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Cuando llegué a la recepción estabas ahí, raro, te paras por ese lugar una vez a la semana a recoger tu correo, me sonreíste y preguntaste si fue un día pesado, me quedé sin respuesta y sólo te miré fijamente, pareció intimidarte y apartaste la mirada, me sentí estúpido y respondí con un si, busqué tu mirada y sonreíste, me presenté diciéndote mi nombre y me diste un apretón de manos, al tiempo que pronunciabas el tuyo, ya lo sabía, pero eso no lo tienes que saber, ¿cierto? Tú mano se perdía en la mía, era suave y por mi mente pasó la imagen de ti masturbándome.

-Alfonso

Por las nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora