Capítulo 3

42 4 1
                                    


La música llega a mis oídos en cuanto salgo de la sala. Cruzo rápidamente el pequeño pasillo que hay entre la pista de baile y el cuarto donde estábamos. Los lavabos están a mí izquierda y cuando veo el cartel, mis piernas caminan solas hacia allí.

Salgo del lavabo abarrotado de gente y me dirijo al centro de la discoteca. Son las dos de la mañana, pero el volumen sigue rompiendo los altavoces. Paro de caminar en cuanto veo la gente moviéndose. Observo lo que hay a mi alrededor.

Gente que baila, gente que no se aguanta de pie, gente besandose... lo típico. Bajo el pequeño tramo de escaleras que hay y miro las caras de la gente. Todos están con amigos riendo y pasándoselo de maravilla. En cambio, yo estoy aquí sola, decidiendo si bailar o ir a por algo de beber. Miro hacia abajo para no mirar las caras de los chicos que me echan miraditas intimidadoras por mí vestido. Este es de color granate, con unos anchos tirantes que se van arrugando hasta el grande escote. Se me ciñe a la cintura con fuerza dejando ir unos volantes que caen hacia abajo, por encima de las rodillas.

Llego a la barra y me siento en uno de los taburetes libres. Hay dos personas antes que yo, así que me limito a esperar en silencio. Giro el taburete para matar el tiempo y mirar a la gente. Miro por encima a todas las personas que puedo ver. Ninguna me llama la atención hasta que detecto algo raro a lo lejos. Dos chicos me miran desde el otro extremo de la sala. Podrían ser como los de antes, que solo me miraban por el vestido, pero estos dos... No paran de susurrar entre ellos mientras me miran. Susurran y miran. Eso es todo. Pero hay algo que me incomoda.

– Lo siento por la tardanza. – Dice una voz ronca detrás de mí.

Giro el taburete rápidamente y me sorprendo al encontrarme un chico moreno de media melena. Es bastante atractivo, pero tendrá unos seis años más que yo.

–No pasa nada. – Le respondo al momento con una media sonrisa.

– Bueno... ¿Que te pongo? – Apoya los brazos en la barra de mármol para acercarse más a mí.

Tiene los brazos musculados, y su piel es morena como arena chamuscada.

– Emm... Creo que tomare un vaso de agua. – Le respondo obligándome a apartar la mirada de sus brazos.

Levanta una ceja perplejo por mi decisión y lo único que puedo hacer es lanzarle una sonrisa que reprima un por favor.

– Pues... Marchando un vaso de agua. – Contesta con una sonrisa dulce.

Le sigo con la mirada hasta el otro lado de la barra, pero no puedo reprimir las ganas de girarme otra vez. Lo hago, pero esta vez solo giro la cabeza. Siguen mirándome. No han cambiado de sitio. Siguen mirándome y susurrándose cosas al oído. Estoy notando como me pongo nerviosa a cada segundo que pasa. Intento no mirarlos, pero es más difícil de lo que pensaba. Vuelvo a mirar hacia la barra para averiguar cuanto le queda para darme el maldito vaso de agua. Vuelvo a girar la cabeza involuntariamente y algo ha cambiado. Se han movido de sitio, es más vienen caminando lentamente hacia mí.

<<Mierda.>>

Vamos, vamos date prisa. Estoy más nerviosa que antes. Puede que solo vengan a hablar conmigo por algo, o igual no vienen hacia mí y me he confundido debido al alcohol. O quizás soy muy paranoia y exagero todo más de la cuenta.

– Aquí tienes, preciosa. – Por fin ha vuelto.

Cojo el vaso en cuanto lo deja en la barra, ignoro su comentario y salgo pitando antes de que esos dos puedan alcanzarme. Vuelvo por donde he venido. O eso creo. Ahora hay mucha más gente, lo que significa que no se por donde he venido. Me bebo el agua en dos tragos y lo dejo en una mesa pequeña de madera. Intento correr, pero es imposible. Doy vueltas por la pista sin saber dónde está el pasillo para reencontrarme con mis amigos.

DISTRITO 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora