Segunda Parte
Había pasado una semana. Era la segunda vez que nos veíamos; nuestra relación era como un secreto a voces entre nosotros dos. Sabíamos que seríamos amantes, pero no lo decíamos y no hablábamos al respecto. Tal vez porque no era necesario.
Íbamos en su auto por las calles de San Francisco, que no quedaba demasiado lejos. Lola me había encubierto con mamá, a pesar de que ella estaba ocupada con sus análisis. Sin embargo, me tomó mucho esfuerzo convencerla de ayudarme, principalmente porque no sabía qué me traía entre manos. No le había contado, preocupada por que se exaltara y me delatara. Claro, yo sabía que Lola no me haría eso, pero nada podía confirmármelo.
—No sé qué te traes entre manos —me decía el día anterior.
Dave era un gran conductor, y ya me había acostumbrado a sus maneras salvajes.
—Entonces esto es San Francisco —decía yo fascinada, mirando fuera.
—Hermosa ciudad, quizá deberías vivir aquí y no en Los Ángeles. Este lugar está hecho para ti —y se volteó para dedicarme una linda sonrisa.
—No estás equivocado —admití.
Le planté un beso en la mejilla y me apoyé en su hombro. Crucé los pies más allá de la ventana y sentí el viento que me azotaba los tobillos. Dave levantó el brazo y lo pasó por encima de mí, agarrándome el hombro.
Le acaricié el vello del brazo y lo jaloneé. De vez en cuando se quejó y me burlé de él.
—Me llevarás a casa, ¿no es así?
—De hecho, creo que podría secuestrarte —levanté la vista y él levantaba una ceja, luego la otra, y luego ambas.
Solté un soplido.
Presionó su brazo contra mi garganta y me aprisionó. Yo intentaba alejar su brazo, pero la risa no me dejaba.
Escuchábamos Jefferson Airplane, y Dave empezó a comparar la voz de Grace Slick con la mía, y empezábamos a discutir el por qué de Slick y cómo podía ser interpretado su nombre. Luego hablamos un poco de Grace Kelly. Momentos después empecé a quedarme dormida. Eran casi las cuatro. Me acurruqué como estaba acostumbrada a hacerlo y, somnolienta y ya casi sumida en un sueño profundo, intenté tomar el brazo de Dave como manta. Lo movía y usaba a mi placer, y a él no le importaba. A él le gustaba.
—Ojalá pueda controlarme —le oí decir cuando yo estaba a punto de caer dormida. Lo último que vi fue su sonrisa y su cabeza moviéndose en negación.
Dave se estacionó una cuadra antes. No me despertó, esperó a que yo despertase sola. Cuando finalmente lo hice, lo miré y era él quien caía dormido con los brazos cruzados. Me quité su brazo de encima con sumo cuidado y me levanté, me senté. Me miré en el espejo y tenía el cabello medio revuelto. A Dave le gustó siempre mi cabello rebelde.
Él estaba por dormirse por un largo rato, pero yo quería disfrutar cada momento con él, no quería perderme nada.
Sin embargo, sí quería verlo en ése estado. Inofensivo, sin defensas, a mi alcance.
Era difícil pensar que estábamos en el mundo real, porque para mí era más una ilusión.
Lo bueno es que las ilusiones son las mejores amigas de la fe.
En un abrir y cerrar de ojos, le planté un beso en la mejilla. Despertó exaltado y dio un salto en su asiento. Me sentí ligeramente culpable, por lógica, pero no pude evitar emocionarme con la escena. Tuve que contener una risa.
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Some Velvet Morning
عاطفيةSome Velvet Morning es la historia de una joven enfermiza y bizarra que empieza a vivir apenas a los quince años. No será su común historia de romance, puesto que ambas personas son bizarras, alienadas y tienen asuntos sin resolver: asuntos sin solu...