2: Piratas

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Sin embargo, su destino no estaba escrito todavía...
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El puerto se encontraba ya a tres días cuando tropezaron con otro barco. Uno de madera teñida de profundo carmín, en la lejanía. La tripulación dio la alarma pero era demasiado tarde, todo ocurrió a una vertiginosa velocidad.

Cañones, disparos, gritos. Piratas abordando y deshaciéndose de la tripulación uno por uno, robando y destruyéndolo todo cuanto querían y podían.
El All Imperial descansó esa noche en el fondo del profundo mar, y Natalia, la prometida del príncipe de las islas de Occidente, en el calabozo de la Quimera carmesí.

La prometida ahora era prisionera de piratas, pero no estaba en cualquier barco pirata, estaba en la Quimera carmesí, navegada por la única tripulación de piratas que estaba completamente constituida por mujeres. Las más frías y desalmadas arpías de todos los mares, de las cuales la peor era la capitana Moreno. Vil y despiadada bucanera responsable de los más osados robos y los asesinatos más frívolos.

Ella navegaba la Quimera carmesí hacia un punto específico, fue pura casualidad que se toparan con el All Imperial y siendo ella una amante de las oportunidades fáciles no la desaprovechó. Todas las piratas de ese barco esperaban con ansias llegar a las Arenas Doradas, una islas que, como su nombre indicaba, tenía la arena más brillante y dorada del mundo.

Había quien decía que era verdadero oro mezclado con los granos de arena. Por eso mismo se rumoreaba que bajo sus palmeras se ocultaba un tesoro de riqueza incalculable. Pero daba casi igual ya que esas islas estaban pérdidas y sólo había un mapa para encontrarlas, el mismo que la capitana sostenía con fuerza entre sus manos. Las piratas tienen esa debilidad por todo lo brillante y la promesa de tanto oro en una sola isla las llevaba ha cometer las locuras que fueran necesarias.

Natalia no tenía ni idea de a donde se dirigían, solo sabía que no era a la isla de su prometido. Eso pensaba cuando fue bruscamente sacada de la celda del barco y puesta a fregar la cubierta. Así transcurrieron dos días para Natalia, como la moza del barco.

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—¡Izen las velas! Todo a estribor, ¡Natalia!—

—¿si, señora?—

—Ojalá y esa cubierta no este reluciente para cuando arribemos las Arenas doradas, y te juro por atena que te cortamos entre todas y lanzamos al mar para alimentar a leviatán... ¿Quedó claro?—

—Si, señora—

Despuntaba un tibio día soleado que calentaba los sucios rostros de la tripulación de la Quimera Carmesí, todas cantaban y se carcajeaban con estúpidos chistes mientras la capitana revisaba dubitativamente el mapa, había algunas líneas que se borronearon al limpiar la sangre que en un momento cubrió todo el pergamino. Sangre del antiguo dueño del mítico mapa, que negándose a dárselo tuvo que ser tomado por la fuerza.

Natalia no tenía problemas con las ordenes, limpiar la ayudaba a pensar y era el momento para idear una forma de escapar. Las piratas intercambiaban monedas mientras ella fregaba la cubierta a sus pies. Sólo esperaba el momento para organizar un motín o alguna distracción, observando a las bucaneras reír estrepitosamente y hacer cosas de piratas.
No tenía miedo, a pesar de que estuvo presente cuando las piratas mataron a la tripulación del All Imperial, no había más que reforzado su decisión por cumplir su promesa.

La capitana se encerró en su despacho para estudiar el mapa a fondo, ya que se aproximaba algo pero no sabía qué exactamente. Natalia supo aprovechar el momento y fue directo hacia un barril de ron que contenía dentro a una pirata.

Laura, era el nombre de la intrépida y rebelde rubia, había sido encerrada ahí por robarle a la capitana y ese era el primer castigo, al llegar a las Arenas Doradas sería enterrada viva. Castigo común entre piratas. Natalia la llamó desde afuera de la manera más discreta que pudo para que las demás no la vieran. No le fue difícil convencerla de brindarle su ayuda.

—...Pero tendréis que obedecerme palabra por palabra— le decía la rubia desde adentro.

—Sólo dime que hacer—

Laura le ordenó hacer cosas muy raras, desde poner en exceso jabón en el suelo hasta robar con extrema cautela las armas que dispararan a pólvora de los bolsillos de cada pirata. Fue algo críticamente aterrador para Natalia, ya que sus manos seguían cubiertas de jabón mientras robaba las armas y estas se le resbalaban de entre los dedos.
Logró también hacerse con los pañuelos y una botella de ron.

—¿y el ron para qué?—

—para humedecer mi garganta, ¡claro!— respondió con fastidio la rubia —Ahora dejádmelo a mi— Entonces la rubia salió del barril con la botella ya a la mitad.
—Hey guapas— les llamó de lo más divertida recibiendo miradas sorprendidas de todas.

Estas tuvieron la intención de correr hacia ella para meterla de nuevo al barril, pero tan pronto como lo intentaron sus pies se resbalaron con el jabón. Laura sacó su arma favorita con la cual les apuntó obligándolas a deshacerse de sus cuchillos que en nada servían en contra del arma de fuego. El plan salia de maravilla, Laura lideraba tal osada rebelión dándole órdenes a Natalia para que atara por las manos a cada pirata con los pañuelos, ya que no había otra cosa más eficaz.

—¡Lo logramos!— chilló de felicidad Natalia.

—Ja! No guapa, tú no—
Natalia fue apuntada con la pistola directo a los ojos.

—pero creí que estábamos juntas en esto ¡yo te ayude a escapar!—

—Regla número uno del mar, tía: nadie está con nadie, si no puedes salvarte por ti misma estás perdida—

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El día no tardó en anochecer de nuevo y Natalia volvía a su celda con frustración por haber fallado olímpicamente, Laura colocó dos candados a su celda por si acaso. Como si no fuese suficiente su frustración por no poder cumplir su promesa, ahora estaba molesta consigo misma por haberle entregado su confianza a una pirata.
Su mano se deslizó en el interior del bolsillo de su estropeado y andrajoso vestido para tomar un pequeño relicario de plata en forma de joya que contenía una aun más pequeña foto de sus padres.

—Hallaré la forma de escapar... Y cumplir mi palabra— murmuró en la oscuridad sintiendo dentro suyo encenderse la esperanza nuevamente. —Lo prometo—

Y lo haría, pero no de la manera que imaginaba.

Arenas Doradas (#Maytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora