9; Salsa.

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Con el nudillo de mi mano derecha toqué con fuerza y apuro la puerta de la habitación de Luke.

 —¿Cuántas veces te he dicho que no dejes la ropa limpia en el lavabo?— exclamé con furia.

Luke se decidió de una vez por todas a abrir la maldita puerta cuando sus ojos me miraban totalmente dormidos y apaciguados.

—¿Puedes bajar la voz? —habló con voz ronca y horriblemente sexy —Son las 12:00 p.m —terminó con tranquilidad

—¡¿Y te parece poco?!— grité exageradamente en el pasillo.

Oh, claro y debía mencionar el hecho de que su pecho desnudo se divisaba a miles y miles de kilómetros, sus músculos estaban totalmente a la vista, su cabello estaba completamente alborotado y satinado, mientras sus vigorosos ojos grises me miraban con cierto ímpetu carnoso y exuberante.

¡Diablos! por poco olvidaba lo enojaba que estaba.

—Baja la maldita voz—me ordenó, gritando mil veces por arriba de la mía.

—¿O si no qué?—le reté.

—No me hagas hablar, Miller — Me miró con ojos serios y cansados.

Como de costumbre Andrew nos miraba con tranquilidad ya que era una completa rutina despertar con tal escenita. De todas formas no le importaba, al menos no mucho, con estar acompañado alegremente por botellas de cerveza le bastaba y sobraba.

En cierto caso incluso yo estaba comenzando a acostumbrarme a la fuerte trivialidad que existía entre nosotros.

—Eres un idiota empedernido —le dije cruzándome de brazos.

—¿Empedernido? ¿No pudiste buscar algo mejor? — soltó una grave carcajada —Ridícula.

—Oh, me disculpo —me burlé —No tengo la culpa de que tu estupidez sea totalmente indescriptible —sonreí con cinismo.

—Me sorprende lo lejos que puede llegar tu ego—rió entre dientes.

—Mejor calla y mueve el trasero, Murphy —le ordené con desdén y voracidad —Tienes muchas cosas que hacer —le avisé al tiempo que daba pequeñas palmadas en su espalda.

El resopló con vagancia al recordar la gran cantidad de ropa que debía recoger del lavabo. Sonreí con esceptisismo una vez que caminaba hacia la cocina para adelantar la comida del día.

...

—Eres una zorra — escuché la voz de mi mejor amiga a través del celular.

—Lo siento, ahora tengo vida social —me burlé con cierto orgullo.

—¿Y aquí no tenías vida social? —me preguntó sarcásticamente.

—¿Hace cuanto que estás con Fred? — le  pregunté con interés.

—Tres meses ¿Por qué? —dijo ella con confusión.

—Hace tres meses tenía vida social — reí con ironía.

—Oh vamos, ¿Tan malo fue?

—¿En serio quieres saberlo?

En dúo, nos reímos abiertamente por una que otras tonterías, bromas y disparates. Mi mejor amiga era totalmente genial y observadora, y con observadora me refiero a chismosa y entrometida.

—¿Entonces hay algún chico?

—No existe tal macho alfa —le avisé con seguridad.

—Siempre terminas odiando a todos — bufó con cansancio.

¿Compañero de piso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora