La solución al problema

388 34 2
                                    

Me desperté antes que Jazmín, de nuevo. Entré al baño dispuesta a higienizarme por la mañana. También era enorme para lo que cabría esperar de un baño; dos espejos enfrentados que ocupaban toda la superficie de las paredes laterales, extensos muebles de madera pintados de blanco, un jacuzzi en una esquina y una ducha con mampara de vidrio ahumado en la otra.

El día anterior en mi casa no se me había ocurrido empacar productos de belleza, pero noté que la colorada tenía una inmensa colección de maquillaje tras una de las varias puertas de los botiquines. Seguro había sido pensado para el uso de más de una mujer. Me fijé especialmente en una botellita de perfume que (sabía a ciencia cierta) costaba más de 600 pesos el centímetro cúbico.

Ya me había quitado la camiseta y solo tenía puestos un short y un sujetador deportivo azul cuando me di cuenta de que se me había olvidado el peine en la valija. Sin ganas de volver a vestirme, decidí salir rápido para buscarlo y volver a entrar antes de terminar de cambiarme, pero…

–¡Uy! –choqué de lleno con Jaz al abrir la puerta y me volvió a asombrar el hecho de que fuera más ligera de lo que parecía, con su altura y todo eso.

Terminamos en el piso y ella se enojó por haberla tomado desprevenida. Antes de que supiera qué estaba pasando, me tomó de las muñecas y cambió nuestras posiciones de modo que quedó sobre mí asegurándose de que no pudiera levantarme. Era una especie de llave y, si bien no dolía por el momento, no podía moverme para intentar escapar.

–¿Querés probar de nuevo? –cuestionó con el ceño fruncido y entonces entendí que debió haber pensado que la había tacleado a propósito.

–Perdón, fue un accidente –le aseguré–.  No hace falta el karate.

Al principio era obvio que no me creía, pero a medida que pasaban los segundos y que yo no intentaba zafarme ni nada, terminó por darse cuenta de que le decía la verdad.

Recién entonces notó mi estado de semi desnudez y yo entré en pánico porque ella tampoco llevaba otra cosa encima aparte de la lencería que usaba para dormir.

–Es judo –ronroneó.

Presióno mi cuerpo un poco más, aprisionándome contra el suelo. Su agarre seguía siendo firme, sin embargo tenía nuevas intenciones. Pasó una pierna desnuda entre las mías, piel contra piel, rozándose.

–Me encanta la vista, pero…

Me soltó de repente y se sentó en sus talones dejándome el espacio justo para que me recompusiera y cruzara las manos sobre el pecho, tratando de no pensar en el ardor de mi cara. Mierda, estaba muy sonrojada.

–Sentí como si se me hubiera tirado encima un precioso cachorrito –bromeó tomándome la cara con ambas manos y jugando con mi pelo–. La próxima que me querás despertar, traé café mejor.

Se levantó luego de darme unos golpecitos cariñosos en el cachete y me ofreció la mano para ayudarme a pararme también.

–Ahora andá si no te pensás bañar conmigo –me echó sonriendo pícaramente.

Jazmín se dio la vuelta y se internó en el baño desabrochándose el corpiño. No me quise quedar a ver por mi propio bien, así que salí de ahí y me vestí al otro lado de la habitación lo más rápido que pude.

🌠🌠🌠🌠🌠

Cuadri me recibió en la planta de abajo. Se veía muy feliz y me lamió la mano antes de echar a correr por el pasillo. Lo seguí hasta llegar a la puerta del casino. Los chicos estaban jugando y se oían risas desde afuera.

–Bueno, bueno… vayan pagando… –comentó Mariano con satisfacción.

–¡Pero soy tu mano derecha! –intentó zafar Javo.

Gangsters In Love - Flozmin (Gangster Jaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora