La mujer de mi vida.

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Todo ocurrió muy rápido, y pronto ella y yo, nos hicimos mejores amigos. Por aquél entonces, yo era un hombre de 34 años, amante de la música clásica y de los videojuegos. Ella, una chica de 20 años, la más bella, adorable e inocente chica. Aquél año, algo en mi interior surgió, algo nació de entre mis entrañas, aunque ni yo mismo lo supiera. Pasó un año entero sin verla de nuevo hasta el siguiente verano. Tardé aproximadamente 2 minutos en enamorarme de aquella chica de 21 años. 

Aquél verano fue maravilloso. Realmente, no sucedió nada entre nosotros, simplemente hablamos, algo que en nuestros tiempos se está perdiendo. Hablar, hablamos de todo. No pude hacer nada más que enamorarme profundamente de aquella mujer. No obstante, había un problema: la diferencia de edad frenaba nuestra decisión. 

Sin embargo, nuestra amistad nunca llegó a más, no pudimos atravesar la impenetrable barrera de inseguridad, y no hubo más remedio que distanciarnos. Si algo puede parecerse a morir, aquél instante, el instante en que se rompió nuestra relación lo fue.  

Sin embargo, y contra todos mis pensamientos, pude seguir adelante. Conocí a una mujer y me simpatizó. Pero desde el primer instante, no fue lo mismo. Supe desde el primer momento que aquella chica me agradaba, pero supe también desde el primer momento que ella no era mi chica... no era mi amor, no era Pan. Aún así seguí con ella, porque le tenía afecto. Pasaron 3 meses, hasta que llegó de nuevo el verano. De nuevo la volvería a ver.

Algo en mi interior reconoció de nuevo aquellos sentimientos al verla, volví a sentir las mismas mariposas al mirarla, volví a vivir como la primera vez. Aún así, me autoengañé para abordar lo que no quería soportar: enamorarme de nuevo del amor de mi vida.  

Llegaba el día de mi cumpleaños numero treinta y seis, y me prepararon una fiesta sorpresa todos mis amigos estaban invitados, incluido ella. Aquél día, llevó un vestido blanco radiante, fabuloso, que lucía espectacular contrastando con su blanca piel. Ella debe tener ahora 22 años. Y grande fue mi sorpresa cuando volví a hablar con ella, me dijo que se acordaba de todo. Se acordaba de cada momento que pasamos juntos, de cada sonrisa, de cada palabra. Se acordaba de absolutamente todo. Y yo me acordé de algo también: me acordé de el amor. Me acordé de las mariposas en el estómago, me acordé de la inspiración, me acordé de sus ojos negros, me acordé de su sonrisa, me acorde de su pelo, de su piel; me acordé de ella.

Durante los siguientes días, mi confusión me consumió, pero los planetas, las estrellas y las constelaciones volvieron a alinearse a mi favor. Conseguí el valor para dejar a mi novia, Mai.

 Para poder llenar de nuevo mi corazón y mi alma, con la mujer más perfecta que el destino puede darme, con la mujer de mi vida.

Pequeñas historias.Where stories live. Discover now