Capítulo 8

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Ya en la calle con el chico pasivo llamado Mickey Mouse. En realidad sé que su apellido no es Mouse, pero me hace gracia acompañarlo de esa manera, así la caminata me la paso pensando en tonterías infantiles. ¿Acaso voy a necesitar yo un canguro?

Por la calle nos la pasamos en silencio, mirándonos el uno al otro, sin intercambiar palabras de ningún tipo, solo miradas que denotan los sentimientos del otro. Todo está bien así, hasta que me doy cuenta que nuestro camino termina literalmente en la esquina de la calle.

Un bar en el que desde la calle se ve todo el interior por los amplios ventanales limpios. Se puede observar las pocas mesas que hay, aunque lo compensa el amplio espacio que hay para sentarse varias personas. Los colores combinan a la perfección y, cuando entras, notas la melodía del viejo tocadiscos que hay al otro lado del bar.

Mickey me agarra de la mano y me arrastra sin avisar hasta una mesa en la que charlan varios de los actores que he conocido en estos pocos días y un par que no he llegado a conocer, aunque el hombre mayor parece no tener esa mentalidad que a su edad es rica en experiencias de la vida.

-¡He conseguido convencerle! -vocifera para que no se pierdan la noticia mientras se mete en medio de todos para conseguir un sitio-. No ha sido fácil, pero al final lo he traído.

-¿Te has bajado al pilón? -bromea Hansel, con esa sonrisa presumida.

-No ha hecho falta, ha sido bondadoso y ha venido por caridad -en medio del hombre que no conozco y Drake.

-Llorabas falsamente y con la mirada me ibas a matar.

Se ríe, los demás se ponen nerviosos ante mi testimonio.

-No le lleves la contraria, es peligroso -dice el mayor-. Por cierto, soy Rocco Steele -un hombre de poco cabello castaño y mirada azulada grisácea se postran ante mí, con un apretón de manos listo para presentarme.

Lo acepto y me presento, y al escuchar mi nombre, uno de sus compañeros me da más información.

-Es el rompedor de ojetes, chaval -dice Drake-. Ten cuidado, no acepta un no por respuesta.

-No te preocupes, tengo alta experiencia en podar setos -saco una sonrisa, el hombre traga saliva al pensar en su bienestar.

-Y yo soy Ángel Malazar. ¡Encantado! -menuda energía, aunque en todo momento estaba pensativo mientras tocaba sus mechones rubios y sus ojos negros se posaban en la mesa, como si fuera lo más curioso-. Pareces majo, espero no tener ningún inconveniente contigo. Y antes de que te digan nada, soy un pasivo del plató, otro de muchos, pero único por mi cabello medio largo -me guiña un ojo, ahora mismo estoy pensando en si es por coquetear o porque cree que sigue en el trabajo.

-Espero que no seas como Mickey, quien quería compensarme si venía -le señalo, este agarra un cuchillo que había ya en la mesa y lo clava en la madera con fuerza.

-¿Qué has dicho? -ahora sí que tengo miedo de mi trabajo.

-Que más tarde iré a tu casa y te daré lo tuyo -murmura Hansel-. No creo que me vayas a rechazar.

-¡Por supuesto que no! Eres el único que sabe qué postura me encanta.

-En realidad -iba a seguir hablando, pero roza el cuchillo y me vuelve a mirar-. Nada. Ya nada.

-Siéntate, muchacho. No seas tímido -me deja un hueco el bueno de Artens, pero prefiero llamarlo Vladimir. Se me ocurre una buena rima para él, pero dudo que sea de su agrado-. Me alegro de volver a verte -al ver sus ojos puedo notar que dice la verdad, aunque debería preguntarle si es por mi cara o por el buen humor que desprendo.

Trabajando En Una Empresa P*rnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora