- No puedo vivir sin ti- Gio rompió el silencio que inundaba la habitación mientras ambos se miraban fijamente.
-Eso es mucha responsabilidad- el rubio sonrió como hacía siempre que Gio le decía algo bonito.
-Espero que no me faltes nunca, Fede.
-Parece que la signorina "no lloro nunca" esta sensible...- Federico no podía pensar en nada en esos momentos, aún seguía exhausto tras los minutos de pasión anteriores.
-Hablo en serio. Cuando me has llamado no iba a comprar, iba a Carrara a verte...
-No me hubiera gustado que condujeras tres horas por mí- el rubio analizó los posibles problemas que habría podido tener su novia en el camino. Él tampoco podía vivir sin ella.
-Que te quede claro que haría lo que fuera por estar contigo, Bernardeschi- Gio se apoyó sobre el cuerpo de Fede.
-Me pone que me llames así...
-Entonces, te pone que media Italia hable de ti. Creo que deberías ir a la habitación de Luca a dormir.
-Me gusta más la tuya- el rubio miró las paredes pintadas en un tono azul y decoradas con posters de Nirvana, AC/DC y otros muchos grupos que le parecían geniales.
-Pero a mis padres no les va a gustar verte aquí. Además seguro que Luca tiene algún poster en el que salgas tú.
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La luz de la ventana había conseguido que Federico se despertará, aunque sus ojos estaban cerrados. Pronto notó como una sombra tapaba la luz. Lentamente abrió los ojos, era Gio . Su preciosa novia, de lo mejor que tenía en su vida.
-Buongiorno, principessa- Gio divertida besó sus labios y se sentó junto a él tras dejar su taza de café en la mesita de noche.
-No me llames princesa. - trató de fingir un enfado, cosa que junto a ella le era imposible.
-¿Qué planes tenemos para esta semana?- el rubio se apoyó sobre sus codos mientras Gio daba sorbos de su taza de café.
-Tú no sé. Yo me voy a Sevilla.
-¿Sevilla?
-España.
-Ya, ¿Qué para qué vas?- dijo acercándose a ella para abrazar su cintura.
-A ver a la familia de mi madre. Son de allí.
-No sabía que mi chica era medio española
-Sorpresa- dijo Gio besando a Federico y yéndose a la cocina.
El rubio frunció el ceño. Que Gio se fuera significaba que había ido a Siena para estar un día y medio con ella. Ojalá haberlo sabido antes para poder planear un viaje con ella a España. Quizá él no había sido del todo claro con ella tampoco y lo suyo estaba siendo más grave. Tenía miedo, pero ganas de ir a Roma para atender aquella reunión que había acordado. Mientras Gio bailaba por la cocina, despreocupada, alegre, feliz; él se estaba sintiendo tremendamente miserable por lo que podría pasar, pero no quería contárselo, no quería que se fuese preocupada. Quizá la idea de ir a Siena no había sido tan buena.
-Fede, ¿estás bien?- Gio se preocupó. Su chico llevaba sin hablar desde que había entrado en la cocina.
-Sí, ¿por qué iba a estar mal?- sonrió falsamente y se sentó en una de las sillas que acompañaban la mesa.
-Porque llevas cinco minutos si criticar cómo bailo o insinuar que quieres romper algún mueble con mi culo.
-Menuda imagen tienes de tu novio, signorina- ¿Novio? Quizá después de vacaciones no lo serían.
-La que tú me das- se acercó a él y le dio un suave beso- Me voy a duchar, el pestillo está roto.- guiñó un ojo y salió de la habitación.
Fede sonrió de lado. Quería ir con ella. Subió las escaleras escuchando el sonido del agua caer sobre el suelo de la ducha. Abrió delicadamente la puerta. No podía dejar de mirar hacía la ducha donde Gio se encontraba tarareando una canción. Se despojó rápidamente de los bóxer que había usado para dormir y entró en la ducha junto a ella, rozando su cintura desde atrás. Notó como un escalofrío erizaba la piel de Gio.
-Me alegro de que hayas venido- la morena se giró para besarlo y perderse en sus ojos verdes.
Federico sonrió mientras se besaban, contagiándole a Gio la misma sonrisa. En un gesto rápido Gio colocó sus piernas alrededor de la cintura del italiano. El rubio acarició la espalda de Gio con las manos mientras ella se recreaba en sus tatuajes, esos que decía que odiaba pero en el fondo le encantaban. No estaba dando el cien por cien de sí, lo estaba notando. Si tanto la quería, por qué no podía dejar de pensar en otra. No podía evitarlo. Eran remordimientos, culpa... Todo estaba causando demasiada presión y no pudo completar lo que habían empezado en la ducha. Un gatillazo.
-¿Estás bien? No pasa nada, esto le pasa a mucha gente...-Gio salió de la ducha y cogió una toalla.
-Sí...- el rubio se colocó una toalla alrededor de la cintura y se sentó sobre la tapa del váter.
-No. Dime qué te pasa. Ayer estabas bien-Gio se sentó sobre una de sus piernas y comenzó a acariciarle el pelo.
-No lo sé, de verdad. He pensado muchas cosas y... eso- estaba pensando en cómo suavizar sus palabras. Decirle que no sabía si estaba enamorado de otra, después de haberle dicho que la amaba la noche anterior no era buena idea.
-¿No te gusto?
-Oh, vamos Gio, me encantas. Eres preciosa por dentro y por fuera.
-Entonces...¿hay otra, Fede?-se agachó frente a él. Las lágrimas que un sí podrían provocar estaba en su posición de salida.
-No lo sé, Gio. Lo mejor es que vuelva a Carrara. Cuando vuelvas de España hablamos, ¿vale?
-¿ Y ya está?. Tienes razón, lo mejor es que te vayas. -Gio le dio la espalda y comenzó a cepillarse el pelo. Sonaba más decepcionada que enfadada.
Otra vez le estaba pasando lo mismo. Qué hacía mal, cuál era el problema. Estaban más que mejor, la amaba... Trató de no llorar mientras Federico recogía su bolsa de viaje. Tenía los ojos rojos, como ella. Antes de cruzar la puerta, se miraron fijamente. En un acto impulsivo, el rubio soltó su bolsa y pasó la mano por la cintura de Gio, pegándola a él. Gio notaba la tela de la toalla pegada a su cuerpo donde tenía el brazo y el cálido aliento de Fede sobre sus labios.
-No es un adiós. Nunca lo será- besó sus labios. Gio apenas reaccionó al beso. No sabía qué tenía que hacer.
La fina mano de Gio separó sus cuerpos y apartó al rubio, obligándole a cruzar la puerta, no sin antes contactar sus miradas una última vez.
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Arte /Federico Bernardeschi/
Diversos"Non può comprendere la passione chi non l'ha provata" Dante Alighieri