7: Aletas

196 12 10
                                    

Natalia resopló apoyándose en el casco del barco. Se había matado para poder demostrar algo que era literalmente imposible para ella, el hombre tenía limitaciones grandes y una de ellas era esa.
Sin embargo, Mayden no se burló cruelmente de ella, simplemente se situó a su lado con su típica sonrisa galante y encantadora dedicándole una mirada graciosa.

—Es cierto entonces, que los hombres son perseverantes—

Natalia volteó hacia otro lado para que él no viese lo cabreada que se había puesto por perder.
—no nos damos por vencidos tan fácilmente— murmuró —damos más de lo necesario—

—Si— asintió el tritón —por eso, me parece correcto premiarte— ella lo miró interrogante.

Entonces, Mayden llevó su dedo índice con gran seguridad a la improvisación de aleta que Natalia se había confeccionado y, al toque de sus dedos, los tirones de tela se transformaron en la escamosa piel verdosa de una verdadera cola de sirena.

No hace falta decir que Natalia se petrificó de la impresión y no apartó la mirada hasta que Mayden la tomó de la mano guiándola con una juguetona sonrisa a sumergirse de nuevo. No necesitó mayor indicación para darse cuenta de lo maravilloso que se sentía poder nadar realmente a gran velocidad y hacer trucos como un delfín, o mejor dicho, como una sirena. 

Nadó alrededor del barco y por debajo de él hasta que esto la cansó y se sumergió aún más profundo hasta que, sin querer, se golpeó la cabeza con la suave arena del lecho marino. Esto no le importó, estaba que estallaba de la emoción, no era como si antes no hubiese sido rápida o ágil con sus piernas al nadar, lo que ocurría era que ahora se sentía por alguna razón una con el mar, parecía deslizarse con más facilidad por el liquido como un verdadero pez.

En un momento se dio cuenta de que se le estaba acabando el oxígeno y con terror quiso volver a la superficie pero una mano en su hombro le retuvo.

—¿Porqué no respiras normalmente, sirenita?— Natalia dio un respiro tímido pero con alivio de poder llenar sus pulmones nuevamente. Sonrió.

Emocionada le dio las gracias con una mirada ya que la emoción no le permitía hablar, bajando hasta los coloridos corales del lecho marino que nunca habían tenido colores tan vivos, resplandecientes y atrayentes, para luego subir a gran velocidad hasta la linea del agua dando un salto fuera y un giro aún estando en el aire.

—Bien, no te emociones— le advierte el tritón un poco envidioso, se había cruzado de brazos y ahora ya no esbozaba su típica sonrisa presuntuosa de siempre —Puede parecer muy real y todo, pero el mar seduce y te necesito en el timón del Stallion

Natalia hizo caso omiso a las advertencias y siguió nadando descontroladamente —No pienso dejar mi vida ni mis ideales— refutó rápidamente cuando el tritón la tomó por los hombros para que dejase de hacer tonterías, ya que, con la velocidad y poca precisión a la que iba se lastimaría tarde o temprano. Entonces a Natalia le asaltó una duda —¿como vuelvo a tener piernas?... ¿O ya no podré volver a caminar?—

—...Puedes quitártelo...— repuso no muy decidido —al fin y al cabo es solo un disfraz, pero ahora subamos, no tenemos tiempo que perder, las Arenas Doradas no están precisamente a la vuelta del coral—

Mayden subió a su tanque en el Stallion sin decir algo más y Natalia supo que a lo mejor no le agradó demasiado ya no tener tanta ventaja sobre ella aunque había sido él mismo quien le había obsequiado tal privilegio. Quizá si se emocionó demasiado y terminó exasperando al tritón.
Sabía que las sirenas eran vanidosas y sin alma y que obsequiaban rara vez maravillas a los hombres, por los cuentos de su madre, pero nunca lo había visto por sus propios ojos. Ahora sabía que no les agradaba dejar de ser el centro de atención. Al despojarse de su nueva cola, ésta se volvió a transformar en los mismos tirones de tela cosidos apresuradamente que se había creado horas antes. Entonces comenzó a pensar en todo lo ocurrido, ya arriba del barco, con la chaqueta de pirata y sus piernas de nuevo, se prometió no volver a ponerse el disfraz de sirena nunca más, si eso molestaba a Mayden, no lo volvería a intentar.

******************************
E

l sol se había situado justo en el centro del cielo, era medio día y estar ahí de pie sosteniendo el timón para que el barco no vaya a la deriva era sin duda prioridad. Pero las piernas de Natalia amenazaban con dejarla caer en cualquier momento. Además, estaba hambrienta, mientras veía al sirenito dormitar en su tanque, roncando con una pequeña hilera de burbujas subiendo desde su boca a la superficie.

Bajo cubierta, había visto varios barriles con provisiones, de seguro que si bajaba dos segundos el barco no habría cambiado de rumbos demasiado. Dentro de la chaqueta de la capitana de la Quimera Carmesí  había encontrado una brújula que la ayudaría a reanudar la marcha hacia las míticas Arenas Doradas y hacia su destino en las islas de Occidente.

Ni corta ni perezosa, Natalia dejó el timón y bajó hasta la comida.

Por otro lado, las tupidas y oscuras pestañas de Mayden se separaron de nuevo percatándose de que la humana ya no estaba navegando el barco. No le dio demasiada importancia, para los tritones es complicado pensar por mucho tiempo en otros. Se relajó y desperezó dando un salto hacia el agua donde con unos floridos movimientos ordenó a las corrientes conducir el Stallion hacia adelante mientras él iba en busca de algo para hacer. 

A una distancia de unas toesas, en el lejano horizonte, se perfilaba la silueta de un barco de velas negras que se acercaba lentamente en sentido contrario, hacia el Stallion. En cubierta, la tripulación lo señalaba. 

—Hay que decírselo al capitán— dijo un marino bajo de aspecto sucio y muy delgado a otro fornido y de barba castaña oscura.

Este sin embargo tomó el telescopio para enfocar el Stallion —No hay nadie en cubierta... podría ser un barco fantasma— El capitán no necesito ser llamado pues apareció atraído por el bullicio —¿Que hacéis, alimañas?— les gruñó un pelirrojo ceñudo con una barba corta y pulcramente recortada y roja. Los ojos profundos del capitán se situaron en el horizonte, donde el minúsculo barquito se acercaba a ellos  llevado por la corriente.

—Tenemos compañía, capitán—

Arenas Doradas (#Maytalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora