Quattro

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-¿Quieres que te lleve?- dijo Federico, saliendo a la calle y señalando su coche.
-No, gracias. Es aquí al lado-añadió Gio, subiendo la cremallera de su abrigo. - Nos vemos.
-¿Cuando?- Federico sujetó la muñeca de la morena antes de que se fuera en dirección a la universidad.
-No sé, cuando tengamos un hueco libre.- estaba sorprendida por aquel gesto.- Ahora, si no te importa..-miró de nuevo la mano que sujetaba la suya.
-Sí, claro. Pásalo bien y aprende muchas cosas. 

Ambos se sonrieron a modo de despedida. Gio notó como el frío se colaba por debajo de su abrigo y apresuró el paso hasta su coche. En la facultad, su amiga Laura la esperaba ansiosa.
-¿Donde estabas? Me tenías preocupada
-En la cama, me he quedado dormida.- miró fijamente a su amiga, esperando que se creyera aquello.
-¿Seguro?- sonrió. Gio sabía que su amiga sospechaba algo.
-Sí. ¿Qué habéis hecho?- trató de cambiar de tema.
-Nada en especial. Deberías taparte eso- señaló su cuello.

Gio cogió el móvil y se observó en la cámara interna. Federico había dejado unas manchas lilas por todo su cuello, y tras discretamente levantar su camiseta, observó que continuaban hasta su ombligo. 
-Vale, he estado con alguien.- dijo sin mirar a su amiga, avergonzada por ocultarle las manchas que tanto se veían.
-¿Una persona o una bestia salvaje?- Laura parecía demasiado sorprendida cuando vio las manchas de por debajo de su camiseta.
-No sé, le conocí ayer.
-¿Y cómo es?
-Rubio, ojos verdes y cuerpazo- dijo recordando todo lo que había visto de Federico.
-¿En serio?- dijo algo incrédula.
-Sí, tenía muchos tatuajes- Gio puso cara de satisfacción mientras recordaba toda la noche anterior.
-¿Y cómo se llama don perfecto?.
-No te lo puedo decir- no sabía si su amiga sabría algo de fútbol, pero no quería arriesgar.
Tras un poco más de insistencia sin éxito, ambas subieron las escaleras hasta su siguiente clase.

***
Federico conducía distraído hacia la ciudad deportiva. No podía parar de pensar en Gio y, sin duda, sabía que ella iba a pensar en él cuando viera la obra de arte que había dejado en su cuerpo. Sonrió satisfecho mientras llegaba al parking. 

-Parece que alguien ha dormido de más hoy- Riccardo  le esperaba a la entrada de las instalaciones.-Has llegado por los pelos.
-Más bien he dormido poco- dijo peinando su pelo hacia atrás.
-¿Otra? Fede, deberías tener más cuidado- el rubio puso los ojos en blanco. Siempre igual.
-Esta es distinta.- pararon a saludar a un par de utilleros que se cruzaron en su camino al campo.
-¿En qué es distinta?¿Tiene el pelo azul?- sonrió Riccardo.
-No. Yo no quería ir a su casa, pero me dio like a una foto y empecé a hablar con ella y quedamos.
-Fede, si quedases con todo el que te da like en Instagram, tendrías a tu pequeño Federico en carne viva.
-No, le dio like a una foto de 2014. Estaba cotilleando mi perfil- suspiró al recordar que ella misma me lo había reconocido.
-Uf suena super sexy- añadió sarcásticamente Riccardo, riéndose en un tono muy alto.
-Bueno, el caso es que no quería ir, fui... y esta mañana no me quería ir.
-¿Tan bien lo hace?- Riccardo acercó su cabeza a la del rubio para hablar en un tono más bajo.
-Es...es increíble- suspiró  nuevo recordando la noche y mañana anteriores.
-¿No te habrás pillado?.
-No digas tonterías- sonrió falsamente. Se empezaba a replantear si quería algo más allá del sexo.

****

Gio conducía de nuevo hacia su casa. El atasco era menor ya que había salido una hora antes, pero al tratarse de un viernes la ciudad estaba masificada. Miró hacia los lados, cómo le gustaría estar por esas calles paseando. Suspiró mientras esperaba que el semáforo cambiaba de color. No quería pensar en Federico. Miles de señales luminosas decían que no le iba a volver a ver, que había sido solo una noche, un buen rato y un desayuno por su cuenta. Sin embargo, el gesto de esa mañana...no quería soltar su mano y eso significaba algo. Se rascó la zona del cuello que Federico había decorado y continuó hacia su casa.

Limpió los restos del desayuno. Se sentía absurda por sentir que Federico quería algo más mientras lavaba su taza de desayuno.  Un escalofrío recorrió su espalda al recordar el momento en el que la había cogido por detrás. Quizá debería llamarle, decirle que quería más. No podía creerse lo que le estaba pasando, estaba pillada por un tío al que había conocido apenas un día antes. Se sentó en el sofá a dibujar algo. Sin saber cómo había dibujado la espalda de un chico, un chico que había sido inspirado por la imagen matutina de Federico. Puso la televisión necesitaba despejarse de todo, dejar de pensar. Las noticias siempre eran una solución para dejar de pensar en uno mismo y pensar en el mundo y su oscura decadencia. La sección del deporte no colaboraba. Ese mismo sábado se jugaba el Fiorentina contra el Empoli. Federico salía en pantalla hablando con otro jugador mientras salían del campo de entrenamiento. Estaba sonriendo como una idiota. Cogió su móvil y cotilleó su perfil de nuevo. Un mensaje de ese mismo perfil iluminó la parte superior de su pantalla. No podía ser. "Seguro que he vuelto a darle like sin querer".

-"Hola, ¿cómo estás?

                                                                                             -Bien. ¿Tú?

-¿Quieres quedar?

                                                                                    -Acabo de ver que  juegas mañana. Si es un problema..."

Sintió ganas de golpearse con el móvil. ¿Por qué no había dicho que sí?. Es lo que quería, verle.  Negó con los ojos en blanco, "soy tonta".

"-Tranquilitos, una cena de ¿amigos?

                                                                             -¿Mi casa a las 9? Esta vez trae cena.

-Allí estaré"

¿Acababa de describirse como amigos?. Releyó la conversación y sí. Pues eran amigos en dos días y ella pensando que iban rápido. Antes de que llegase, se mentalizó de que no habría sexo. Él debía estar sin hacerlo antes del partido, eso habría dicho su entrenador y ella no iba a saltarse la orden. Entonces, recordó su perfecto cuerpo y toda la noche anterior y el desayuno y su fuerza de voluntad se tambaleó casi tanto como cuando Federico apareció en el umbral de la puerta de su casa.

Arte /Federico Bernardeschi/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora