cómo podía saber yo lo que le sucedía?
Decidí no presionarla. Si no me quería decir lo que le sucedía era respetable y no quería hacerla sentir incómoda o molesta con mi insistencia.
Continuamos saliendo. Realmante me encantaba estar a su lado. Ansiaba los fines de semana, pues era cuando podíamos salir y no teníamos las responsabilidades de la escuela. Estuvimos bien un tiempo y rara vez discutíamos o nos enojábamos. Sólo si le tocaba el tema de su peso se molestaba, así que prefería no meterme en sus asuntos. Tampoco permitía que conociera a su familia ni quería ver a la mía. Mis padres me habían dicho que deseaban conocerla, pues ya les había dicho que éramos novios. Yo no les decía a mis padres que mi novia no los quería conocer, eso los lastimaría. Así que les explicaba que estaba muy ocupada, pero en el momento que estuviera libre, iba a ir a la casa.
Eso me molestaba de Kristhen. El hecho de que no quería convivir con mi familia ni que yo estuviera con la suya, pero la quería tanto que lo pasaba por alto.
Fue una tarde lluviosa de fines de Agosto en que ella decidió terminar repentinamente nuestra relación. Ese sábado habíamos ido al zoológico. A ambos nos encantaban los animales y curiosamente mientras yo prefería los animales tiernos y pequeños, como los pinguinos o los pequeños monos, a ella le gustaban los animales feroces como los leones o los lobos. En el zoológico nos la habíamos pasado genial. Hicimos varias bromas sobre los animales, por ejemplo yo le comenté que el changuito estaba más lindo que ella y me respondió que si me metía en la jaula del león, este seguramente no me comería porque él come carne y yo era puro hueso. Ambos nos reíamos de las bromas tontas y sin sentido que hacíamos.
Pero cuando salimos, repentinamente me dijo, casi susurrando, que no quería continuar conmigo. Apenas y la había escuchado. Al principio pensé que era una broma más.
-Sí claro, mejor aquí lo dejamos -respondí con una sonrisa.
Ibamos caminando, así que se detuvo para mirarnos de frente.
-No es broma. No quiero continuar con esto.
Aquellas palabras me apuñalaron en el corazón como si fueran flechas. Mi respiración se agitó y mi cabeza dio vueltas sin control. Nada de eso tenía sentido. Nos llevábamos tan bien, nos queríamos muchísimo, e incluso estaba cerca de ser el primero en decirle que la amaba.
-¿De qué estás hablando? -pregunté con un hilo de voz, pues un nudo en la garganta no me permitía hablar con claridad.
-No lo sé -respondió también con la voz quebrada-. Pero ya no quiero verte.
-Pero... ¡Te amo! -dije sin pensarlo. Tenía que decirlo. Era lo mejor que me había pasado y no estaba dispuesto a renunciar a ella con tanta facilidad.
-¡No! ¡No me ames! No lo hagas más difícil -sus lágrimas se desbordaron como ríos sobre la tierra.
No entendía nada. Si le dolía terminar conmigo ¿porqué lo hacía? ¿o es que acaso esas lágrimas significaban otra cosa?
Dio media vuelta y se fue caminando bajo la lluvia mientras veía como se alejaba, llevándose mi corazón con ella.
Duramos dos semanas sin contacto, hasta el día que no aguanté más y le escribí un mensaje. Era corto, contundente y sincero:
Te extraño.
Me quedé esperando una respuesta que llegó tres días después:
Yo también.
Mi corazón se volvió a acelerar. Ansiaba su compañía, pero no sabía qué hacer. Al final me decidí a llamarle a su celular. Hablamos un rato y decidimos volvernos a ver.
El reencuentro fue emotivo. Lo primero que hice al verla fue acariciarle suavemente su mejilla con el reverso de mis dedos. Me abrazó con fuerza y nos besamos con amor. Fuimos por un café y estuvimos conversando tranquilamente. Pronto estábamos riendo como solía ser. Pero no duramos felices demasiado tiempo porque en Octubre, unos días antes de que se cumpliera el año de conocernos, ella me citó en el Manser's Shaw.
Cuando llegué al bosque, estaba muy nervioso. No podía controlar mi estómago que me giraba como si estuviera en una lavadora. Nos vimos en el mismo lugar que nos conocimos. Aquél lugar que habíamos hecho nuestro. Cuando estuve ahí suspiré al ver que todavía no llegaba. Había llegado a la hora acordada, así que me senté a esperar unos momentos su llegada. Quince minutos después me envió un mensaje de texto:
Lo siento. No puedo más con esto. Adiós.

El Amor A Través Del Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora