19: Primer paso al infierno

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El constante brillo solar comenzaba a lastimar su piel y ése ardor fue el que terminó despertándolo. No se sentía diferente, no mucho. Aunque, si podía sentir menos seguridad ahora que la mągia no estaba de su lado. Pero ¿Que más da? podía sobrevivir sin ella como lo había hecho antes.

Con lo que no estaba enteramente seguro era que no podía sentir su cola. Un horrible pensamiento lo sorprendió: ¿Y si no tuviera su cola? Naaa, eso no era posible. Para asegurarse despegó los ojos lentamente, pero su vista se dirigió a la joven en la que estaba recostando su cabeza.

Natalia tenía los ojos cerrados y el rostro hacia las olas que rompían lenta y acompasadamente contra la arena dorada que actuaba como un espejo de la luz solar. En nada estarían ambos tremendamente bronceados si no se movían de ahí. Pero eso no le interesaba, no ahora por lo menos, ahora veía el rostro impasible de la joven Natalia.
Ella se habia quedado con él por lo visto. Eso era muy dulce, hasta para ella. Eso lo llevó a pensar ¿Había cambiado? no ¿Entonces qué era lo que era diferente en ella? porque estaba diferente, quizá más despeinada.

Su vista se desvío un segundo hacia su cola que era la verdadera razón por la que había abierto los ojos. Está de más decir que profirió un tremendo grito desgarrador al encontrar un par de piernas humanas en vez de su magnífica cola.

Las lágrimas brotaron de sus ojos. Luchó contra ellos, pero persistieron y pronto se derrumbó, liberando las compuertas del arrepentimiento y la tristeza que la acosaban. ¿Porque había entregado la magia? Simplemente por aceptación de parte de sus semejantes y ahora ya no volvería con ellos. Ya no podía contenerse, lloraba amargamente, con la cabeza enterrada en el estómago de Natalia.
Ella dio un respingo dándose cuenta de la situación inmediatamenada.
—¿Mayden?— preguntó mirando hacia abajo, a su rostro que seguía recostado en su regazo y ahora lucía desencajado por la pena. —Shh... Calma, no pasa nada... Todo estará bien, yo estoy contigo—

Recordaba haberle hablado así al bebé de una de sus amigas. Y por alguna razón, Mayden le inspiraba eso que sintió en su momento por ese bebé: ternura.
Siguió murmurándole palabras suaves y tiernas hasta que dejó de llorar y sus ojos, enrojecidos por las lágrimas, se fijaron en los suyos. Interesante, pensó, ver como amaba realmente su condición de tritón que no podía controlar las lágrimas.
—Gracias— murmuró.

Lo siguiente que ocurrió, Natalia lo catalogó más adelante como impulso. Un acto que efectuó sin pasarlo antes por el filtro de su raciocinio.
Con cautela, ante la atenta mirada de Mayden, se agachó y apretó la boca contra la de él. Una onda de choque atravesó ambos cuerpos al mismo tiempo. Ambos rompieron el beso esta vez, mirándose el uno al otro con sorpresa. Solo miraron, estudiándose el uno al otro y sus expresiones se suavizaron. Sin otra palabra, ambos se inclinaron y se besaron de nuevo. Esta vez ninguno se apartó hasta que fue enteramente necesario respirar.
Se tomaron un momento antes de abrir los ojos de nuevo.

—Natalia...

—Hablamos luego—

Sus labios se volvieron a unir esta vez con más seguridad, más pasión. Se amaban. Al fin lo entendían.

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—Te tambaleas mucho

—No es mi culpa, espera, vas muy rápido

Era la tercera vez que se derrumbaban en la arena. Pero las risas no se hacían esperar. Los pasos de Mayden eran tímidos y quejumbrosos y aunque Natalia lo llevara del brazo las caídas no se hacían esperar.
Esta vez no se levantaron, sólo miraron a la lejanía. Donde el sol se fundía con la línea azul del mar.
—Nunca pensé que caminar sería tan complicado

—Ya aprenderás, niño grande

Un intercambio de miradas más que terminó en otro beso furtivo, demasiado breve para ambos. Cuando Natalia quiso acercarse de nuevo él se apresuró a ponerse de pie.
—¿Qué ocurre?

No dió ni dos pasos antes de volver a dar de nariz al suelo —Esto es muy doloroso— se quejó.

—Pero ahora debéis hacerlo, no te queda de otra más que afrontar tu nuevo yo—

Fue hasta él y lo ayudó a sentarse sobre la tibia arena. Hacía rato que habían enviado a Laura a por hojas de palmeras para confeccionarle a Mayden un taparrabo decente, con la promesa del cien por ciento del botín. Aun con ese manojo de hojas, no dejaba de verse increíble.
Su expresión, por el contrario, denotaba angustia.

—No me refiero a caminar.— Le llevó unos segundos comprenderlo. Pero cuando lo entendió el dolor fue demasiado.
—Vas a casarte, Natalia. ¿Lo habéis olvidado? Porque yo no.

El silencio que cayó sobre ellos fue de lo más desagradable. Y no mejoró con las risas estridentes de Laura por la orilla de la isla arrastrando un pesado cofre lleno a tope de tal modo que ni siquiera podía cerrarse hasta el Stallion.

—Antes te empeñabas en cumplir tu promesa— dijo sin mirarla. Se notaba la amargura de sus palabras —No entiendo porque ahora ya no piensas igual—

—Porque... antes no te conocía.

Esas palabras parecieron perturbarlo aún más. Porque se levantó e hizo ahínco de todo su fuerza de voluntad para regresar abordo del barco.
Natalia suspiró. Todo había empeorado justo ahora en que debería mejorar. Justo ahora en que por fin ambos aceptaban lo que sentían.

Justo ahora, el recorrido a las islas Occidentes  sería un infierno para ambos.

Arenas Doradas (#Maytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora