—¡Tú puedes, Jake! —me anima Rocco por detrás, mientras que Ángel y Drake están a mis lados, nerviosos—. Si metes la pelota en el vaso, ganas a Hansel.
—Recuerda la apuesta —le sale un hipo, estamos demasiado borrachos—. Si gano, te lías conmigo una semana entera, tanto como yo quiera.
—Y si yo gano, te corto los huevos —se lleva la mano a las pelotas por acto reflejo—. ¡Es coña! Eso sí, me pagas lo debido.
—Sí, sí, señorito. ¡Ahora tira! —solo le queda un vaso, mientras que a mí cinco.
El presumido es muy malo jugando a esto. Todos los del trabajo me han retado, ninguno me ha ganado y puede que Mickey cayera por el alcohol, ya que bebió mucho más que yo antes de participar.
Rocco quería tener una cita conmigo con final feliz; Ángel que le diera fuerte para mirarme desnudo por una vez; Drake no ha participado por el simple hecho de que no le gusta apostar; Chuck apostó su cámara profesional, sin embargo le dije que se la quedara, yo no le daría ningún uso, y Vladimir también una cita, pero porque busca a un chico que le acompañe en su vida.
Me pareció muy tierno. Él lo es, pero dudo poder hacer tal cosa en su corazón.
Apunto en la mesa, calculando de forma aleatoria lo que me sale de los cojones, pero acabo tirando la pelota con los ojos cerrados, tentando la suerte.
Todos quedan tensos, un silencio sepulcral se instala en mis oídos acompañado de los rebotes de la pequeña pelota.
Se deja de escuchar, solo una palabra me hace abrir los ojos.
—¡Sí! —gritan todos a los cuatro vientos, dando ánimos a Hansel con toques en la espalda y bebiendo el último vaso de cerveza.
Mi visión es un tanto borrosa, pero me puedo mover libremente por la mansión de Mickey. Hablando de ratones dibujados, ahí está, tirado en el sofá y una carita angelical.
Me río, pienso que podría meterle la polla del maduro y ni se daría cuenta.
Uh, sí que estoy borracho. Apuntaré esta otra hazaña en mis notas del móvil. Me cuesta tocar la pantalla sin tambalearme, pero al final lo consigo.
No tengo esa voz de borracho. ¡Me gusta! Podría pasar desapercibido.
Al guardar mi móvil, no miré delante de mí y me tropecé con un pecho robusto.
—Perdona, este coche no mira por dónde va —río levemente.
—¿Por qué está todo patas arriba? —¡la voz del jefe! Que bonito verle aquí—. A ver, sé que es una fiesta, pero está peor que las anteriores. Y me sorprende verte borracho.
—No subestime el poder de un canguro borracho. Rompo costillas —simulo las manos como si fuera un ninja—. Uh... Por cierto, ¿desde cuándo tienes ocho ojos?
—Ya es muy tarde. Debería llevarte a casa —me agarra del brazo.
—Ay, no. ¿La fiesta ya se acaba? Qué mal. No me lleves a casa, si mi padre me ve, me mata.
—¿Vives con tu padre? —me mira con esos ocho ojos.
Espera, ¿ahora son nueve? ¿Dónde se escondió ese otro ojo? Oh, ahora diez. Interesante...
—¿Con él y la zorra de su mujer? Esa puta puede irse al matadero. No la reconocerían entre vacas. Decía mi follamigo Sebastian.
—Ah, bueno... Tenía entendido que no bebías —me arrastra por la mansión.
—Y no bebo. Me han incitado a ello. La primera vez con alcohol y menuda fiesta. ¡Ha sido genial! —escucho una risa de Liam.
—En parte, me alegró ver que te llevabas bien con todos. Lo que pasa es que no os vais a acordar de nada.
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Trabajando En Una Empresa P*rno
RomanceCONTENIDO HOMOSEXUAL ¿Dinero? Siempre falta. ¿Familia? Ignorantes. ¿Amistad? La mayoría son falsos. ¿El mundo? Cruel, como siempre. La normalidad en tan solo cuatro palabras en mi mundo. Mis padres me enseñaron que si quieres algo, debes trabajar pa...