Ventidue

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El gorro de Gio apareció al fondo de la calle. Utilizó toda su velocidad para llegar hasta ella. Gio lo miró con desagrado, sus ojos rogaban que la dejará en paz.

-No quiero volver a verte en mi vida, no lo has entendido.-continuó caminando sin tan siquiera mirar atrás.

-Gio, espera- la agarró por el codo y la llevó hasta una calle poco transitada.

- Déjame- dijo marcando todas las sílabas. El cuerpo de Federico la apretaba contra la pared, mientras sus ojos buscaban contacto visual.

-Gio, lo siento mucho todo. Estás en tu derecho de estar enfadada, pero te quiero.

- Quizá debería preguntarle a tu amiga de Roma o a tu ex si también las quieres.- trató de empujarlo con las manos, apenas se movió.         

-Mira, es verdad. He estado con otra, pero necesitaba aclarar lo que sentía. Me odio a mí mismo por haber hecho lo que hice. Lo siento, de verdad. Si no vuelves conmigo, lo voy a respetar. Estás en tu derecho.- sus alientos se mezclaban, estaban cerca. Federico anhelaba besarla.

-Déjame.- Se escabulló de entre sus brazos.- No me llames, no me busques. Adiós.

Le dedicó una última mirada, tensa,  enfadada, que apenas transmitía la amargura que esa decisión le estaba provocando. El rubio le devolvió una arrepentida, que trataba de expresar cuánto la quería.

-Te voy a recuperar, signorina. No te quepa duda.

Gio continuó su camino bajo la lluvia. En el coche pudo desahogarse. Un grito suave escapó de ella. No sabía si por la tensión, el dolor o la evidencia de que Federico había estado con otra. Miró hacia los lados asegurándose de que nadie la había escuchado maldecir. Maldito Federico, había estado a punto de besarlo, de perdonárselo todo. Arrancó el coche, en silencio, sin música, se desplazó hasta su casa. 

La cena se le había quedado fría mientras dibujaba. Dibujaba algo doloroso. Algo bueno tenía que tener el dolor, la angustia y todo lo que sentía. No era su mejor obra de arte, pero servía como terapia. Miró su móvil, 3 llamadas perdidas de Luca. Estaba muy pesado con el tema de Federico.

-¿Luca?- resopló tras escuchar como descolgaban del otro lado.

-Gio, me tenías preocupado, ¿dónde estabas?

-Dibujando. Bueno, esta tarde he estado en un museo y...- se le quebró la voz al recordar la escena de la cafetería.

-¿Has hablado con Federico?

-Sí, me ha estado buscando.

-Eso es acoso. Puedes denunciarlo, por muy famoso que sea.

-No, déjalo. Ya hemos hablado. Se acabó y punto. Cada uno debe seguir con sus vidas.

-Me alegro de oír eso, piccola. Buenas noches.

Gio resopló, puso los ojos en blanco y colgó el teléfono. Odiaba que se metieran en su vida, sabía arreglar sus problemas desde siempre, y más ahora que vivía sola y lejos de la protección de su hogar.  Miró con angustia su móvil, esperando algún mensaje que le dijera que había hecho lo correcto. Como una señal del destino, una foto de Fbernardeschi apareció en la pantalla. ¿Por qué la vida le ponía aquella situación en plenos exámenes?. Terminó de repasar sus apuntes y se metió en la cama.

"Buena suerte con el examen de dibujo "

Releyó el mensaje quince veces antes de entrar al aula del examen. Qué tenía Federico en la mente. Qué derecho tenía a desconcentrarla un día tan importante. Lo peor no fue eso, todos los días que tenía examen recibía un mensaje similar. Ni siquiera contestaba y él seguía. El último examen llegó dos semanas más tarde. 

Arte /Federico Bernardeschi/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora