CAPITULO 4

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Desde la muerte de mis padres juré que encontraría a Adam y acabaría con él y si tenía familia acabaría con ella también.

Muchas veces me paraba a pensar en la cantidad de maneras que habían para descuartizarle y mi sed de sangre crecía, admito que tenía pensamientos un poco sádicos... Bueno muy sádicos, pero... ¿Que pensamientos se suponía que debía tener después de todo el daño que había hecho?

Ya me encontraba de vuelta al hotel, cuando escuché unos pasos apresurados detrás de mí, se normalizaron cuando llegaron casi a mi lado, fue algo que me extrañó así que miré cautelosamente por el rabillo del ojo y distinguí una silueta bastante familiar entre la multitud de personas.

Seguí observando y tras un largo rato pensando me di cuenta de quién era...
El chico de aquella área de servicio.

No entendía que hacía por los Ángeles... Doblé dos esquinas y crucé un callejón y para mi sorpresa seguía teniendo a aquel chaval detrás, a menos de tres metros de mí.

Di bastantes vueltas seguidamente en círculos en la misma manzana para corroborar que me seguía... No se separó de mí ni un solo milímetro.

Había que ser muy pero que muy tonto como para delatarse de aquella manera.

Sabiendo en los asuntos turbios en los que estaba metida no me sorprendía ver como alguien me seguía, así que entre la multitud de tiendas divisé una tienda de ropa la cual estaba bastante llena de gente, mi billete de huida.

Entré a un paso ligero colandome entre los pequeños espacios que había entre persona y persona, miré hacia la entrada y vi al chico buscar entre la multitud, sonreí al ver su cara de confusión y mi sonrisa desapareció cuando sus ojos me encontraron.

Me dí la vuelta rápidamente y me volví a enterrar en la multitud escruté la tienda con determinación y no vi al chico, pero encontré algo mucho mejor... En aquel momento me acababa de enamorar... Me acerqué a la estantería donde había visto aquel vestido tan impresionante y busqué la talla que me pertenecía.

Era ridículo que me fuese a probar un vestido cuando estaba en medio de una persecución, lo sabía, pero si no lo compraba en ese mismo instante iba a perderlo para siempre.

Pasé de dirigirme a los probadores y fui directamente a pagarlo a caja, pocos minutos después ya estaba nuevamente en la calle.

Miré en todas direcciones y ni rastro del chico, sonreí para mis adentros y me dispuse a dirigirme al hotel, mirando de vez en cuando hacia atrás para asegurarme de que nadie me seguía.

Crucé un último callejón que utilicé como atajo para volver al hotel y miré de nuevo detrás de mí.

Error... Error mirar hacia atrás y error meterme por aquel callejón...

-Hay que joderse- dije cuando caí al suelo de espaldas por chocar contra algo... Mejor dicho, alguien.

Miré al frente aún así sabiendo a quién tenía delante.

-Se te está haciendo costumbre chocarte...- escuché la voz grave del chico.

Le miré recelosa mientras me levantaba y me sacudía la ropa.

No dije nada pero supe que estaba en problemas, alguien iba a por mí.

-¿Para quién trabajas? ¿Quién me quiere muerta esta vez?- dije con cansancio.

El chico rió sonoramente y negó agachando la cabeza.

-No es eso... Son negocios lo que me traen a tí.

-¿A quién y a qué precio?- pregunté tranquilizandome un poco, aún que no me fiaba ni un pelo.

-Creo que no me has entendido... No es un encargo... No trabajaras sola esta vez- sentenció aquel chico.

-Creo que quien no entiende las cosas eres tú... Yo jamás, JAMÁS, trabajo acompañada... No me interesa la oferta gracias- dije pasando por su lado y siguiendo mi camino.

-No era una propuesta... Era una orden- dijo agarrándome del brazo haciendo que me volteara.

Reí amargamente, aquello si que tenía gracia.

-Enserio... Hacía mucho tiempo que no me reía tanto pero... ¿Que pasa si me niego?- le encaré mirándole a los ojos fríamente.

-Estás muerta...- susurró él apenas a cinco centímetros de mi rostro.

-¿Tu y cuántos más?- me burlé.

Después de eso escuché como varias armas eran cargadas y listas para disparar... Estaba en problemas.

Alcé la vista y pude ver que en las azoteas de ambos edificios que nos rodeaban, habían seis hombres apuntando hacia mí con armas de largo alcance.

-Hijo de...- susurré intentando deshacerme del agarre sin éxito.

-¿Hay trato o no hay trato?- sonrió el chico.

Después de varios minutos maldiciendo y preguntándome porqué decidiría ir a los Ángeles, acepté a regañadientes lo que me ofrecía el chico.

Estiré varias veces mi brazo y finalmente me solté de su agarre.

-Te quiero ver esta noche a las diez en punto en esta dirección- dijo entregándome una tarjeta negra con letras doradas- Aclararemos las condiciones de tu trabajo, empezando ahora por la primera, dos hombres te acompañaran 24 horas, 7 días a la semana... Para asegurarse de que no haces ninguna estupidez...

Dos hombres aparecieron detrás de aquel chico.

-Marcus y Dimitry- dijo presentándome a aquellos hombres que más que hombres parecían rocas humanas.

Sabía lo que era eso, tenían miedo de que me fugara.

Ignoré a los tres hombres y pasé por al lado de ellos para seguir mi camino hacia el hotel.

-Además... Ya no te alojarás más en ese hotel, esta noche esperamos verte con tus maletas en esa misma dirección que hay apuntada en la tarjeta, a todos nuestros socios se les proporciona un apartamento.

Bufé irritada por todo aquello y mascullé alguna que otra maldición.

¿Qué iba a hacer? Era eso o morir... Sabía que había mucha gente mejor que yo en aquel campo, y yo no tenía el suficiente valor como para hacerme de rogar... No dudarían en meterme un tiro en la cabeza a la mínima cosa que desobedeciese.

Debía huir, de alguna manera u otra conseguiría despistar a aquellos gorilas que tenía como vigilantes... Como si tuviera que convertirme en pitufo y escapar por la taza del váter.

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