Epílogo.

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La noche en que regresé a casa después de verte, Taeyong no dijo nada. Pero tuve que contarselo ¿Sabes?
Mis hinchados ojos solo pudieron ponerla en sobreaviso, estaba llorando mucho Chanyeol. Lloré hasta quedar dormido en su regazo.

Mi esposa por la mañana me preparó un té con miel, me dio un par de emparedados y despertó al niño.




Chanyeol iba muy aferrado a mi mano cuando cruzamos las grandes puertas de tu nueva casa. Sus diminutos deditos entre los míos.
Cuando llegamos a tu lugar, sus ojitos miraron tu nombre, y se alegró de que alguien compartiera algo con él. Como buen niño, dejó las flores encima de tu lápida e hicimos una oración para ti, cariño.

Debo mencionar que espanté un poco a mi hijo cuando las lágrimas empezaron a descender por mi rostro de manera incontrolable; me arrepentí un poco de no llevar a Taeyong.








Por la noche, al estar tumbado en la cama, me di cuenta que no pasaría rápido. En lo absoluto.

Quizá mis lágrimas se detenian ocasionalmente, pero no podía decir lo mismo del inmenso dolor en mi pecho que me atormentaba en todo momento.

Recordar lo áspero de tus manos, lo suave de tus labios, desde la manera en que nos conocimos, nuestra primera cita, nuestra primera vez, nuestros anillos, incluso la manera en que me abandonaste. La inmensidad del asunto era abrumador.

Espero que este dolor agudo se pueda transformar en el recuerdo más nítido de mi corazón. Porque nunca voy a dejar de amarte. No entenderé muchas cosas de las que hiciste, pero intentaré comprenderlo ¿Está bien? Cuando mires hacía mí, procura checar bien mi alma; todavía estará la mitad para ti. Pero no te pongas celoso, ambas mitades dicen lo mismo, cabezón.
Deseame una pronta resignación.

Espera. ¿No eres tú en la puerta?

The Snowman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora