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Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

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Okina y Aoshi le habían pedido una reunión, de Okina no le sorprendía, pero de Aoshi sí. Era la primera vez que le pedía reunirse oficialmente, él que siempre llamaba a su puerta y le pedía hablar. Era casi como si, por primera vez, la estuviese considerando seriamente como Okashira.

Se sentó frente a ambos hombres. Sobre la mesa había té, Misao se preguntó quién lo había llevado hasta allí, incluso cuál de los dos lo había pedido.

—¿Qué ocurre? —La pregunta escapó de entre los labios de Misao, no había quedado muy profesional, pero con ellos no necesitaba fingir que era alguien que no era.

—Estamos preocupados por ti —soltó Okina sirviendo el té, no habían hablado de ello, mas estaba seguro de que Aoshi compartía su preocupación—. Niña, esto es una locura.

—Oh, vamos, Jiya —espetó poniendo los ojos en blanco—. Soy mayorcita, sé lo que hago, aunque no te lo creas.

—Casarse con un desconocido no es saber lo que haces.

Aoshi asintió levemente, estaba de acuerdo con Nenji, era una locura.

—No seré ni la primera ni la última mujer que se case con un desconocido —rebatió, Aoshi sabía que iba a dar esa respuesta en cuanto Okina había abierto la boca—. Además, yo cuento con la ventaja de poder elegir a mi desconocido.

Estaba fingiendo, a pesar de su máscara sonriente, Aoshi podía ver lo mucho que odiaba aquella idea y las pocas ganas de casarse con un desconocido que tenía.

—Tú no eres como esas mujeres.

—Jiya, de verdad, no hay que hacer un drama de esto.

—Será una pérdida de recursos y tiempo buscar a un hombre que encaje en lo que Itsuka espera —dijo Aoshi intentándola hacer desistir por la vía práctica—. No puedes enviar mensajes a todo...

—No necesito mandar un sinfín de mensajes —le interrumpió Misao, permitiéndose valerse de su rango superior para que no continuase—. Le pedí a Oshige-san que me diese algunos nombres.

Aoshi maldijo a la anciana por haber decidido ayudarla en aquella locura.

—¿Qué nombres hay en esa lista?

Misao pareció desconcertada un instante, hurgó en su bolsillo sacando un papel perfectamente doblado que observó durante algunos segundos.

—Aún no la he mirado —siseó con sinceridad—. No he tenido tiempo con las reuniones de estos días. —Tampoco había tenido el valor para hacerlo, le daba un poco de miedo—. Supongo que ha llegado el momento de hacerlo.

La joven Okashira desplegó el papel con cuidado y clavó la mirada en los kanjis que formaban los nombres y edades de los hombres que, Oshige, consideraba adecuados a sus necesidades. Suspiró. Tomó la pluma y tachó el primer nombre de la lista, obvió el hecho de que la mujer lo hubiese escrito más grande que el resto.

—Ya tenemos un caído antes de empezar la guerra —soltó Okina con humor—, pobre diablo, no querría ser él.

—Quedan once —musitó Misao.

—Que buen trabajo el de Oshi-chan reduciendo la lista de hombres a doce nombres.

—Yo sólo me rodeo de los mejores —espetó llena de orgullo.

Okina extendió la mano arrebatándole la lista, enarcó las cejas al ver quién era el pobre descartado. Eso iba a doler. Volvió a plantearse la opción de exponer los sentimientos de ambos, pero se contuvo. Aquel imbécil tenía que luchar en aquella guerra si quería algo. Le pasó la nota a Aoshi que la tomó sin despegar sus ojos azules de Misao.

Salvar el Oniwaban-shûDonde viven las historias. Descúbrelo ahora