22 de julio, 2014

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Lucas.

Agobio.

Fatiga.

Frustración.

Cansancio.

El ciclo se repite, día tras día.

Sin poder desahogarme, gritar o llorar a alguien.

No recuerdo el día en el que me levante una mañana y no me sienta fatigado de vivir huyendo y escondiéndome de aquello que me hace daño, porque son demasiadas cosas acumuladas que lo hacen.

***

Me desperté de repente, como si alguien hubiese encendido mi cerebro con una descarga eléctrica de alto voltaje. Estaba tumbado en lo que pude deducir que era mi cama y sentía como si tuviera un vacío en mi cabeza, debido a la medicación.

En el momento que erguí mi espalda, un dolor la atravesó, haciendo recordar todo el desastre que paso ayer.

Intente buscar mi móvil en la oscuridad de mi habitación, hasta que mis manos se toparon con algo. Mi corazón empezó a acelerarse por el pánico que me invadía en aquel instante, hasta que mi cerebro proceso la situación, haciéndome recordar que Leo había venido a mi casa y me había visto en ese estado tan patético, echo un mar de lágrimas. Encima pensaría que estaba loco por tomar tranquilizantes.

Cuando mi vista se acostumbro a la oscuridad, pude notar la silueta del cuerpo de Leo que se encontraba recostado de lado, dándome la espalda. Dormía plácidamente, como un tronco, tan tranquilo que me llego a dar envidia.

Procuré levantarme con cuidado para no despertarlo de su sueño, aunque con mis dolores fue casi misión imposible.

Cuando por fin estuve de pie, me dirigí al baño para darme una ducha y examinar el desastre en el que se había convertido mi cuerpo después de la "charla pacífica" que había tenido con mi progenitor.

Cerré la puerta y me dispuse a abrir la llave del agua caliente mientras me desvestía, ya que el agua caliente tardaba demasiado en salir. Cuando me quite el jersey amarillo, divise en el espejo que tenía grandes marcas moradas en casi toda la espalda y parte de las costillas. Vi las estrellas prácticamente cuando me quise quitar los pantalones de chándal que llevaba para estar por casa o cuando no me apetecía pensar el que ponerme.

Intente ducharme lo mas delicadamente que pude, pero a causa de los dolores era como una tortura, con cada acción que intentaba hacer, era un calvario para mi cuerpo. Eran inevitables las ganas de llorar que sentía por todo.

Me sentía como un débil de mierda. Creo que me había acostumbrado a ese insulto, debido a las veces que me lo decían o que yo mismo me decía, que ya lo había normalizado, hasta creermelo.

De un momento a otro escuche varios gritos.

— ¡Lucas! —escuche que ese grito provenían desde mi cuarto — ¡Lucas! —esta vez provenían del otro lado de la puerta, gritos acompañados por unos golpes en la puerta, y sin yo decir nada, se abrió la puerta.

El rostro de Leo se volvió rojizo en un segundo, acompañado de su cabello que estaba enmarañado. Por mi parte, me di cuenta ahí de que estaba desnudo y la vergüenza invadió mi cuerpo. Era la primera vez que alguien, distinto a mi madre de cuando era un bebe, que me veía como me trajeron al mundo, desnudo.

Leo cerro la puerta de inmediato y yo volví a mi estado normal. Me seque como pude y me vestí con la ropa que había traído antes.

Salí del cuarto de baño, dirigiendome a mi cuarto y seguir durmiendo mas. Cuando estaba por cerrar los ojos para unirme a los brazos de morfeo, alguien me interrumpió.

— Lucas. --Me voltee para toparme con Leo que estaba apoyado en el marco de la puerta-- ¿Necesitas algo?

Veía su semblante preocupado, necesitaba ayudarme.

El problema es ya no tenía fuerzas, estaba cansado.

Suspiré y me senté apoyando con cuidado mi espalda en el cabecero de la cama.

— No hay nada que puedas hacer, si quieres puedes irte —Mi tono de voz fue bajo ya que aun me sentía adormilado.

Leo se sentó a los pies de la cama.

— No me puedo ir a mi casa dejándote así, además, ya avise en casa de que hasta mañana no volvería, así que me tienes que aguantar otras 24 horas —dijo de manera demandante aunque esto hiciese que una mueca en forma de sonrisa apareciera en mi rostro— ¡Ves! Has sonreído, que harías tu sin mi.

La sonrisa no desapareció en lo que quedaba de mañana, Leo me estuvo hablando de anécdotas de cuando iba al colegio o de cualquier momento en general. Me hacia reír, a pesar de que la espalda me doliese un montón. En un momento de la conversación, Leo me pregunto si quería alguna pastilla para el dolor debido a mis muecas.

— Deben de estar en el armario de la cocina, el de al lado de la nevera.

Leo asintió y se marcho. Al rato volvió con la pastilla y un vaso de agua.

A los pocos minutos me empezó a entrar sueño.

— Leo, creo que me voy a dormir un rato más, la pastilla me dio sueño.

— Si quieres me voy a preparar algo para comer y te aviso cuando este listo.

Yo asentí y me tumbe notando levemente el dolor de todos los moratones que tenia en la espalda.

A los pocos minutos ya me había dormido.

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Eaeaea matadme plis.

Me apetecía escribir desde este punto de vista, espero que haya estado bien.

Siento mucho el haberme tardado tanto en escribir, ojala pudiese traer un capitulo cada semana pero no puedo.

No se si quedará algún lector, si es así gracias por seguir esta historia y por tu grandisima paciencia.

Yo me despido ya, hasta el próximo capitulo.

Adiós😊.


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⏰ Última actualización: Dec 09, 2018 ⏰

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