Alcohol.

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Si me preguntan, no sabría decir con exactitud como empezó. Solo sé que desde ese momento tomar se volvió un vicio y un escape.

Corazón roto, alcohol.
Problemas en casa, alcohol.
Tristeza, alcohol.
Dia a dia, alcohol.

Alcohol, alcohol, alcohol.

Se volvió una rutina. Salir de fiesta, emborracharse, perder la conciencia. Pero era un momento de libertad, es decir, si no sabia ni quién era, tampoco iba a saber de mis problemas.

Lo peor venía no en la resaca, sino cuando caía en la realidad de que la vida seguía igual, que lo que tomé ya no hacía efecto, y todo era completamente igual.
Y ahí, ¿Qué pasaba? El círculo vicioso empezaba otra vez.

Todos ven como te haces mierda, y al contrario de ayudarte te incentivan a más y más. Pero en ese momento, poco importa, en ese momento, lo agradeces.

No hay conciencia, no hay dolor. O al menos, es lo que me gusta creer.

Lo que pienso y no digo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora