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Dereck

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Dereck

No puedo concentrarme, mi mente está viajando a otro lugar del campus, estoy sentado en el suave sillón oscuro observando al señor que tiene el ceño fruncido en estos instantes.

—¿Me estás escuchando?

—Por supuesto que no—replico aún con los brazos cruzados mirando en cualquier parte menos a el.

El señor suelta un suspiro y se toca la cabeza, ya se está volviendo costumbre al parecer, eso es cool.

—Siempre es lo mismo contigo, intento ayudar, te ofrecí muchas cosas, intento hacer las cosas bien por el amor a Dios.

Que se exaspere me hace reír por dentro pero trato que no se me note bajo ninguna circunstancia.

—¿Me ha quedado de otra? , Es lo que ella quiere, te repito que no era necesario.

—Somos humanos Dereck, y cometemos errores —esta hastiado de repetir la misma conversación.

Pues ya somos dos.

— Muy bien estaba en Tennessee.

—No es cierto, tu madre me lo decía .

Bufo, pierdo el tiempo conversando esto.

—Yo seguiré pagando la renta de ese departamento.

—No, agradezco tus intenciones pero los gastos los puedo cubrir.

—Dime algo, ¿Por qué lo has aceptado?

No tengo ninguna excusa aparte de que mi madre es lo que quería, me quedo en silencio varios segundos, en lo que a mi me concierne el otro sujeto suelta un sonoro bufido, además aunque lo admita a regañadientes en mi interior, quién sería tan loco para ignorar esa oferta, seré terco pero no tonto.

Salgo del lujoso recinto, no bien mis pies salen de ahí, toda la tensión desaparecen, mis hombros se relajan y me tocó las sienes porque me saca de mis casillas ese sujeto, nunca nos llevaremos bien y me importa un carajo, la escena fue incómoda y necesito distraerme de este mal sabor de la boca que me quedó.

Veo un gentío de estudiantes dispersos en diferentes direcciones, con un poco de dificultad los esquivo, lo que mas quiero es salir de este lugar, se me escrespa los nervios ante lo tétrico de las oficinas.

—¿Sabes que es lo que mas me apena? —de la nada aparece ese imbecil, bueno para mi todos lo son, pero al menos el me cae bien.

—¿Que?

—Que te salieras del equipo imbécil, eras el mejor, el más rápido, pero no —alarga la última letra unos segundos— tenías que ser terco y demostrar que no necesitas todo eso, pero enserio, éramos unidos, en realidad varios te extrañan, y ni que hablar de él.

Mi peor defecto es el orgullo.

—Sabes que me enfermaba verlo fanfarronear de nosotros delante de todos, no lo soporto.

Don't f*ck Sam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora