Él era el típico rarito,
mientras que ella con su pelo azul probablemente una dramática del show, lo envolvía en esa aura de control desenfrenado. Pero, un segundo, hablemos de descontrol. Lo que él no controlaba eran aquellos temblores en sus manos. Ella tampoco podía evitar luchar en contra de una voluntad que le pedía a gritos acercarse para cruzar unas pocas palabras y hacer de ese momento una historia de amor en aquel tren medio vacío donde solo daban cuentas ellos. Debían ser el centro, quizás no del universo, pero al menos sí de aquel inmundo vagón.
Temeroso el hombre de ver desaparecer a esa mujer de entre sus brazos quebradizos la apresó con fuerza para evitar que ni el aire pudiera desintegrar el olor tan afrodisíaco que se desprendía de su cabello llenando los orificios nasales de este hombre dejandolo en un intento de sueño fallido. Esa mujer al notar la presencia de fragilidad se separó mínimamente unos milímetros indivisibles donde solo cabía un hilito de aire. Lo miró a los ojos y tan convencida de que firmaría su sentencia a partir de ese momento, le dijo:
- Nada nos separará, nosotros dominaremos nuestras vidas, dejando de una vez por todas, todos aquellos estereotipos a los que les has tenido miedo des del principio. Abrázame, y verás como todo esto, este tren, estas vistas, tu y yo. Todo esto, - dice remarcando con fuerza el tono al pronunciar esta última- es real.Solo eran ellos en un mundo de mentiras y cortes dolorosos