3: El divo despertó

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Narra Jaden:

—Nos vemos kokoro —me despedí de Nick, poniéndome en puntitas para darle un beso. Los labios de Nick me recibieron con su sabor a chocolate de siempre. ¡Lo amo!

—¡Hasta mañana mi amor!

Reí algo sonrojado.

Entré a casa y ví a Todey metiéndose papas fritas de aspecto grasoso a la boca como si no hubiera mañana. Le arrebaté la bolsa.

—¡Oye dame eso! —me rezongó Todey.

—No, te vas a enfermar, últimamente sólo comes porquerías.

Aunque la verdad es que las papas sabían bien... Bueno, yo como más sano que mi hermano así que una bolsa de papas no me hace nada.

—Vino Lizett —me anunció Todey.

—¡Ah! Eso explica tu hambre repentina.

—¿Tú qué sabes? No comí en la mañana.

—Ya olvídalo —dije después de tragar las papas que tenía en la boca— ¿Y qué dijo? ¿Cómo está?

—Tan chupasangre como las otras veces.

—Ya déjala en paz — que si algo me molesta es que Todey no respete los gustos individuales de cada persona.

—Te dejó un regalo —Todey me pasó un paquete.

Lo abrí y ví un juego de pinceles. ¡Oh dios! ¡Me encantan! Hace mucho quwe quería unos pinceles nuevos Quiero usarlos ya pero... Todey parece muy triste. Hum, es el deber del hermano menor hacer que los mayores no se sientan tristes.

—Onii-Chan... ¿Te encuentras bien?

—Sí, sí, estoy bien, es sólo que me agota emocionalmente tener que hablar con Lizett.

—Vaya, bueno... —bueno ahí si no lo puedo ayudar— Ten come y olvida —le devolví la bolsa de papas.

Todey rió.

—Está bien, ya se me pasó, hay que guardar éstas papas para mañana ¿Vale? Además tengo que ir a trabajar.

—Bueno... Te cuidas eh.

Me despeinó la cabeza.

—¡Ey! ¡Ya para de hacer eso!

Todey rió. Cómo amaba desgreñar mi melena azul, que yo tanto cuidaba, basé mi look en el de Nagisa Shiota, no en el de una escoba, como seguro creía Todey.

Todey se puso un saco y salió de la casa algo apresurado.

Me dirigí a mi habitación con los pinceles en mano.

Era lindo de parte de Lizett que me trajera regalos. Y yo sabía porqué, a diferencia de Todey. Ella había sido como una hermana para mí, pues siempre nos entendimos bien. Incluso cuando se volvió gótica.

Posicioné un caballete y pintura negra. Y comenzé.

Las líneas fluían como el agua, amo pintar y lo hago rápido.

Un brillo que vino del lado izquierdo me distrajo.

Volteé.

En el maniquí estaba el vestido azul de lentejuelas que había olvidado guardar.

Me acerqué a él y deslizé la fina tela entre mis dedos. Era un vestido hermoso.

¿Será que es de mi talla?

Con esfuerzo saqué el vestido del maniquí y me lo medí. Vaya. Es de mi talla exacta. Es lindo saber que soy igual de esquelético que el maniquí.

Mi hermano usa falda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora