Capítulo Final.- Valor

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La situación era completamente desfavorable para Farad, pues bajo esos escombros no encontraría mayor salvación que estando frente a frente con el dragón. Observaba como aquella bestia embestía frenéticamente cada posible escondite; era solo cuestión de tiempo para que éste lo encontrase.

Como un mal presagio, varios recuerdos a lo largo de su vida comenzaron a hacerse presentes en su mente, aunque dos de ellos fueron los que resonaron con mayor fuerza en su mente. Uno de ellos fue el recuerdo de Akasha, cuando aquel gran carámbano le arrebato la vida, mientras en su rostro se dibujaba un efímero semblante de súplica, antes que toda vida se desvaneciera inmediatamente de sus ojos El otro recuerdo era un poco más antiguo, pues era el rostro de Shana al momento que vislumbró por primera vez el puerto de Tanzia.

El recuerdo del rostro de su vieja amiga despertó en él un sentimiento de culpabilidad, pues también recordó su rostro suplicante cuando Akasha y él le dejaron abandonada a su suerte ¿Cómo pudo ser posible que él, un hombre que siempre había mantenido su palabra, fallara al juramento más importante que había hecho en su vida? Y al presentarse nuevamente ante él el rostro sonriente de su vieja amiga, con su cabellera ondeando bajo la brisa marina, tomó una contundente resolución; no dejaría que aquel dragón tuviera la posibilidad de lastimar a su amiga, o a cualquiera de su aldea.

Tomó la última botella de líquido blanquecino, bebió la mitad y la otra mitad la derramó sobre su cuerpo. Después extrajo la extraña pócima de color verdoso, esta vez de mayor tamaño que el anterior, y la vertió dentro de su armadura; las heridas aún abiertas que eran tocadas por la pócima se cubrieron por la extraña costra verdosa, y las magulladuras y torceduras se entumecieron completamente. Farad tanteó sus bolsillos para hacer recuento de las armas y herramientas que le quedaban para su encuentro con la bestia. Tomó con fuerza su katana para intentar detener el temblor de sus manos, pero como esto no sucedió, inhaló y exhaló profundamente antes de salir al encuentro con el dragón.

En cuanto su cuerpo asomó al exterior, pudo ver de reojo una enorme bola de fuego que se dirigía directamente hacia él. Farad la esquivó y comenzó a correr en la dirección que esta había sido lanzada. Un remolino de fuego surgió tras él mientras un par más de bolas de fuego ya se dirigían a su encuentro. Cuando las esquivó vislumbró como el dragón cargaba contra él con los enormes cuernos por delante y una extraña aura rodeándole; apenas pudo esquivar el golpe rodando hacia un lado.

Farad se incorporó velozmente mientras lanzaba un gran tajo contra la pata delantera-derecha del dragón, realizando un extraño movimiento con el cual con una mano blandía la katana y la otra sencillamente seguía el movimiento. El dragón se dio media vuelta con dificultad y, elevándose momentáneamente en el aire, se abalanzó a una velocidad irreal contra su contrincante. Farad logró esquivar el ataque con facilidad y, con el mismo extraño movimiento, rajó sus patas traseras. La batalla continuó con Farad esquivando y el dragón atacando sin piedad. Farad logró realizar tres cortes más en su oponente, cuyos movimientos eran cada vez más torpes y lentos. Durante un momento Farad realizó un último corte en el vientre del dragón, pero éste, con un movimiento circense, le golpeó con su poderosa cola, lanzándolo bruscamente contra los restos de un delgado pilar de piedra.

Farad intentó ponerse en pie, pero las energías le abandonaron completamente por una extraña razón. Observó como el dragón intentaba acercarse a él, pero tras dos pasos sus patas flaquearon y se desplomó en el suelo completamente adormilado. Sonrió al ver que su plan había funcionado; sabía que no podría vencer al dragón sólo, pero quizá podría volver a dormirlo si insertaba cuchillos con somníferos en cada herida que lograse hacer. Una extraña sensación de frío comenzó a recorrer su cuerpo desde su vientre, con lo que el estupor fue completamente inevitable. Antes de que sus ojos se cerraran sin que pudiese evitarlo, vislumbro como las rocas que habían bloqueado el pasaje de entrada se derrumbaban una a una.

-¿Qué es eso? – Logró escuchar, ahora en la oscuridad.

-¡Parece que está aún con vida, debemos aniquilarlo cuanto antes! –

Esto último alertó a Farad.

