Es horrible, sentir, saber, que ya no sos parte de un lugar en el que siempre te sentiste (o al menos creiste sentirte) bien.
Es doloroso ver como te dan la espalda, como te ignoran, te humillan, te maltratan. Es más doloroso aún que todo eso pase en tu propia casa, frente a los ojos de tantas personas que no mueven ni un dedo para ayudarte.
Desde chiquito pensé que no existía lugar más seguro que mí hogar, que bajo ese techo nada malo podría pasarme a mí o a mi familia. Joder, cuán equivocado y ciego estaba.
La calle era el cielo comparado al infierno que vivía entre esas paredes. Prefería salir y volver lo más tarde posible, así no iba a tener que ver al demonio en persona.
El día que tomé valor y saqué a mi mamá y hermana de esa casa, pude sentirme libre como nunca antes, pude sentirme orgulloso de mí y mis acciones por primera vez en mi vida.
Sentí dolor al dejar aquel lugar, no al dejar a aquella persona.
Los recuerdos se fueron conmigo, lamentablemente los malos son imposibles de borrar, porque ya se volvieron parte de mí.Sin embargo, después de un tiempo entendí que irme, alejarme, fue lo mejor que pude hacer. La vida sigue complicada, jodida, pero ya no soy maltratado y mucho menos humillado. Ya puedo respirar en paz y no tener miedo hasta de dormir.
Ya puedo decir que lo estoy superando, y aunque me lleve meses o hasta años, voy a recordar todo aquello que pasé, y voy a poder decir que ya no duele más, y voy a poder mostrar con orgullo las cicatrices de una de las pruebas más difíciles que la vida me puso.