Te imaginé entrando por aquella puerta, pidiendo, rogando, en silencio con aquellos ojos verdes, permiso para entrar en aquel restaurante maldito, o quién sabe posiblemente pidiendo permiso para entrar de nuevo a la que podría ser mí vida.
Desperté, y maldije la noche en que me había tocado soñar tu regreso, y lloré de nuevo bajo las mantas para consolarme.