A prueba

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–Mierda –soltó Jaz.

Miré alrededor del auto y me di cuenta de que estábamos rodeadas.

–¡Del Río, sabemos que hiciste trampa! –insistió el hombre de afuera–. ¡A lo mejor a los otros sí, pero a mí no me jodés, yegua! –le dio un golpe al capó con el puño y temí que lo abollara–. ¿Te pensás que podés venir y afanarme con tus truquitos como se te cante el culo?

La mujer a mi lado soltó una carcajada suave, pero repentina, un sonido extraño, casi vicioso.

–Sí –contestó ella, arrancó el motor y pisó el acelerador sin más, haciendo que me pegara a mi asiento por inercia. Los otros tipos alrededor del vehículo tuvieron que moverse para que no los atropellara y así salimos del estacionamiento.

Un auto gris empezó a seguirnos a la misma velocidad de vértigo, pisándonos la cola.

–¡Mierda! –repitió la estafadora–. Ok, no importa.

Nunca creí que las persecuciones de las películas pudieran ser de verdad. Es decir, todo estaba guionado, ensayado, la mayor parte de la acción no sucedía en realidad y al final agregaban efectos especiales y lo editaban todo... ¡pero, por Santa Marta, ahí estaba yo, subida en un convertible con una gangster, huyendo de gente que parecía enojada y peligrosa a más de 120 kilómetros por hora, pasando semáforos en rojo y tomando curvas imposibles por las calles más oscuras e inhóspitas de Buenos Aires!

Una vez que llegamos a la ruta, pensé que los habíamos perdido. Sin embargo, estaba muy equivocada.

–Qué persistencia –comentó la colorada.

Ambas nos sobresaltamos cuando el auto gris nos chocó de atrás, tratando de desestabilizarnos.

–¡¿Este hijo de puta está loco?! –grité.

Jaz miró por el espejo retrovisor un segundo con los ojos ardiendo de furia y una sonrisa retorcida en el rostro.

–Bueno, bonita –me dijo–, te toca manejar.

Sin previo aviso, Jazmín me tomó la mano y la pegó al manubrio mientras ella lo soltaba, obligándome a inclinarme sobre sus piernas para no perder el control y que termináramos en una zanja.

–¡¿Qué hacés?! –le pregunté ya al borde de la histeria.

Se arqueó y sacó una pistola de un compartimiento secreto en la parte trasera de su asiento.

–Estoy decidiendo si los voy a matar o no –me respondió–. Pisá el acelerador.

Ella se paró en el asiento y yo tuve que hacer contorsiones rápidas para evitar que el auto perdiera velocidad (y sí, el volante casi se me fue a la mierda, pero hice un milagro y nos mantuve en la ruta). Dada vuelta, Jaz apuntó y descargó cuatro tiros. Cerré los ojos por reflejo cada una de las veces que las balas salieron disparadas.

La estafadora se dejó caer de vuelta en su lugar de piloto y me relevó de mi postura tan incómoda. Todo pasó en menos de dos minutos y el auto que nos seguía terminó volcando sobre la misma ruta, amenazando con aplastarnos en sus vueltas, aunque escapamos apenas. Cinco tumbos, conté.

–¡Chau, chicos! –se mofó Jazmín.

Nunca había presenciado (por no decir provocado) un accidente tan… violento. Estaba temblando de pies a cabeza.

🌠🌠🌠🌠🌠

Cuando el auto paró frente a la mansión, todavía me costaba creer que siguiera viva.

–Así que… –la colorada se dio vuelta hacia mí y apoyó el brazo sobre la parte trasera de mi asiento–. ¿Te divertiste?

¿Divertirme? ¿DE VERDAD, JAZMÍN DEL RÍO? ¡Casi nos morimos y ni siquiera sabía si habíamos matado a alguien!

Gangsters In Love - Flozmin (Gangster Jaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora