3: Hundimiento

248 27 1
                                    

La capitana no había abandonado en toda la noche el camarote y la segunda al mando le ayudaba a averiguar que seguía en el mapa, ella sostenía una gruesa lupa entre el pergamino y su ojo izquierdo.

—Ya entendí que son estos dibujos estúpidos— murmuró dejando la lupa de lado y levantándose de golpe hacia la capitana.

—¿Y que esperas para cantar?— le riñó la capitana del barco.

—Rocas—

La capitana se estremeció instintivamente, se hizo silencio y ambas subieron a la cubierta del barco tomando un catalejo para observar la lejana oscuridad mientras la segunda al mando abría desmesuradamente sus claros ojos. 

 La capitana fue tomada por sorpresa ya que Natalia la vio crisparse levemente como si una lluvia helada le mojase la sucia piel. Todas sus bucaneras, la tripulación a excepción de Laura, estaban amordazadas y atadas de manos y pies.

La rubia sostenía la espada de la segunda al mando que había sido derribada segundos antes, le apuntaba sin titubear.
—La venganza nunca había sido tan dulce— ronroneo. —¿que se siente? ¿Ser derrotada por una ladrona?—

La capitana desenfundo su espada mientras Laura seguía con su repertorio. De no ser por su excesiva confianza hubiera saciado su deseo de venganza.

La capitana fue más rápida y la despegó de su arma con un sencillo movimiento de espada y la obligó a entrar en su barril de nuevo.
—¿Y que se siente ser humillada en cada pelea? Deberías ser más astuta y menos altanera, arpía—

Ese segundo de tensión, en el que Laura era encerrada de nuevo en su barril y en que la capitana liberaba a la tripulación, el barco dio con la primera roca puntiaguda.
Natalia no comprendía nada de lo que ocurría y poco podía hacer la verdad estando encerrada. Lo poco que llegó a asimilar era gracias a los gritos de las piratas, los estremecimientos del barco y el sonido del agua. Entonces escuchó salpicaduras y un terrible ruido de madera quebrándose y más gritos mientras el barco se sacudía tomando a todas por sorpresa haciéndolas dar un vuelco que liberó muchas piratas al mar.

—Pronto! muévanse infelices, todas al bote—

Las bucaneros que aún seguían en el barco escaparon saltando al bote mientras el destrozado barco se hundía, la capitana miró hacia atrás, era la última en bajar, pero no sin antes asegurarse de que llevaba todo lo necesario, su mirada se encontró con Natalia que pedía ayuda ya que al estar encerrada no podía escapar ni huir siquiera.

—por favor— gritaba aferrada a los barrotes de su celda —No me deje aquí—

Contra todo pronostico la capitana regresó a Natalia, pero solo para arrebatarle el relicario del cuello que había llamado su atención por su brillo plateado.

La chica tuvo la oportunidad de agarrar firmemente la chaqueta de la pirata para que no escapara pero la capitana se deshizo de ella para escapar quedándose Natalia con la pesada chaqueta.
—No! ¿Qué hace? ¡No podéis dejarme aquí!—

Pero la capitana ya había dejado el barco y se alejaba entre las olas en el pequeño bote sin volver la vista hacia la Quimera Carmesí o hacia Natalia.

Abrió los ojos grandemente cuando una gran cantidad de agua inundó la celda. El barco se estaba hundiendo y pudo notar que en parte había comenzado a incendiarse por las lamparas de aceite que se habían roto, pero no importaba ya que las olas ahogaba las llamas y con ellas también la poca visibilidad.

Natalia comenzó a sentir la desesperación y el miedo juntos, abandonada a su suerte y encerrada poco podía hacer más que intentar rogar por su vida.
La baranda de metal tenía aún el candado y el agua no paraba de entrar a borbotones al compás de las olas que subían y bajaban. Por más que forcejeaba e intentara ferozmente empujar la baranda o forzar el candado era completamente imposible que cedieran.

El agua le estaba cubriendo ya el cuello cuando decidió hacer su último gran esfuerzo, por su vida, por su promesa, por el futuro de su familia. Tomó una última bocanada de aire antes de que el barco, o lo que quedaba de él, se sumergiera por completo bajo la línea oscura del agua.
Si antes la visibilidad era casi nula, ahora lo era aún más ya que era una noche sin luna y las oscuras olas la cubrían.

Natalia daba patadas al fortificado candado mientras intentaba no asfixiarse con el poco oxígeno que sus pulmones lograron inhalar. Un golpe... Tres... Cinco... Diez...
Pero era inútil, todo lo que hacía era infructuoso ya que al final no era tan fuerte como ella pensaba y le dolió cada músculo por el esfuerzo y la falta de oxígeno que aplastaba sus pulmones. El barco descendió lentamente en el agua y para Natalia todo se iba tornando de un profundo color negro, el aire se agotó en sus pulmones demasiado pronto para su gusto.

Quizá fue parte de las alucinaciones de la muerte, sus ojos creyeron ver una alargada forma aún más oscura que el agua, una sombra que rondaba en círculos a su alrededor. Pensó en los tiburones o los monstruosos peces que podría albergar el mar abierto.

Fuera lo que fuese, se acercaba hasta las rejas de su celda con un ruido acuoso y distante de aletas. Parecía el fin, y quizá lo era. No estaba preocupada por morir, al fin y al cabo sería mejor morir que tener que desposarce con un extraño, no estaba preocupada por dejar la vida, le molestaba no haber logrado su propósito de vida, no había logrado nada.

"Pero di lo mejor de mi" pensó "no me rendí hasta que no pude hacer nada más" Fue lo último que atinó a pensar antes de que su consciencia declinara y la sombra oscura se posara sobre la celda. 

Arenas Doradas (#Maytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora