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Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki y Shueisha.

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El contacto de Misao se presentó en la puerta del Aoi-ya solo, sin escolta, sin armas. Aoshi le analizó con el ceño fruncido mientras abrazaba a Misao con una familiaridad que le molestó. No era como se lo había imaginado, debía de tener más o menos la misma edad que él. La joven Okashira le tomó de la mano y lo arrastró hasta donde él esperaba.

—Ichi, él es Aoshi-sama.

—El famoso "Aoshi-sama".

¿Famoso? Aoshi saludó brevemente con un suave movimiento de cabeza. Debería investigarle, tendría que asegurarse de que aquel hombre no era un peligro para Misao.

—Será mejor que hablemos en el despacho.

El lenguaje corporal de Misao había cambiado completamente, la muchacha alegre y despreocupada había dado paso a la mujer que poseía el cargo de Okashira. El líder de los Arashi no pareció sorprenderse en absoluto por aquel cambio repentino, ¿cuántas veces la habría visto adoptar aquel rol? ¿En qué situación lo habría hecho? Aoshi tenía tantas preguntas que formular sobre aquella naturalidad entre ambos que sentía que podría, por primera vez, estallar.

Misao, rompiendo todo protocolo, abrió el shoji del despacho permitiéndoles la entrada. Ambos hombres se acomodaron de espaldas a la puerta, aunque Aoshi habría preferido sentarse al lado de Misao sabía que no podía hacerlo, que aunque Misao cumpliese con la parte del protocolo que no la incomodaba el resto de ellos seguía atado a él y eso le incluía.

—Gracias por haber venido tan rápido, Ichi.

—No es para tanto —soltó moviendo la mano quitándole importancia—. Me tienes muy intrigado.

Tres golpecitos sobre la madera hicieron que Misao abriera la boca y volviera a cerrarla sin mediar palabra. Omasu descorrió con rostro consternado.

—Disculpe, Okashira, necesitamos de su ayuda un momento.

—Disculpadme, vuelvo en seguida.

Los dos ninjas la observaron caminar hasta el shoji que Omasu cerró, en cuanto puso los pies en el corredor. El ambiente en el pequeño despacho era tenso, la presencia de Misao había servido para mantener una paz fría pero efectiva.

—Así que esta es la pinta que tienes —farfulló Ichi con una mirada descarada fija en él—, te había imaginado como alguna especie de Buda.

No surtió efecto, Aoshi no habló y apenas parpadeó.

—Veo que en lo de que no hablas si no es necesario no exageraba ni un poco.

El invitado analizó el pequeño despacho, aquel toque impersonal lo impregnaba todo, encontrando que no había nada sobre lo que pudiera hablar para relajar el ambiente.

—Lo sé —soltó Ichi mirando a Aoshi de nuevo—, es raro e incómodo. No creas que para mí es el encargo de mis sueños, pero se la debo y puede ser muy insistente, no quiero pasarme horas tratando de sacárselo de la cabeza.

»Con Misao es más fácil dejarse arrastrar por la corriente, lo aprendí hace años.

Hace años. ¿Cuántos? ¿Qué había hecho Misao para que aquel hombre estuviese en deuda con ella? Un shinobi experto debiéndole favores a una kunoichi bastante inexperta...

—Oye, no hace falta que me mires como si quisieras hacerme picadillo, si quieres saber algo pregúntalo, es más fácil así.

Misao entró de nuevo en el despacho con té y comida que dispuso sobre la mesa con movimientos ágiles y delicados.

Salvar el Oniwaban-shûDonde viven las historias. Descúbrelo ahora