-No deben despertarlo, no - No podía distinguir si solo lo pensaba o si su voz efectivamente emitía la advertencia. Afortunadamente parece que alguien logró al menos distinguir su balbuceo, pues sintió como alguien se acercaba a él y lo ayudaba a sentarse en el suelo –No deben despertarlo, no deben... -

Sintió como unas manos robustas le indicaban que guardase silencio.

-Guarda tus fuerzas, me encargare que no le despierten ¡No se les ocurra atacar al dragón, no debe ser despertado, y traigan a un médico! –

En ese momento Farad se desvaneció

Los días habían pasado. Los cazadores sobrevivientes a aquella terrible batalla en el "círculo de fuego" habían vuelto al gremio y los integrantes de éste habían organizado un gran evento para conmemorar al gran héroe en aquella batalla. Los rumores habían corrido y en todo Tanzia se sabía sobre la hazaña de Farad Thuban, quien regreso a su eterno sueño a La oscuridad brillante, el Alatreon.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando cada cazador del gremio comenzó a reunirse en el puerto de Tanzia. La comitiva principal era precedida por el maestro del gremio, Shana y Yukimi. Tras de éstos se encontraba el grupo de Tharon, al igual que el resto de quienes habían partido en pos de Akasha. Enkil, el joven protegido de Tharon, miraba con ferviente admiración al hombre en cuyo honor se precedía tal ceremonia, dispuesto en una pequeña barcaza; el maestro comenzó su discurso.

-Farad Thuban, dadas tus recientes acciones, dando muestra de un extraordinario valor e inigualables habilidades, regresando a su eterno sueño al Rey del caos, la oscuridad brillante, el alatreon, serás reconocido desde hoy como miembro oficial de este gremio. Acepta el tesoro del gremio como una muestra de agradecimiento de Tanzia, y de cada habitante de estas tierras, a las que has salvado de la ira de aquel dragón –

El maestro hizo un pequeño ademán y, acto seguido, siete cazadores se adelantaron para entregar siete gemas de extraordinaria belleza. Entre estos cazadores se encontraba Enkil, quien al entregar su correspondiente gema mencionó.

-Es un honor estar frente a ti, espero tener el valor de hacer lo que hiciste el día que de mi dependa la vida de quienes amo –

Dicho esto se retiró y el maestro continuó su discurso.

-Ahora Farad Thuban, parte como miembro de este gremio y hermano de esta gente –

-¡Enhorabuena, Farad! – Continuó Yukimi, con su característico humor sobre-estimuladamente alegre - ¡A partir de hoy te conocerán como miembro honorario de este gremio y nuestro hermano mayor, ahora parte hacía tu primera misión oficial, llénanos de orgullo! Estaremos esperando tu...tu... -

En ese instante la cálida y alegre voz de Yukimi se quebró, y ésta cayó de rodillas mientras su esforzada sonrisa daba pasó a lágrimas y sollozos tan lamentables que quebró incluso el temple del maestro, por cuyo rostro comenzaron a correr las lágrimas. Shana, al lado de Yukimi, cayó igualmente de rodillas a su lado, cubriendo su rostro sus manos mientras la tristeza la inundaba; Yukimi rodeo con sus manos a Shana mientras continuaba sollozando en su hombro. El cuerpo de Farad yacía inmóvil en una pequeña barcaza, cubierto por una manta blanca, con las siete joyas formando un pequeño círculo resplandeciente sobre él. La barcaza partió hacia mar abierto, mientras el resto del gremio y diversos habitantes de Tanzia le observaban.

Algunos arqueros preparaban flechas en llamas para incinerar el cuerpo del difunto, pero un extraño resplandor les detuvo. Una luz dorada comenzó a surgir de las profundidades del mar hasta que se convirtió en un colosal dragón marino, con enormes astas y una abundante barba; era el ceadeus de barba dorada, criatura que, según algunos pueblos, debe su brillo a su divina misión de guiar las almas de los valientes a su descanso eterno. El dragón tomó el cuerpo de Farad entre sus fauces con una delicadeza casi imposible, para guiarle en su viaje.

Esta historia llegó a mis oídos por azares del destino y considero que, a pesar que Farad no fue el virtual ganador en su batalla con el Alatreon, su historia es una que merece la pena contarse. Quizá no fue una persona perfecta, libre de errores o defectos, pero aun así es alguien digno de admiración pues, a pesar de las tentaciones y tropiezos, fue capaz de reconciliarse con el hombre que antes era, fiel a su palabra y digno de confianza. Tal vez jamás podamos saber si aquellos pueblos, asolados por la devastación, lograron ser salvados o sucumbieron finalmente, pero indudablemente nadie podrá olvidar a aquella pareja de cazadores que les brindaron esperanza.

La última esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora